El gran amor
Cordelias – Fernando Saad – Capítulo 9
Se suponía que un primer amor, esos que aturden la propia personalidad y te convierten en otra persona, volverían a Bobby una persona cercana a lo que sus padres habían pensado para ella.
Podríamos decir que al comienzo fue así, y todo tuvo que ver con el primer encuentro. Los padres habían comenzado a cansarse de sus vaivenes de anotarse en carreras, año tras año, para luego convertir un primer estímulo en desilusión o una falta de vocación aparente. Luego todo se repetía, meses de tirarse en su cama frente al televisor, o perderse por días en habitaciones de antiguos compañeros hasta convertirse en un espíritu deseante y sin culpas.
Su padre puso fin a esa situación, y le consiguió un trabajo en un centro vacacional. Esa sonrisa y buen trato le abrió varias puertas, mientras por las noches comenzaba sus lecturas sobre metafísica, y algo de psicología. Encontraba unas respuestas, y descubrió esa figura del padre ausente y pudo discernir su dolor.
Esa noche se tomó una botella de vino, y decidió bajar, fumar un cigarrillo entre la nieve, al calor de los convectores para turistas. Las familias pasaban junto a ella, hasta que ese tipo de bigotes, que casi la dobla en edad, le preguntó dónde puede conseguir un taxi. Y ella se acercó y le dijo que a esa hora no hay nada, pero que camine y a pocas cuadras el pueblo se vislumbra aún encendido. El tipo le pasó un cigarrillo, uno importado, comprado en las fronteras del norte. Ella fumó, y antes de pensarlo estuvo hablando con un extraño, y caminando llegaron cerca de un bar. Se percató que sólo llevaba el pijama y no abriría su campera.

“Tiempo”, ilustración de Paula Livio.
A él le divirtió eso, y la invitó a compartir esa botella de vino añejada, y deciden comenzarla en el bar, y terminarla en su habitación. ¿Cómo será besar a un hombre con esos bigotes enormes y desprolijos?.
Todo se desapareció en la cama, en la ducha, y luego no salieron por días. Sólo bajaron para buscar sus cosas del cuartito, y luego alistar la camioneta del tipo y viajar hacia el norte, parando para llamar a su familia, y contarles que esa noche habían decidido casarse, aunque la decisión salga de su boca y parece respetar las frases de ese hombre que tiene un bigote parecido al de su padre.
El casamiento llega luego de unos meses. La previa es una serie de lunas de miel convertidas en momentos donde aquel hombre parecía ser un nuevo nombre al que amar.
Un pequeño lugar en la tienda de electrodomésticos del marido. Una casa cerca de la frontera. La revelación, las discusiones, las reconciliaciones. Los partos, el primero y el segundo. La violencia que no tarda en revelarse. Y el sueño del enamoramiento se aleja entre las sospechas, las infidelidades, y la imposibilidad de escaparse de ese pequeño mundo clandestino que Bobby se ha construido lejos de toda posibilidad de ayuda.
Por las noches toma el teléfono entre sus manos, en la duda de telefonear a su hermana. Y se duerme con el tono de marcado, mientras espera, quizás, que alguien llegue por esa puerta cubierta de llaves y cerrojos, y la lleve lejos de ese miedo que la inmoviliza.