El mundo no es un pañuelo
Dos misteriosos mapamundis que podrían reescribir la historia de la cartografía y el origen del mapa del mundo actual
Por Martín Cabanes
Explorar y tratar de fijar en un soporte, en una hoja de ruta, los límites geográficos del mundo circundante no es cosa nueva. A un trabajo de estas características se le conoce como mapamundi o “mapa del mundo”.
Hay constancia, por ejemplo, de un mapa del mundo del siglo VI a.C. en una tablilla babilónica. Algunos, sin embargo, se han prohibido y ocultado deliberadamente al público. Tales son los casos del mapamundi de Piris Reis y de Urbano Monte.
El marino turco
El soberbio palacio otomano de Topkapi, en Turquía, dejó entrever, además de su imponente belleza arquitectónica, un importante secreto. En 1929 el teólogo y orientalista Gustav Adolf Deissman descubrió en un recoveco de la biblioteca de esta residencia para sultanes desde 1478, un mapa fechado en el 919 del calendario musulmán, o el 1513 del calendario cristiano.
Su autor, Ahmed Muhiddin Piri, más conocido como Piri Reis, fue un marino y cartógrafo al servicio del Imperio Otomano y vivió entre 1465 y 1553.
Fue navegante desde los 12 años de edad, antes de llegar a almirante. En sus propias palabras, lo había elaborado a partir de otro mapa, que hoy permanece perdido, cuando capturaron una flota española, y lo completó con información procedente de “los antiguos reyes del mar”.
Uno de los tripulantes de esta flota, quizás para canjear su libertad, aseguró tener un mapa dibujado por Colón ya que él había acompañado al genovés en sus viajes. Piris empezó a dibujar su mapa en 1511, lo terminó en 1513 y para 1517 lo presentó al sultán Suleimán el Magnífico, quien lo recompensó ascendiéndolo a almirante.
En 1521 publicó un detallado atlas del Mar Mediterráneo el cual incluía un relato de las expediciones de “un astrónomo que se llamaba Kolón, quien salió en busca de Antillia, una mítica isla ubicada en un lugar indeterminado del Atlántico y la descubrió”.
El mapa contiene representaciones de lo que parecen ser las costas de la Antártida, mucho antes de que, según la historia oficial, fueran exploradas en 1820 y 1821 respectivamente.
Durante su elaboración, en el mapa agregó detalles de otras 20 fuentes cartográficas para darle forma a su carta de navegación, o como ya se conocía en occidente, un mapamundi.
El autor menciona que algunas de sus fuentes consultadas datan de los tiempos de mayor esplendor de la antigua biblioteca de Alejandría.
El mapa muestra entre otras cosas, la costa occidental de África, la península ibérica, parte de China, países nórdicos, las costas de América, la que pareciera ser la cordillera de los Andes y sus ríos como lo son el Orinoco y el Amazonas, incluso ejemplares de fauna autóctona como la llama.
Fuentes premonitorias
En 1587, el gran cartógrafo milanés Urbano Monte, publicó 60 láminas a color de su mapamundi junto a un “Tratado universal: descripción y emplazamiento de toda la tierra conocida hasta ahora que está muy bien detallado y decorado”.
De hecho, su nivel de detalle es asombroso. Aporta interesante información sobre costas, montañas, ríos, ciertas riquezas de la tierra y emplazamientos humanos, flora y fauna, clima e incluso recomendaciones para zarpar con viento favorable.
El mapa se escondió por siglos y fue adquirido por la Universidad de Stanford en California, Estados Unidos, en circunstancias no muy claras.
El estudio y análisis de estos documentos develó que, además de acertadas representaciones del mundo conocido para ese entonces, graficaba y detallaba otros espacios geográficos que no fueron reconocidos oficialmente hasta más de un siglo después.
Al observar algunos puntos en particular, los investigadores notaron que en el mapa de Urbano, estaba expuesta la colonia de Nueva Acadia, fundada en 1604 en Nueva Francia (Canadá) con unos límites muy precisos.
Sí, apenas unos 17 años después, pero, ¿qué hay de las cabales representaciones aún más al norte? Si se compara este mapa con el atlas de Guillaume de Lisle de 1742, es decir, aproximadamente 150 años después, vemos que este último no está completo, cortando abruptamente en un espacio en blanco.
