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A la intemperie

Durante más de 1 año intercambiamos cartas, solo sabía que se llamaba Gustavo

Por Paulina Calderón. Exministra de Educación

Era el año 1998, una catequista, mamá de una amiga, que asistía semanalmente al servicio penitenciario, me propuso escribirme cartas con uno de los detenidos; desafío que acepté inmediatamente, por curiosidad de conocer, por el deseo de acompañar ese proceso en contexto de encierro y por mi propio interés en escribir, en este caso, escribir para alguien que no conocía, un lector que me invitaba a pensarme, describirme y al mismo tiempo, analizar lo que pasaba a mi alrededor; me esforzaba en encontrar palabras precisas… y también me disponía a leerlo, a conocer sus sueños, sus angustias, sus miedos, alguien que había tenido muy pocas oportunidades, pero estaba lleno de palabras para compartir.
Durante más de 1 año intercambiamos cartas, solo sabía que se llamaba Gustavo y tenía 27 años, por mi parte, estudiaba en la Universidad en Córdoba y tenía 20 años, nos separaban pocos años de edad, pero un abismo en las condiciones de vida que atravesábamos….
26 años han pasado de esa primera carta que él escribió un 20 de marzo, ahí contaba que, aunque había nacido en otra provincia, hacía 8 años estaba acá y que le gustaba mucho, sobre todo por su tranquilidad, decía que no tenía estudios y que por ello disculpara sus horrores de ortografía, había dejado el secundario a los 14 años y lo consideraba un gran error. Contaba que era flaquito, medía 1,70 y que no era ningún monstruo, aunque no dijo qué había hecho para estar ahí, sí aclaraba que no era asesino ni violador. Esta primera carta suya fue su primera respuesta a una mía, donde evidentemente hablé de la libertad, porque en una parte dice estar de acuerdo absolutamente con mi teoría: “…yo no me siento preso, a pesar de que físicamente lo estoy, pero me siento solo, agobiado de tantas órdenes y de la maldad que existe en este lugar, cansado de tener que soportar día tras día las lecciones de gente que se cree que ellos son la ley y te hacen entender su ideología en una forma inhumana logrando que en determinados momentos te llegues a calificar como un verdadero residuo humano y como resultado, día tras día, necesitas de algo o de alguien que te ayude a soportar tanta soledad”… la 2° carta de fecha 19 de abril, contaba que le había resultado muy gracioso que le dijera que era una especie de “lector fantasma”, se imaginó a sí mismo como un dibujo animado que miraba de niño llamado Cassper y allí relataba su sueño, el que pensaba era prioritario: “Es ser feliz amando a alguien que también me pueda amar y llegar al día en que me toque morir con esa misma persona y que nos sigamos amando como el primer día”; se describía como tímido, que esa era su mayor virtud o su mayor problema. Pensaba que la vida “hay que vivirla como ella lo permita y sobre todo respetándola en todo su sentido”, no se arrepentía de lo hecho, no tenía “remordimientos” o cargo de conciencia; había tratado de tomar la vida como un aprendizaje.
La 3° carta tiene fecha del 14 de mayo, relataba cómo se sentía: “Estar acá adentro te hace sentir muchas cosas, buenas y malas, es obvio, lástima que las sentís todas mezcladas y las malas, o mejor dicho, las que más daño hacen son las que más están latentes, por ejemplo: yo siento miedo, principalmente a perder los sentimientos, miedo a dejar de amar, miedo a no sentir ganas de llorar cuando otro está mal, miedo a olvidarme lo que es estar con una mujer en todos los sentidos, miedo al rechazo social, miedo a que me peguen si no hago lo que ellos dicen, miedo a morirme aun estando con vida, miedo a salir de este lugar y seguir siendo la marioneta que un juez fabricó, miedo a que la bronca y la impotencia que siento en este lugar en el futuro me traiga de vuelta a este sitio, miedo, lo más siento es miedo, miedo a estar solo y a seguir solo cuando la pesadilla termine”.
La 4° carta tiene fecha del 21 de mayo, la escribió en el salón de visitas mientras estaba la pastoral, solo llegaba a contarme que una carta que escribió no fue autorizada porque cuando la leyeron no estuvieron de acuerdo; esto se repite en varias de sus cartas, es decir, muchas de ellas, nunca llegaron porque no pasaron el visto bueno de los penitenciarios.
La 5° carta es del 17 de junio y decía: “Hoy estuve esperando que me vengan a visitar, pero no vino nadie, va, el único que viene es mi hermano y a veces mi cuñada, lástima que lo hacen, cada vez que se acuerdan. Mi otro hermano, el más chico, vino una vez en el año que hace que estoy acá y después no vino más, no es que no me quiera”, era adolescente… se permitió pensar la libertad: “Cierro los ojos y soy libre y mi libertad va tomando velocidad, pero cuando abro los ojos, toda esa libertad choca con la dura realidad de ver una puerta cerrada que yo no puedo abrir…”. Por esos días era el mundial de fútbol y evidentemente en alguna de mis cartas hablé del tema porque él dijo: “El fútbol forma parte importante en el machismo de los hombres, yo tampoco entiendo que haya tanta gente que paga para ver 11 tipos corriendo atrás de una pelota y cuando un chico pide algo de comer no le dan”.

