Especiales, San Luis

Chavero y Andrade vencieron al «Coloso de América»

El Aconcagua ya es parte de la historia de estos dos escaladores.  La idea nació en 2011 y después de un año, lograron el objetivo. Los preparativos, el viaje y el día que hicieron cumbre.

Dos jóvenes sanluiseños que después de un año de proyectos y preparativos, lograron lo que muchos intentaron y no pueden: hacer cumbre en el Aconcagua, el “Coloso de América”. El natural de Villa Mercedes, Gustavo Andrade y el puntano Ítalo Chavero, pensaron, diagra-maron, miraron, se ilusionaron, entrenaron, y prepararon duran-te un año una expedición que les permitiera, poder sumar sus apellidos al rico historial que tiene el libro de ascensos en el Parque Provincial Aconcagua de Mendoza. Ítalo Chavero es tal vez el más locuaz, empleado de la cementera Avellaneda en la localidad de La Calera, distante unos 80 kilómetros de la capital sanluiseña, di-ce, “Esta expedición nació el año pasado cuando con un grupo de escaladores pertenecientes al club Inti-Anti, ascendió hasta Plaza de Mula y mirando la inmensidad de lo que los rodeaba, se trazaron un plan; ascender al Aconcagua”. Ítalo se encarga de decir que el no fue parte de esa expedición pero cuando se enteró del proyecto, se sumó inmediatamente.

El empleado informático de la cementera venía de hacer cumbre -en febrero de 2011- en el cerro Vallecitos de 5.500 metros, junto a Andrea Amaya, la francesa radicada en San Luis, Laura Socias y Hernán Muñoz. Los días siguientes fueron toda una vorágine, proyectos, ideas y planes se fueron volcando sobre la mesa, muchos desistieron por distintos factores, entre ellos, María Perernau y Marcela Barroso, fundamentalmente por razones laborales, hasta que finalmente quedaron con posibilidades, Ítalo Chavero y Gustavo Andrade.“Comenzamos a entrenar y a hacer actividades de montaña y trekking (una modalidad deportiva que consiste en caminar de forma autónoma, a pie y durante varios días o semanas senderos o caminos) y en octubre hicimos el trabajo de aclimatación en alta montaña, dice Gustavo Andrade. Fuimos a Mendoza y el Cordón del Plata, o cerros de 4 a 5 mil metros, fueron los elegidos para entrenar y sumar horas y conocer el terreno”.

A Gustavo Andrade le significaba doble esfuerzo, -vive en Villa Mercedes- hecho que no mermó su entusiasmo y sus ansias de integrar una expedición, por demás difícil y llena de expectativas, redoblan-do la apuesta en busca de alcanzar el objetivo. Gustavo dice que los entrenamientos y la alimentación basada en hidratos de carbono (pastas), o comidas de altas calorías, jugos con sales minerales o comunes los que son preparados con nieve derretida, eran fundamentales. Los escaladores tenían todo listo para el ascenso, pero faltaba fijar la fecha y optaron por el mes de ene-ro, cuando Ítalo Chavero se tomó las vacaciones anuales.“El 16, viajamos a Mendoza y una vez que nos dieron los permisos correspondientes y sortear el chequeo médico, ingresamos al Par-que Provincial el día 17″. Se encarga de puntualizar Ítalo. «Hicimos los campamentos de aclimatación de Horcones a Confluencia a 3.400 metros, donde pasamos la noche. Un día después llegamos hasta El Mirador de la pared sur del cerro a unos 4 mil metros y regresamos a Confluencia a dormir». Ambos se miran y se intercambian datos, no quieren olvidarse de nada, reviven cada momento de esa expedición y pareciera que estuvieran en el vivac a miles de metros de altura. “El 19 llegamos a  Plaza de Mulas por la ruta normal, nos acompañó hasta allí, para dar-nos su apoyo logístico, el titular de Inti-Anti y después regresó”. Gustavo dice; “Fue una jornada agobiadora, bastante larga, pasan-do por la famosa Playa Ancha, fue-ron unas 9 horas de caminata, des-cansamos para recuperar fuerzas y comer barritas de cereales, llegamos a los 4.200 metros.  Aprovechamos de hacer un porteo (llevar las mulas cargadas) a Plaza Cana-dá y regresaron al punto de partida donde descansaron dos días, el mal tiempo y la persistente nevada, nos frenó nuestras ganas”.“Había llegado la hora de iniciar el ascenso propiamente dicho, agrega Ítalo Chavero, subimos has-ta Plaza Canadá, uno de los campamentos de altura. Después Ni-dos de Cóndores y posteriormente Cólera, cerca del refugio Berlín que es más chico, donde además, los trayectos son cortos no más de 4 horas de caminata, y donde se va armando y desarmando la carpa, se sube con lo necesario y después se regresa al punto de partida en busca del resto”. Los escaladores dicen a dúo que una jornada común se inicia-ba a las ocho de la mañana. Después de desayunar comenzaban a desarmar la carpa para luego iniciar el ascenso al siguiente refugio. Al tiempo que exploraban el terreno, dependiendo siempre de las condiciones climáticas, una tarea por demás riesgosa y lenta. El asalto final comenzó el 27 a las 4:30 de la mañana, la noche que no terminaba de desaparecer, los encontró con casi todo listo, la ansiedad embargaba el ánimo y se daban fuerzas mutuamente, primero fueron las indicaciones y consejos de uno a otro, la revista del equipo de asalto y a caminar.

