Expresiones de la Aldea, San Luis

Tratado de conversión

Por Daniela Gil (*)

Pescadooo, me gritaron y se rieron.

Y en esa risa me reconocí.

Ellos no tendrán la dimensión de lo importante que fue que me nombraran.

Ahora, que sé quién soy, voy a intentar encontrar a otros como yo.

Voy a investigar y a estudiar todo sobre la vida en el agua, como respirar, comer, dormir y demás.

Así, cuando llegue el momento de mi transformación, podré estar listo.

Tendré que documentar todo este cambio. Estoy seguro que es de interés científico y humano, también.

Voy a registrar todo, hasta que ya no tenga dedos y me crezcan aletas y no pueda empuñar la lapicera.

Lo llamaré “Tratado de Conversión de pescado a pez”. Seguramente servirá de inspiración para futuros tratados, no sé, de cómo convertirse en fruta o zapato.

Claramente no podrá faltar mi gratitud hacia aquellos que me constituyeron como tal.

En la introducción, comenzaré contando cómo fue mi vida de pescado, antes de volverme pez.

Cómo viví tanto tiempo por fuera, sin agua; cómo necesité del frío para no descomponerme.

Hasta ese instante, cuando mis oídos, sumergidos en otros líquidos putrefactos, con otros ruidos. Hasta ese segundo, cuando esas voces, que ya había escuchado antes; tocaron lo único vivo que había en mí y comenzó la transformación.

Ahí empecé a necesitar menos de todo, y más agua: agua de día, agua de noche, agua de sueño.

Que en un repetir itinerante me dio aletas, cola y branquias, para moverme en la búsqueda de las otras formas del agua.

“La invención colectiva” de René Magritte – (Bélgica, 1934).

(*) Me llamo Daniela, de apellido Gil. Daniela Gil, Gil Daniela, gila, si también me lo han dicho y me reconozco ahí, un poco tonta más veces de la que creía. ¿Quién no se ha sentido un poco gil o gila? ¿Todos alguna vez? Solo que yo lo llevo en mi presentación, en eso que tendría que diferenciarme de una tocaya, sucede que no solo no me diferencia de otras Danielas, sino que une quizás al resto. A otros que sin ser yo o un pariente comparten mi apellido. Aquí estoy, en esta oportunidad no solo compartiendo mi apellido, sino algo más, mi letra, esa que aparece cuando una palabra me convida la posibilidad de darle otro sentido o significado posible.