Una vida impregnada de conocimientos, luchas y pasiones
Entrevista a una de las fundadoras de Revenir grupo de teatro
Por Norma Beatriz Baez (*)
Tiene 81 años, es de contextura pequeña, su voz es suave y firme, una rebelde ante el orden impuesto que considera no justo, una gran luchadora.
Ella es Zunilda Crown, aunque todos la conocen como “Chuni”
– ¿Cómo surge el sobrenombre “Chuni”?
– Me llamo Zunilda, cuando era chiquita, vivíamos en Uspallata, en el correo; mi padre, era el jefe de correo y al lado estaba el Hotel Sudamericano, los turistas venían y me hacían mimos, y ellos me decían “la Ziuni”, a mis padres nunca les gustó, ellos me decían Zunilda. Pero cuando me casé, mi esposo me decía Chuni, y pasó a ser sobrenombre, todos me dicen Chuni Crown.
– ¿Cuáles son tus recuerdos de la niñez y de tu familia?
-Teníamos una hermosa familia, nací en Uspallata, éramos tres hermanas. Por aquellos años, Uspallata era un valle, casi totalmente despoblado. El lugar tenía dos brazos de ríos, cuando me llevaban a dormir, yo escuchaba el ruido del agua y me serenaba, hasta el día de hoy. Viví en Uspallata hasta los 4 años, luego nos fuimos a vivir a Mendoza capital.
– ¿Hasta cuándo viviste en la ciudad de Mendoza?
-Hasta que falleció mi papá, yo tenía 10 años, y fue algo que cambió toda nuestra vida, luego con mi madre nos fuimos a vivir a Buenos Aires con mis abuelos maternos.
– ¿En la vida, has sido rebelde?
-En cierta forma sí, yo no sé si rebelde o si he sido muy luchadora, yo más bien diría lo último. Cuando tenía 7 años, mi abuela Helena, se enojó por una travesura que hice y mi padre me dijo que no volviera hacerlo, y mi abuela dijo: “No creo que no lo vayas a volver a hacer, porque sos bastante rebelde” si, tiene razón la abuela, lo voy a volver hacer, le contesté. En el plano de la educación, no tuve que revelarme nunca, fui una alumna aplicada, pero sí recuerdo que en el secundario me otorgaron una medalla de plata en el primer ciclo y una medalla de oro en el segundo y yo no las retiré, esa fue una rebeldía. Trabajábamos en grupos y yo sentía que, si me las daban a mí y no a todos, era una injusticia de algún modo.
– ¿Y cómo continuó tu vida después de esos años?
-Estudié francés, un placer, una puerta abierta a una cultura diferente. Hice teatro, desde niña hacía teatro, me disfrazaba, cantaba. Mis padres también hacían teatro en Uspallata. En todas las escuelas a las que fui, en todos los actos, yo tenía mi parte, más que nada recitaba. El primer poema que recité fue en primer grado, “Sesenta balcones y ninguna flor” de Baldomero Fernández Moreno. A los 18 hice mi primera obra, “Ilusiones del viejo y de la vieja”, estaba en Charlone, con la coincidencia que era la misma obra que hacían mis padres en Uspallata y yo no lo sabía.
– ¿Cómo fue trabajar en la década del setenta?
En 1973, abrí junto a una compañera de estudio una Alianza Francesa en Rufino que se convirtió en una casa cultural, en la cual además de los cursos, había talleres literarios, una vez por semana teatro debate y salas de teatro. La década del setenta, fue espantosa, pero para los militantes del teatro no fue terrible en cuanto a lo que producíamos, todavía creo que nunca vi nada mejor respecto del teatro independiente, y en esos años en la Alianza, hicimos una tarea increíble. Eso me valió a mí que era directora, que un día tocaran timbre en mi casa, y un mayor del V Cuerpo de Ejército me diera una orden de allanamiento, entraron y estuvieron horas y revisaron todo hasta que encontraron copias de un curso que se brindaba en la Alianza sobre Roland Barthes y ahí también yo seguí en lo mío, ahí fui rebelde en ese sentido.
– ¿Cómo llega la Ciencia Política?