El primer tramo fue a oscuras, con cuidado, y afirmando cada paso, entre Independencia y La Cueva un fuerte viento casi pone en peligro la consagración de la expedición, fueron unos doscientos metros muy duros, es una zona peligrosa y desgastante. Después del paso por un sector denominado La Paralela y posteriormente el Sendero del Guanaco, hasta llegar al punto esperado, los cronómetros marcaban las 12:40.El objetivo estaba logrado, la felicidad fue desbordando a cada uno, lo increíble estaba alcanzado. Fue una jornada de más de ocho horas de tensión e incertidumbre, donde el peligro, el frío y el viento se mezclaron con el afán de llegar, de de-jar todo para cerrar un ciclo, donde caminar se hace lento y se siente la falta de oxígeno, donde hacer dos pasos equivale a unos mil metros en el llano. Nada importaba, agotados, con las fuerzas al límite, sus rostros quemados por el sol y desencajados por el último esfuerzo, era el fiel reflejo de lo hecho. Hicieron cumbre al tiempo que rebeldes lágrimas caían sobre sus mejillas marcando el momento que vivían. La emoción y la alegría que sintieron Ítalo y Gustavo, fue indescriptible.

Aprovecharon la estadía para documentar el periplo, dejar sus testimonios, desplegar las banderas celosamente guardadas y sacarse cientos de fotografías para el recuerdo. Fueron doce días a puro esfuerzo, un día más que el anterior, el trabajo de un año había dado sus frutos y el objetivo estaba logrado. Ítalo y Gustavo relatan los momentos previos a su arribo a la cumbre: “Los últimos metros fueron de un tremendo esfuerzo, de un lugar denominado La Cueva a La Paralela hay que tener muchí-simo cuidado, es muy peligroso y desgastante, pasamos por El Independencia, un refugio abandonado y por último El Sendero del Guanaco que es más difícil que el anterior tramo o al menos para nosotros lo fue, donde el peligro de un resbalón o una caída es permanente». «Después de estar unos 20 minutos en la cima, decidimos emprender el regreso, el esfuerzo y la falta de oxígeno se hacía notar, y nos costaba respirar”. Cuentan que decidieron –con buen criterio- regresar a uno de los últimos refugios, El Cólera.

Donde pernoctaron, a la mañana siguiente emprendieron el regreso desandando el camino del ascenso, hasta llegar al punto de partida. La expedición estaba cumplida. Gustavo señala que el ascenso le dejó la inmensa alegría de saber que se puede, que todo es posible, sólo hay que trazarse metas para alcanzar el objetivo y agradeció a su familia y al montón de amigos que siempre lo apoyan y al resto de la directiva del Inti-Anti, obvia-mente. Ítalo no se quiere olvidar de nadie por eso no da nombres, pero el recuerdo a su familia y a su novia Verónica es una constante. Recuerda que llegó al club hace dos años y con 125 kilos de peso, buscaba encaminar su vida y la actividad deportiva le dio la posibilidad del gran cambio. Y como si fuera un estilo de vida, ambos ofrecieron su experiencia para aquéllos que se inician en el ascenso a la alta montaña.

El Aconcagua: “El centinela de piedra”

Mendoza es el hogar del punto más alto de occidente: el cerro Aconcagua, con 6.959 metros sobre el nivel del mar, ubicado a 180 kilómetros de la capital de la provincia.

El “centinela de piedra”, significado de la palabra Aconcagua en lengua quichua, dista a unos 12 kilómetros de la frontera con Chile. Y se encuentra dentro del Parque Provincial Aconcagua de 71.000 hectáreas. En la pared sur y también en la que mira al este el Aconcagua presenta impactantes glaciares como el denominado Polaco que recorre la ladera entre aproximadamente los 6.900 y 5.900, y el Güssfeld, con más extensión que el anterior.

El glaciar de Las Vacas tiene una superficie de casi 2.000 hectáreas.

El Aconcagua está situado en extremo sur de la cadena Los Penitentes y es el de mayor elevación del continente americano.

No corresponde a estructuras volcánicas activas como el Tupungato, sino que su altitud actual resulta del levantamiento tectónico de la cordillera.

Publicado el martes 14 de febrero de 2012 en la sección Historias de hoy, escritas por el periodista Johnny Díaz en El Diario de la República.