Expresiones de la Aldea, San Luis

Instrucciones para capear el mal tiempo

Editorial

En primer lugar, no se desespere y en caso de zafarrancho no siga las reglas que el huracán querrá imponerle.
Refúgiese en la casa y asegure los postigos una vez que todos los suyos estén a salvo.
Comparta el mate y la charla con los compañeros, los besos furtivos y las noches clandestinas, con quien le asegure ternura.
No deje que la estupidez se imponga.
Defiéndase.
A la estética, ética.
Esté siempre atento.
No les bastará empobrecerlo y lo querrán someter con su propia tristeza.
Ríase estentóreamente.
Mófese: la derecha está mal cogida.
Será imprescindible cenar juntos cada día hasta que la tormenta pase.
Son cosas simples, sencillas, pero no por ello, menos eficaces.
Diga hacia el costado buen día, por favor y gracias.
Y la concha de tu madre cuando lo soliciten desde arriba.
Tírele con lo que tenga, pero nunca solo.
Ellos saben cómo emboscarlo en la desprevenida soledad de una tarde.
Recuerde que los artistas serán siempre nuestros.
Y el olvido será feroz con la comparsa de impostores que los acompaña.
Todo va a estar bien si me hace caso.
Sobreviviremos nuevamente, estamos curtidos.
Cuidemos a los pibes que querrán podarlos.
Solo es menester bien pertrecharse y no escatimarnos amabilidades.
Deberemos dejar a mano los poemas indispensables, el vino tinto y la guitarra.
Sonreírles a nuestros viejos como vacuna contra la angustia diaria.
Ser piadosos con los amigos.
No confundir a los ingenuos con los traidores.
Y aún con estos, tener el perdón fácil para cuando vuelvan con las ilusiones forreadas.
Aquí nadie sobra.
Y eso sí, ser perseverantes y tenaces, escribir religiosamente todos los días, todas las tardes, todas las noches.
Aún sostenidos en terquedades si la fe se desmorona.
En eso, no habrá tregua para nadie.
La poesía les duele a estos hijos de puta.

Este poema pertenece a Alejandro Robino y muchas veces circuló como si fuese de Paco Urondo, hecha la salvedad queremos contar por qué tal vez a nadie le resultó rara esa adjudicación.Francisco Urondo (Santa Fe, 1930 – Mendoza, 1976) fue, sin duda, uno de los más grandes poetas de la generación del ’60. Desde su labor de escritor y periodista logró fusionar la poesía con la política, encontrando la perfecta conjugación entre el decir y el hacer. Comprometido en la lucha armada contra la dictadura cívico-militar en la Argentina, se transformó en un integrante del peronismo revolucionario, siempre luchando por su ideal de sociedad y, como dijo alguna vez: buscando la palabra justa. Su caída final en Mendoza, en un enfrentamiento con el Ejército, silenció su obra literaria durante décadas, como así también su trabajo periodístico, una de sus grandes pasiones que lo llevó a formar parte de redacciones de diarios y revistas, donde puso su atenta mirada y exquisita escritura ante la cultura de la época.

“Tomando mate”, por Molina Campos.