Detalle: “La ronda de los presos” de Vincent Van Gogh (Países Bajos – 1890).

Diez días después, escribió la 6° carta, la cual fue redactada en etapas, estaba muy contento porque quien lo había denunciado le había dicho a su familia que ampliaría la declaración porque sabía que él era inocente. El 2 de agosto escribió la 7° carta, en ella contabilizaba que había recibido ya 10 cartas mías, y decía: “Qué te puedo decir, es que estoy bien y que extrañé tus cartas, lo demás es cotidiano y forma parte de este, el mundo en que me encuentro, donde pareciera que es una fábrica transformadora de seres humanos, en robots cibernéticos, así ellos con el poder de hacer con nosotros lo que se les plazca, descargan la ira que poseen sus corazones, haciéndonos sentir de a poquito, cada día, que en realidad somos la mierda que la sociedad nos cree y son ellos los que nos hacen de esa forma”… La 8° carta, tiene fecha del 25 de septiembre, estaba contento, contaba que a su amigo Andrés, un chico con el que compartía el encierro, le habían concedido la libertad bajo fianza, también: “He tenido en lo que llevo de vida, muchos y diferentes problemas y todavía poseo varios de ellos, y en la mayoría sus causas fueron, la falta de amor”. Hablaba de religión, y una experiencia anterior en la cárcel de Olmos en Buenos Aires donde un hombre, de los 3800 que había, condenado a 427 años de prisión por la suma de delitos que había cometido, tenía una explicación de la Biblia un tanto esquizofrénica, relacionándola con seres extraterrestres. Esa carta se terminó de escribir el 24 de diciembre donde me deseaba Feliz Nochebuena y, en esta, como en otras, hay dibujos suyos, lo que hacía muy bien.
La 9° carta, fecha 30 de marzo de 1999. Nuestra correspondencia se había interrumpido durante unos meses porque la pastoral había discontinuado sus visitas. En esta, compartió su sentimiento por la música y agradecía que le hubiera escrito una letra de Silvio Rodríguez al que, como yo, también admiraba. Estaba expectante porque en unos dos meses iniciaría el juicio y, su abogada, había dicho que era probable saliera en libertad: “Te voy a contar un secreto, cada día que pasa y que he pasado en este lugar, mi mayor anhelo es el día que tenga que salir y ahora que sé, que ese día está cerca, me pongo a pensar y me da miedo y lo más triste es que no sé lo que me produce sentir de tal manera, el mundo está muy loco, la gente está muy loca. El amor pareciera que ha dejado de ser, para tornarse bastante hipócrita, todo me hace pensar que mis sueños se están convirtiendo en un utópico sueño y aunque no pienso bajar los brazos debo confesar que todo esto me desalienta demasiado”. Decía también: “gracias, gracias por las horas de libertad que me diste y que me das, cada vez que leo tus cartas”, eso le daba sentido a cada palabra que pensé para él, cada semana escribiéndole y tratando de compartirle mi mirada, mis sueños, mis frustraciones…
