La Aldea Antigua, La Aldea y el Mundo, San Luis

La soberanía se defiende

Télam

En 1838, los franceses inician una expedición por el río Paraná para abrir las vías hídricas de Argentina y comerciar así libremente frente a la política de la Confederación. Incluso llegan a apoyarse y trasladar en sus barcos a Lavalle y sus soldados, que estaban conspirando con los “Libres del Sur” -el movimiento de los grandes estancieros del sur de la provincia de Buenos Aires- pero estos finalmente no pueden consumar sus propósitos y deciden retirarse.

En 1845, vuelven otra vez al río Paraná 11 escuadras de guerra y 30 barcos mercantes para entrar prepotentemente hacia la zona del litoral y el Paraguay. Frente a esto, la Confederación -que era un joven país, todavía no consolidado fuertemente- toma la osadía de enfrentar esa invasión algo-francesa y a Rosas se le ocurre trabar el río, donde el Paraná da una vuelta, hundir varias barcazas y después consolidar esas barcazas por debajo del agua con cadenas. Fermín Chavez dirá en uno de sus versos: “Gaucho ladino ese Rosas / ponerle al río cadenas”.

Efectivamente cuando la escuadra anglo-francesa llega a esa zona, los barcos se traban y no pueden avanzar. Entonces, suenan las baterías ubicadas en la costa por los criollos, donde entre otros figuran Mansilla, Thorne, un antepasado de Alsogaray -que en este caso lucha por la soberanía- y Doña Petrona da Silva, que ayuda a los combatientes y atiende a los heridos. Pero después de un rato los anglo-franceses logran romper las cadenas y cruzar.

El reconocimiento de la soberanía argentina

Lo que sucede es que avanzan por el Paraná hacia el norte, pero son nuevamente atacados en Tonelero y San Lorenzo, y prácticamente no pueden alcanzar sus objetivos. Hacen muy pocas operaciones, ya que los barcos mercantes que venían acompañándolos al final se retiran. Finalmente, la Confederación al mando de Rosas logra su objetivo: los barcos de Inglaterra y Francia lanzaron una salva de cañonazos en reconocimiento de la soberanía argentina. La Vuelta de Obligado terminó convirtiéndose en una victoria moral que fue comentada en los principales países de Europa, donde destacan la osadía de los argentinos.

Nacida por el año 1811, Petrona Simonino fue una heroína de la batalla de la Vuelta de Obligado. Junto a otras valientes mujeres hacía las veces de enfermera, y trasladaba a los heridos fuera del alcance de las balas.

La Vuelta de Obligado y sus cadenas se convierte así en uno de los principales testigos de la lucha por la soberanía a lo largo de nuestra historia frente a los embates de las grandes potencias, que en todo momento tratan de someter a los países pequeños y mantenerlos dependientes. Y en esta acción, puede decirse, quedó perfectamente determinada la soberanía de los argentinos sobre sus propios ríos, más allá de los acuerdos que después habrá que hacer tras la batalla de Caseros, para favorecer la llegada del comercio.

«La Vuelta de Obligado» (fragmento) – Ernesto Palacio

La legislatura autorizó al general Rosas para que reclamara a los gobiernos francés e inglés la reparación del agravio. La indignación subió de punto cuando se supo que los ministros mediadores habían hecho enarbolar en los barcos apresados la bandera oriental y formando con ellos una escuadrilla que pusieron a las órdenes del aventurero italiano don José Garibaldi.

El gobierno argentino replicó protestando contra el bloqueo y las depredaciones cometidas por la escuadra combinada en las costas del Plata. En lo tocante a las acusaciones, se limitó a acompañar un testimonio firmado por todos los representantes diplomáticos acreditados en ese momento ante la Confederación (de Estados Unidos, Portugal, Cerdeña, Francia y Bolivia), donde manifestaban no ser ciertos los hechos alegados. El encargado de negocios francés, M. de Mareuil, desmentía así al propio interventor de su nación. En cuanto al de Estado Unidos, Mr. Brent, agregaba a su nota este comentario: «Hay pocos hechos heroicos sobre los que la imaginación se acalora con más satisfacción que aquellos de un pueblo que, resuelto a ser libre, nada deja al enemigo invasor sino el punto que momentáneamente pisa y el lugar en que se encierra». Con estas palabras empezaba a mostrarse el vuelco de la opinión pública internacional a favor de la resistencia argentina.