San Luis

Cartas que irrumpen

Cartas inéditas del escritor Mario Levrero fueron publicadas en un compendio que repasa dos de sus años en Buenos Aires. Su amor por Alicia Hoppe, que hoy administra su obra, trascendió el correo postal. “Cartas a la princesa” se lanza en conjunto con una nueva edición de “El portero y el otro”

La Opinión

Me doy vuelta y apoyo la espalda en la ventana. Miro la pieza, tratando de aflojar la rigidez de mis músculos perpetuamente agarrotados. Las mandíbulas, los hombros, la nuca. Respiro hondo, lentamente, tratando de lograr la calmada desesperanza. Observo que sucede algo extraño con los colores de las cosas. La puerta, por ejemplo. El color de la puerta se mueve, se reduce y de pronto vuelve a crecer. Las paredes. Angeline se ha vuelto, dormida, hacia la ventana; y el rojo de sus labios es tembloroso, vacilante, como si quisiera desaparecer. Lo mismo que el color del camisón y el color de la carne. A menudo aparecían grandes sectores grises, y luego el color retomaba la superficie que ocupaba inicialmente. Lo mismo sucedía con todas las cosas, como si… ‘… como si fuera una película en blanco y negro –pensé-, que alguien hubiese pintado a mano, toscamente, cuadrito por cuadrito’.

Se abrió la puerta de golpe y entró el cura, seguido de un hombre un poco más alto que él, y más robusto, que traía un maletín. El cura permaneció de pie, de espaldas a mí, y el presunto doctor se agachó sobre el colchón donde yacía Abal; ninguno de ellos me había prestado atención. Yo continué mi trabajo de observación de los colores. Traté de mantener una objetividad en la visión. Y comprendí.

‘Las cosas no tienen colores -me dije lentamente, lleno de asombro-. Las cosas no tienen colores. Es mi afectividad que las colorea. Soy yo quien pinta las cosas con la imaginación’. Ahora, todo es gris, blanco y negro. Angeline, sobre la cama, parece una fotografía de una revista obscena». (París, 1979).

Mujer acostada, al estilo pictórico de Edward Hopper. Artista desconocido.

Mario Levrero dejó una herencia inédita. Su obra incorpora un nuevo libro, llamado “Cartas a la princesa”, que es un compendio de correos que el escritor uruguayo le envió a Alicia Hoppe desde Buenos Aires. Fue ella misma quien se encargó de difundir parte de su trabajo desde la muerte de Levrero, en 2004.

Entre 1987 y 1989 el inspirado escritor enviaba cosas como la siguiente:

«Por fin había alcanzado la madurez. Por fin había aprendido los códigos. Por fin sabía vivir. Sabía qué galletas, qué marca de aceite, cuál vinagre, cómo convencer, cómo ganar siempre. Me burlaba de los jóvenes que creían y que sufrían. ‘Ya les pasará’, les decía; ‘la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo’. Y de un día para otro…¡Mierda, cómo duele todo! ¡Y cómo amo este dolor!» (octubre de 1987).

Levrero dejó su trabajo en una librería de usados y empezó a escribir. Trabajó también como creador de juegos de ingenio y crucigramas, y escribió cuentos, novelas y un manual de parapsicología.

Aunque vivió la mayor parte de su vida en Montevideo,Jorge Mario Varlotta Levrero también tuvo cortas estancias en Buenos Aires, ciudad desde la cual envió sus ahora famosas cartas. Se destacó como fotógrafo amateur y rodó una película casera. Fue humorista a principio de los años 70 y en los 80 se adentró en el mundo periodístico trabajando en algunas revistas de Uruguay y Argentina.

Mario Levrero.