La 10° carta tiene fecha del 8 de abril, continuó escribiendo los días 9 y 23, pedía comprendiera “que hay épocas en las que no me encuentro de buen ánimo, dadas las circunstancias y de repente me sumerjo en mi egoísmo y pienso boludeces giladas que me tienen a mal traer y me hacen pensar que todo lo que hago no sirve, no te das ni siquiera una idea remota a lo que siento, la angustia, la impotencia, la soledad, el sufrimiento, las peleas cotidianas que tengo conmigo mismo ya que hace 22 meses que soy investigado por algo que no tengo culpa (…) no veo la hora que esto se termine, sé que falta poco (…) son pocos los motivos que me mantienen en pie y vos formas parte de ellos”. Recién el 27 de junio escribió la 11° carta, había estado muy triste, decía: “¿Te acordás que yo te había contado que tenía que esperar 3 meses para poder salir de acá? Bueno, eso es lo que me tiene a maltraer, los 3 meses ya han pasado, mi paciencia se está agotando, el 30 de julio voy a cumplir dos años consecutivos privado de mi libertad (física)”. Contaba que había escuchado a Coppola y a Tinelli decir que hay que creer en la justicia, pero ¿qué justicia? ¿la que existe solo para quienes tienen dinero e influencias? los pobres diablos que él conocía en vivo y en directo, en general estaban presos por robos menores y encima debían abonar las costas procesales, además: “arruinaron la vida ya que no conozco ninguna cárcel, institución de menores o institución alguna que realmente rehabilite al interno. Pero hay que creer en la justicia…” siguió escribiéndola entre el 15 y el 23 de julio, había recibido un cassette que grabé para él con mi voz y estaba encantado: “Quizás sea como decís vos, quizás se necesite tiempo para materializar el fantasma receptor de tu amistad, tal vez sea en el 2002, o el 4, o el 10, o tal vez siga siendo ese fantasma en la distancia, cuidando de no transformarme en esas sombras vivientes”.
La posibilidad de conocernos personalmente siempre estaba latente en nuestras cartas, sin embargo, aunque nunca les pusimos caras a nuestras palabras, nos conocíamos, habíamos construido una amistad, compartíamos nuestros pensamientos y sentimientos.
La 12° carta y última carta que recibí es del 12 de septiembre, ya llevábamos un año y medio escribiéndonos, estaba muy, muy triste: “Me estoy dejando atrapar por mi propia cárcel y eso es lo que más me duele”, allí, por primera vez, relató el hecho por el que estaba procesado: había vendido un handy (robado) que un amigo le dio, lo acusaron a él de robo, y como era reiterado, por los antecedentes, le impedían acceder a la excarcelación: “Quizás estoy cosechando lo que he sembrado pero así y todo me da bronca ya que si bien no soy ningún santo en esta última soy verdaderamente inocente y llevar detenido 2 años y 3 meses por haber hecho un favor me indigna. En este lugar se junta mucho resentimiento una de las cosas que aprendí que era mala si en verdad lo que quiero es cambiar y tanta es mi lucha que hoy de tanto luchar sufro la consecuencia de una confusión de ideas y razonamientos que no sé a dónde voy a terminar…”.
Muchas veces pensé en él, si al final habría salido, si lo habrían declarado inocente como él decía… dónde estaría, si habría encontrado al fin la paz y el amor que tanto deseaba.
Hoy viernes 23 de agosto de 2024, leo su nombre en las noticias… me invade una tristeza profunda; murió ayer en la mañana, murió de frío, murió solo, murió en el cajero de la universidad… A la intemperie.

“Ascetic” de Pablo Picasso (Oleo de 118×80 cm – año: 1903)