-Para mí, la Ciencia Política es como el teatro, una pasión. Me recibí en el año 2005, estudié el profesorado en Ciencias Políticas, aquí en San Luis, fue un placer inmenso, estaba con un problema en la vista, no veía nada, pero aun así la hice, eso también fue una rebeldía, esa fue grande.
– ¿En qué año llegaste a San Luis?
-Tengo dos hijos, Mauricio y Patricia, que vivían acá, cuando empezaron a nacer mis nietos me vine, en 1989. Yo no soy abuela para ser contada, soy abuela para estar, por eso me vine. Antes vivía en Mar del Plata, y en la Escuela de Psicología Social, donde estudiaba, hice una puesta en escena fantástica que escribió una compañera, fue el resultado de un trabajo final y me ofrecí a dirigirla y allí comencé a dirigir en obras grandes, se llamaba “Decir si”, tuvo mucho éxito.
– ¿Qué sucedía con el teatro en San Luis cuando llegaste?
– En el teatro pasaba muy poco, había como siempre un foco en la universidad. En esa época vino un grupo cubano y se quedó como tres meses, entonces tomó como un brío. Cuando vine acá no podía inscribirme para dictar clases porque no tenía puntaje, entonces puse un comercio, fue como empezar de cero.
En julio de 1994 por importantes dificultades económicas y de salud, cerré. Meses antes me dije, ahora me voy al teatro y le pregunté a Alejo Sosa si podía ir a los ensayos yo nunca le conté que hacía teatro ni nada. Un día me dijo, que se había encontrado con una persona que me conocía y le había contado sobre mí, a partir de eso trabajé con Alejo haciendo asistencia. En ese ínterin se plantea la creación del CFA (Centro de Formación Artística “Augusto Müller”) y Alejo vino a decirme que me inscribiera y me presenté y rendí y salí una de las primeras ante un jurado que venía desde Buenos Aires.
– ¿Cómo fue trabajar en el CFA?
-Quizás ha sido la experiencia más interesante que he vivido hablando de teatro, teníamos un programa vastísimo de Educación por el Arte sin gradación con objetivos clarísimos que eran capacitar, pero con el interés fundamental de integrar a los chicos de la marginalidad. Tres años duró, se hicieron cosas muy importantes. Teníamos 1750 inscriptos y lo cerraron, fue terrible. La última obra que se presentó fue “Guayaquil”.
– ¿Qué sucedió después?
– Los profesores pedimos audiencia al gobernador Rodríguez Saa, pero nunca fue dada y el 3 de febrero de 1997 llegó la comunicación de cierre y se cerró. Se había logrado que el público viera teatro, producir en calidad, con gente muy preparada y con el cierre del CFA se vino abajo el teatro. Por ese entonces aparecieron las becas y me puse a estudiar Ciencia Política. Hice una investigación sobre el teatro independiente antes de retirarme de la actividad en el 2008, y llegué a la conclusión, que acá este tipo de teatro no tiene entidad como tal, aunque es muy aceptado y respetado.
– ¿Cómo surge el grupo Revenir?
-Cuando se cierra el CFA, surge Revenir en 1997, un grupo fundado por Sandra Boso y por mí, las dos veníamos de allí y de esa desolación que teníamos nace Revenir, una palabra francesa que significa volver. Cuando te agreden feo en un lugar y te quieren acallar, y te ralean, surge un movimiento que se llame como se llame va tomando forma y haciéndose resistente. Acá cuando cerraron el CFA, que era el lugar soñado, aparecieron grupos, nosotros con adolescentes. En el último año de mi beca, en el 2004, hice “Las Troyanas”, iba ser “Las Puntanas” sobre la estructura de las troyanas, pero ubicada en San Luis, pero fue imposible y acá nuevamente mi rebeldía se fue transformando, las puntanas no, entonces las troyanas. Así en todos lados aparecía esa pared que decía acá no. Aun con los mejores puntajes no pude dar clases, me dijeron que era por mi edad, y allí mi rebeldía fue a la inversa, dije no les trabajo más, no fue una decisión de bronca, si no por mi salud, no podía asumir como quería la contención del grupo.
“Para mí el conocimiento es una motivación como el erotismo, me entusiasma, me copa, me lleva para más adelante” refiere Chuni
(*) Cortesía de la Revista La Palabra en Escena-