Expresiones de la Aldea, Notas Centrales

AUTÉNTICAS LUCHAS

La Opinión

Harriet Beecher Stowe nació el 14 de junio de 1811 en Connecticut, Estados Unidos. Fue escritora y abolicionista. En tiempos en los que recrudecen las luchas antirracistas, vale recordar a aquellas que desde las letras ya impulsaban esas batallas. Pasaron muchos años, siglos desde entonces.

Su obra más célebre fue “La cabaña del tío Tom”, una novela publicada en 1852. Allí la denuncia contra la esclavitud era notoria, sobre todo para la época, algo que nos recuerda que lo que se vive hoy en los Estados Unidos no es nuevo.

En ese entonces también fue sorprendente. Su libro se tradujo a más de veinte idiomas y vendió más de 500.000 ejemplares en sólo cinco años.

La obra no solamente fue importante por eso: también encendió los debates acerca de la esclavitud, lo que más tarde derivó en una guerra civil que se llevaría adelante entre los años 1861 y 1865.

Harriet había conocido el tema a fondo: su padre, un clérigo liberal, dedicaba varios de sus sermones a la crítica contra la esclavitud en Cincinnati, lugar al que la familia se había mudado a mediados de 1830. Desde allí conoció de cerca los maltratos y abusos a los que eran sometidos los esclavos en los estados del sur (donde la esclavitud era legal) y también, estando en un lugar en el que norte y sur se cruzaban, supo del llamado “ferrocarril subterráneo”, desde el que los esclavos escapaban de sur a norte para obtener la libertad.

Retrato de Stowe por Alanson Fisher, 1853. Galería Nacional de Retratos.

A lo largo de su vida escribiría varias obras: “El Mayflower” o “Apuntes de escenas y personajes entre los descendientes de los peregrinos” (1843); “Dred: Relato del gran pantano sombrío” (1856); y “El galanteo del ministro” (1859), entre otras.

“Claves a la cabaña del tío Tom” apareció en 1853, un año después de la publicación completa de “La cabaña del Tío Tom”, que hasta 1852 había sido publicado por partes en la revista abolicionista National Era. En esta nueva entrega, y un año después del éxito de la primera parte, Beecher Stowe incluye una gran cantidad de pruebas documentales que justifican su ataque a la esclavitud.

Aseguran que su imagen de escritora se dañó cuando publicó un artículo titulado “La auténtica historia de la vida de Lord Byron”, en donde la escritora señalaba que el poeta había mantenido relaciones incestuosas con su hermana.

LA CABAÑA DEL TÍO TOM – HARRIET BEECHER STOWE (1852)

Fragmento

¡Un almacén de esclavos! Quizás algunos de mis lectores evoquen una visión espantosa de un lugar así. Imaginan un cuchitril hediondo y oscuro, algún horrible Tártaro informis, ingens, cui lumen adeptum. Pero no, mi inocente amigo; en estos días, los hombres han aprendido el arte de pecar con pericia y elegancia, con tal de no escandalizar los ojos y los sentidos de la sociedad respetable. Las reses humanas tienen un buen lugar en el mercado; por lo tanto, son bien alimentadas, lavadas, atendidas y cuidadas para que puedan llegar boyantes, fuertes y relucientes a la venta.

Un almacén de esclavos de Nueva Orleáns es una casa que, por fuera, se parece a cualquier otra, bien esmerada, donde todos los días se pueden ver, en una especie de cobertizo a lo largo de una de las paredes, hileras de hombres y mujeres, que están allí como muestra del género que se vende en el interior. Entonces te llamarán cortésmente para que te acerques y los examines, y encontrarás una gran cantidad de maridos, mujeres, hermanos, hermanas, padres, madres e hijos pequeños, que se han de «vender por separado o en lotes, según las necesidades del comprador»; y el alma inmortal, comprada con sangre y angustia por el Hijo de Dios en una ocasión en la que tembló la tierra, se partieron las rocas y se abrieron las sepulturas puede ser vendida, arrendada, hipotecada, trocada por víveres o tejidos, según las exigencias del mercado o el capricho del comprador. Habían pasado un día o dos desde la conversación entre Marie y la señorita Ophelia cuando Tom, Adolph y una media docena de los criados de la finca de los St. Clare fueron entregados bajo los amantes cuidados del señor Skeggs, encargado de un almacén en la calle…, en espera de la subasta al día siguiente. Tom llevaba consigo un baúl bastante grande de ropa, como la mayoría de ellos. Fueron acomodados para pasar la noche en una habitación alargada, donde otros muchos hombres de todas las edades, tamaños y colores estaban reunidos y de donde procedían carcajadas y sonidos de despreocupada diversión.

“Tío Tom y la pequeña Eva”. Pintura de Edwin Longsden Long. (1866)

 ––¡Ajá, eso es, seguid así, muchachos! ––dijo el señor Skeggs, el encargado––.

––¡Mi gente está siempre tan alegre! ¡Vaya, Sambo! –– dijo animoso a un fornido negro que realizaba las bromas y vulgares payasadas que ocasionaban las risotadas que Tom había oído. Como se puede imaginar, Tom no estaba de humor para unirse a las diversiones; por lo tanto, colocando su baúl lo más apartado posible del ruidoso grupo, se sentó encima y apoyó la cara contra la pared. Los mercaderes de artículos humanos hacen esfuerzos escrupulosos y sistemáticos por fomentar ruidosa hilaridad entre ellos como medio de ahogar la reflexión y hacerles insensibles a su condición. El principal objetivo de las enseñanzas impartidas al negro desde que lo venden en el mercado del norte hasta que llega al sur es hacerle insensible, irreflexivo y brutal. El tratante de esclavos recoge su cuadrilla en Virginia o Kentucky y la conduce a algún lugar conveniente y sano, a menudo un aguadero, para su engorde. Aquí se les alimenta bien todos los días, y, como algunos tienen tendencia a penar, suele haber alguien tocando siempre el violín y se les obliga a bailar; y el que se niegue a estar alegre, cuyos recuerdos de su esposa o hijos u hogar son demasiado fuertes para que esté alegre, se le señala como insociable y peligroso y se le somete a todos los sufrimientos que la inquina de un hombre totalmente irresponsable y endurecido es capaz de infligir. El vigor, la viveza y una apariencia alegre, especialmente delante de terceros, les son impuestos constantemente, tanto por la esperanza de conseguir un buen amo como por el miedo de lo que puede sucederles a manos del tratante si no son vendidos.