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El San Luis oculto, en los mausoleos del Cementerio San José

Por Nicolás Gatica Ceballos

Caminar por los pasillos del Cementerio San José remonta al duelo y a la encrucijada filosófica de la muerte. Un ser que “era” y que luego “no es”, depositado en un ámbito lúgubre pero al mismo tiempo de paz. También rememora al arte funerario, al simbolismo de una comunicación que se pretende infinita, que busca perdurar en el tiempo, lejos del olvido y la amnesia colectiva.
Por momentos, crujen los tradicionales pinos ante la caricia del viento. Y las palomas surcan el cielo, que se muestra imponente como el decoro inmemorial de verdaderas piezas artísticas. Mausoleos, criptas (bajo tierra), bóvedas, abundan en el cementerio más antiguo de la ciudad. Y descubrir aquello que está ante los ojos, es una consecuencia maravillosa y enigmática.
Para conocer más en detalle estas cuestiones, La Opinión recorrió el lugar. Durante la caminata, a paso de hombre, algunas personas posaban flores en la representación física de aquello que es inmortal: el alma. Decenas de preguntas invadieron la serenidad del predio.
Miles de señales buscaron frenar el olvido en soberbias edificaciones de época. Cruces de diferente tipo y significado, monolitos, obeliscos con cadenas, antorchas permanentes, pisos de tableros de ajedrez, coronas, ángeles custodios, vitrales religiosos. Todo se mezcla en un silogismo hermético, sincrético, con reminiscencias de otras culturas y credos, y hasta verdaderos vestigios iniciáticos de aquellos que pasaron por este mundo buscando explicación de lo que hay más allá del umbral.
“Cada símbolo tiene una historia. Para dar un ejemplo, hay una columna truncada que significa que se truncó la vida. Hay muchas cosas y cada una dice algo con respecto a la muerte. La mayoría habla de Dios, con ángeles que acompañan, Cristo. Si bien los cementerios albergan varias religiones, las religiones tienen distintas tradiciones. Para dar una idea, en el judaísmo en vez de llevar flores, llevan piedras, porque consideran no matar una vida para homenajear la muerte. Todas las cosas que se ven en el cementerio tienen un profundo sentimiento”, contó el reconocido tanatólogo, Ricardo Péculo, en diálogo con La Opinión.
Con una voz grave, firme, que denota el paso del tabaco, agregó que al día de hoy no se hacen más -prácticamente- mausoleos. Así como cambian las civilizaciones, los ritos funerarios se van transformando. La gente no hace más bóvedas, se trasladan más hacia los cementerios privados y con una importante tendencia hacia la cremación que superó a la inhumación.
“La juventud no va más a los cementerios, hacen su duelo desde otra mirada. Antiguamente, el recuerdo de los muertos era para toda la vida, por eso los mausoleos y el arte funerario. Hoy están dejando de existir. En los cementerios está la historia de cada pueblo y los sentimientos de la muerte se expresan de otra manera, los cementerios municipales van a terminar siendo museos al aire libre”, agregó.
Los mausoleos, criptas (bajo tierra), bóvedas, panteones son construcciones que albergan a familias y en algunos casos amigos, conocidos o parientes lejanos. Demandan mantenimiento, cuidado, dedicación, que no es otra cosa que memoria. Ocuparse de la condición de estas construcciones de alguna manera es evitar que el difunto muera la segunda muerte –en términos Péculo- que es la del olvido. Todos quieren permanecer más allá de la muerte.

Foto: Milena Velarde.


Las obras de arte están al alcance de todos en el San José, cualquiera que ingrese puede toparse con ellas. Pero la mayoría de las personas pasan indiferentes, como queriendo escapar de un destino irreversible. Mirar al costado con cierto desasosiego, persignándose rápidamente, es el escapismo existencial. Pero aceptar la finitud, es una manera de honrar la vida. Y abstraerse de ciertos estigmas o mitos, nos permite embebernos de la belleza de los mausoleos. Algunas fechas datan de 1917, otras incluso van más hacia atrás en el tiempo, con lo cual más allá de ser verdaderas creaciones artísticas, también son patrimonios.
Algunos hablan por sí solos a través de sus mágicas construcciones. Angelitos que rodean los panteones, obeliscos que buscaron develar misterios de vida. Colores que denotan materiales carísimos, edificaciones en altura que querían dejar en claro el nivel de homenaje en lo más alto del cielo.

Decisiones
Péculo explicó que en el interior, como es el caso de la capital puntana, más allá de que muchas bóvedas están abandonadas, aún hay gente que va a los mausoleos. Los mismos muestran el ser humano en sí mismo. Antes, cuando alguien hacía una construcción en el cementerio, el que edificaba después lo hacía con un avance más grande, en altura, voluptuoso. Lo mismo pasaba en las sepulturas, uno ponía una cruz de una forma y el del lado lo hacía de otra, para sobresalir.
Este tipo de destino final era característico de las clases adineradas. Pero actualmente se dejó de lado. Hacer un mausoleo es casi lo mismo que hacer una casa. La clase media baja tuvo las mismas ambiciones de ser sobresalientes. Lo hacían con las nicheras. Si uno tenía cuatro nichos, el de al lado lo hacía con cinco. Hay mausoleos que sobresalen de las paredes de los cementerios. Y en el San José abundan los ejemplos.
“Yo aconsejo planificar los velatorios. Cuando una persona fallece hay que tomar decisiones importantes que uno las viene a tomar en el momento del fallecimiento, cuando no está en condiciones. Aconsejo organizar los funerales antes, no digo que todos los días hablen de la muerte, pero cuando sale el tema, hablemos en la familia. Yo quiero ser cremado, pero mi señora es de ir al cementerio. Entonces hicimos un pacto de honor: cuando yo me muera me van a poner en el cementerio, pero cuando ella no pueda ir más, me cremarán. Es bueno buscar a alguien que asesore para el futuro. Asesórense. Tengo un dicho que dice que informarse no es anticipar. No porque averigüe me voy a morir antes. Tengo mi ataúd hecho hace un montón de tiempo, no tengo ningún apuro en estrenarlo, pero no me voy a morir antes”, opinó el especialista.
Al concluir el recorrido, un frío soplido cubrió las espaldas del equipo periodístico. De alguna manera, la energía del lugar buscó atestiguar que tarde o temprano, nos espera en un albergue inmemorial. Aceptarlo, es un acto de fe y esperanza. Pero también es la prueba más segura de que los misterios del cementerio, se develarán más temprano que tarde, cuando hayamos cruzado la puerta inmortal.
Los secretos de San Luis en los mausoleos están a la vista, solo hace falta mirar un poco al más allá para encontrarlos.

Foto: Milena Velarde.