En el caso del mapa del siglo XVI en el que no solo se representa lo que hoy es Estados Unidos y Canadá sino que incluso puede verse el Polo Norte desde arriba; de hecho, ambos polos aparecen con claridad.
Se acepta que recién en 1908, más en concreto el 21 de abril, Frederick Cook llega al Polo Norte y Robert Peary el 6 de abril de 1909. Por su parte, el noruego Roald Amundsen y su equipo de cinco hombres, llegaron al Polo Sur el 11 de diciembre de 1911 y su hazaña fue ampliamente divulgada.
El mapa de Urbano no está exento de criaturas monstruosas, de influencia medieval, tales como reptiles humanoides, sirenas, enormes serpientes en el océano e incluso patagones gigantes en Sudamérica.
Casi de manera exclusiva fue este último punto, cuando la obra salió a la luz, el suficiente para tildarla como de fantástica y argumentar que el autor no tenía ninguna intención de ser fiel a un trabajo científico. Google Earth digitalizó el mapa de Urbano Monte pero sospechosamente no incluyeron las representaciones de los polos del mapa original.
Australis Incognita
Aristóteles, Ptolomeo y Macrobio, sabios de la antigüedad tardía, coincidían en la teoría de que el hemisferio norte y sur tenían grandes porciones de tierra y por ende habría algún continente sin descubrir.
A esta gran masa del mundo se le dio por nombre Australis Incognita, o Tierra Desconocida. Dando un gran brinco en el tiempo, hacia el siglo XVII, aún las principales potencias marítimas europeas competían por encontrar un atajo hacia las Indias Orientales (o la India propiamente dicha) y sus riquezas, esquivando la poderosa flota turco-otomana.
En esta encarnizada búsqueda, tres barcos holandeses arribaron por casualidad, hacia 1606, en las costas de Australia, probablemente sin saber que la teoría no estaba del todo errada.
Nueva Europa, o renombrar el mundo
Numerosas tribus, algunas de las más antiguas del mundo, ya ocupaban estas áridas tierras desde hacía varios miles de años, siendo la de Wati una de las de mayor extensión e influencia.
Para 1644 se daban lugar unos tímidos intercambios culturales y comerciales entre holandeses y nativos australianos.
La originalidad europea para rebautizar suelos también: al oeste de estas tierras se le llamó Nueva Holanda.
Los holandeses no establecieron asentamientos firmes ni se adentraron al desértico y traicionero interior de este sub continente.
Inglaterra se imponía al mundo como una nueva gran fuerza marítima y cada vez se enviaban más barcos con misiones de estudio, y por supuesto comercio, entre los tripulantes, los primeros naturalistas modernos encargados de tomar nota, analizar y registrar cuanta flora y fauna tuvieran a su alcance.
Se dice que un explorador británico, asombrado, señaló al mundialmente reconocido animal saltarín y preguntando “¡¿Cómo llaman a ese animal?!” a lo que un nativo, quien evidentemente desconocía el idioma inglés, contestó “Kangaroo” que significa “No entiendo” o “No lo sé”.
Sin perder tiempo, el 26 de enero de 1788 los ingleses llamaron a la zona del este: Nueva Gales del Sur. Apenas un año después se comenzó a llevar prisioneros y desterrados a las nuevas cárceles australianas y para la primera década del 1800 ya habían fundado ocho colonias.
Pronto, las naciones de Occidente y de Oriente completarían baches en sus atlas a partir de las aportaciones y conclusiones votadas en el siglo XIX. Estas representaciones cartográficas, abaladas, entre otras instituciones, por la Royal Society, fueron las consideradas en llenar grandes puntos en blanco del mundo y las que se complementaron, a lo largo de las décadas, hasta comenzado el siglo XX.
Quizás el mundo es mucho más vasto de lo que se supone.
Fuentes consultadas:
- “Historia de la cartografía. La evolución de los mapas. El mundo medieval, de Bizancio al Renacimiento”, Instituto Geográfico Nacional.
- “El enigmático mapa de Piri Reis”, en “Curiosidades de la Historia”, NAT GEO.
Excelente investigación!