Un templo, 75 años de fe
Nicolás Gatica Ceballos (*)
Desde niño, cuando viajaba a la capital puntana, me llamaba la atención un edificio espejado que me devolvía la mirada —en un reflejo inmemorial— cada vez que pasaba debajo de su estructura, por la vereda de calle Rivadavia.
Siempre advertí una gran cantidad de personas que ingresaban allí en medio de una comunión inspiradora. Y aun en lo ajeno de mí a esa gran familia, recibía de ellos una cordialidad que parecía caer del cielo. Jamás nadie mezquinó un saludo, mucho menos una sonrisa.
Ya en mi adultez —habiendo hecho carne la ciudad que en mi niñez veía en viajes— ese templo siguió impregnando mi curiosidad. Como tantos otros espacios naturalizados en lo cotidiano, la Iglesia Bautista del Centro (IBC) para algunos puede pasar inadvertida, pero vale la pena rememorar el acervo de los hitos que hacen a la cultura y la idiosincrasia local.
La IBC hace 75 años que marca su camino en San Luis. Se trata de una congregación amplia, que agrupa entre 500 y 600 fieles cada domingo, en dos cultos.
Posee diversas actividades que aploman lo espiritual y que permiten hacer vida la palabra de Cristo.
Hay programas de recuperación de adicciones, de codependencia, de duelo, de divorcio; no falta la Casa de la Mujer, que trabaja ampliamente. Tampoco faltan los espacios para niños, preadolescentes, adolescentes y jóvenes.
Un predio importante ubicado camino a La Loma, en Suyuque, corona las acciones en ámbitos especiales para los retiros y se abre hacia todas las iglesias evangélicas de la provincia y de Cuyo.
En la pandemia, las prédicas de la IBC se compartían en las redes sociales. En términos alegóricos, cuando el diablo cerró las iglesias, Dios abrió una en cada casa. Alguna vez, sus palabras tocaron a este católico que escribe. Y pese a que muchos —en la ceguera de un fanatismo inviolable— no concuerdan con dejarse permear por las enseñanzas de otros cultos, soy partidario de que no me habló ningún pastor, sino Dios mismo. Pues “donde dos o tres se junten en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Las réplicas en la red se quedaron más allá del coronavirus y conforman uno de tantos canales para estar cerca de los fieles.
La paz que percibo en esa congregación no es casual. “Nuestra esperanza está puesta en Cristo, él es nuestra esperanza, nuestra respuesta, nuestra salida. Cuando lo miramos, trae claridad a pesar de las circunstancias que vivimos, trae claridad en nuestras vidas para poder caminar en una dirección hacia él.
Es un Dios de multiplicación, siempre va a multiplicar, proveer, acompañándonos en todo tiempo”, manifestó el pastor Aníbal Berg, uno de los referentes más importantes de la IBC.
En un repaso de sus redes sociales, es imposible perderse una serie de fotografías en blanco y negro que fueron compartidas en un grupo de Facebook denominado “San Luis bitácora del tiempo”, donde se aprecia al pastor Olmedo —quien fue el fundador de la congregación— haciendo bautismos en el río en Potrero de los Funes.
Se lo ve con camisa, pantalón de vestir y corbata, y el agua que casi le llega a la cintura. A su vez, las imágenes arrojan un grupo de personas aguardando sumergirse por completo en el rocío que sacia toda sed. De alguna manera, resume el espíritu de guía de un rebaño donde ahora en el tiempo, en medio de un templo bellísimo, sigue en la misión de salvar ovejas.
Berg, por su parte, resumió la vocación del pastoreo. “El Señor dice ‘llorad con los que lloren, reíd con los que rían’. El pastor tiene una cuestión de que en el día hay momentos que llora con alguien que pasa una situación y a la hora ríe, disfruta un acontecimiento.
Eso uno lo lleva adentro, es una emoción ayudar al prójimo y acompañarlo, más en estos días de incertidumbre”, remarcó.
“La palabra dice ‘yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo’. Él promete estar con nosotros. Es el hoy. Hoy está conmigo, cuando me levante mañana sé que estará conmigo. Es transmitir, ayudar a que confíen en el Señor. Y dice: ‘Caerán mil a tu lado y diez mil a tu diestra, más a ti no te llegará’.
Esta es la esperanza de que cuando yo lo miro, él me mira y extiende su mano de cobertura y protección. El que una vez conoce al Señor nunca puede retroceder porque se enamora, es algo tan fuerte que no hay nada que me pueda separar del amor de Dios”, añadió.
Jamás observé con los mismos ojos a la Iglesia Bautista del Centro, tampoco la miré con la misma perspectiva, ni con las mismas emociones. Siempre supe que conformaba un núcleo central en el devenir de la historia puntana, como tantas otras congregaciones y religiones. Indefectiblemente, en creyentes y no tanto, Dios hace nuevas todas las cosas. Tras estas líneas, volveré a renovar la postal de restauración de la IBC que guardo en mis retinas.
(*) Subeditor de Provincia, El Diario de la República