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MATRIMONIO IGUALITARIO

Por María José Corvalán

“Tengo la cola cerrada y la mente abierta” decía durante el debate de la ley de matrimonio igualitario en el Congreso el diputado nacional por Salta, Alfredo Olmedo. “Matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer. Si hoy decimos que personas del mismo sexo podrán contraer matrimonio, mañana podremos permitir el matrimonio entre tres o cuatro personas, entre hermanos o entre un mayor y un menor si se aman y hay consentimiento. No sé si estamos preparados para todo esto”, afirmaba Cynthia Hotton, diputada nacional por Buenos Aires del entonces Compromiso por el cambio y una de las principales oponentes al proyecto.

Nada de esto sucedió y a diez años de la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario en Argentina, algunos de sus protagonistas repasan el contexto político y los años que les llevó impulsarla.

Procesos hacia la libertad

El 15 de julio del 2010 se aprobó esta ley en una sesión de 15 horas ininterrumpidas para permitir que las parejas del mismo sexo puedan casarse en Argentina en las mismas condiciones que lo hacen las parejas heretosexuales. Con 33 votos a favor, 27 en contra, 3 meses de debate y 4 años de activismo LGBTIQ, el país lograba ser el primero en toda Sudamérica en dar este paso.

El 15 de julio se cumplieron 10 años de la ley por la que Argentina permite los matrimonios entre personas del mismo sexo. El país se convirtió en el primero de América Latina en reconocer ese derecho

Darío Romero es de San Luis y en la actualidad es coordinador adjunto nacional de UCR diversidad. “La lucha por el matrimonio entre personas del mismo sexo inició mucho antes del 2010, desde diferentes sectores políticos como el socialismo y el radicalismo. En ese momento se hablaba más del “colectivo gay o LGBT” porque conceptualmente no era tan amplio como hoy el espacio de las diversidades sexuales. Para militar el proyecto en cada provincia empezamos a articular y a construir territorialmente y así es como Río Cuarto logra ser la primera ciudad en presentar un proyecto de ley”.

Darío recuerda que San Luis era un escenario muy difícil para abordar el tema y que los cinco representantes de la provincia en la cámara baja y los tres en la cámara alta del Congreso votaron en contra. “La militancia nos costó bastante porque había escasa organización. De hecho cuando se instaló el debate en San Luis había algunas voces a favor pero pocas referencias y me tocó defender el proyecto como parte del movimiento LGBT. Si bien en ese momento no ocultaba mi orientación, tampoco estaba expuesta, así que fue un gran desafío.”

“Nuestra idea de la unión civil era la de un contrato entre dos personas adultas, sin intervención del estado en relación a la legitimidad de la unión, pero cuando avanza el proyecto de matrimonio igualitario detuvimos nuestro proyecto y apoyamos el que impulsaba la federación LGBT”.

Luis Barbiero, activista LGBTIQ

Romero asegura que no fue nada fácil enfrentar a la sociedad y a los medios a la hora de visibilizarse como integrante de la comunidad LGBT, pero que tuvo especial apoyo de sus correligionarios de la UCR como es el caso de Alejandro Cacace (actual diputado nacional). 

“En medio del debate empezamos a recorrer medios de comunicación y a realizar charlas debate en diferentes ámbitos para poder afianzar la organización, lo que era indispensable para conseguir apoyos para el proyecto de ley y en ese contexto es que en junio de 2010 nace la ONG Collage”.

Puertas adentro del radicalismo, Darío fue uno de los cabildantes encargados de “tantear” a las y los diputados de la UCR  de todas las provincias para conocer al menos su posición ante el proyecto de ley. En este proceso político ya sabían que en diputados se iban a lograr los votos pero que la figurita difícil sería senadores. “La gran batalla iba a estar en el senado, era el ala dura del país, el gran vínculo con los sectores católicos, evangélicos y quienes impulsaban las ‘marchas por la familia’ que solo eran negacionistas de derechos al sector LGBT.” El radicalismo logró consolidar cinco votos en el senado para aportar a la aprobación de la ley. 

Luis Barbiero es activista LGBTIQ e integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En ese momento era parte de la juventud de la CHA y trabajaban en un proyecto de ley de unión civil nacional que extendía derechos de matrimonio a personas del mismo sexo y proponían modificaciones a la ley de matrimonio existente con perspectiva feminista, para erradicar la obligación de la monogamia, la obligación conyugal, vivir bajo el mismo techo y conseguir una disolución expeditiva del contrato matrimonial, cuestiones que cinco años más tarde se toman en la modificación de la ley. “Nuestra idea de la unión civil era la de un contrato entre dos personas adultas, sin intervención del estado en relación a la legitimidad de la unión, pero cuando avanza el proyecto de matrimonio igualitario detuvimos nuestro proyecto y apoyamos el que impulsaba la federación LGBT”.

Luis recuerda que realizaron varias reuniones y presentaron un informe “que fue muy importante, porque demostraba que les niñes crecidos en hogares monoparentales eran personas con relaciones afectivas sanas, solidarios, buenos compañeros y sin problemas como los que auguraban los antiderechos”.

Pero finalmente las diferencias políticas entre las organizaciones y las diversas posiciones sobre el contenido del proyecto tuvo consecuencias. Quienes integrábamos el área jóvenes de la CHA fuimos expulsados por mail, aunque éramos las y los que sosteníamos la militancia. Esto nos llevó a construir el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y en cuanto se aprobó la ley de matrimonio igualitario avanzamos con la otra demanda. Aún así, esta ley logró desestabilizar el matrimonio como un capital meramente heterosexual y dió otro piso de discusión sobre los derechos de las personas LGBT”.

Alejandro Vanelli y Ernesto Larrese se casaron en 2010 y fueron la primera pareja que lo hizo bajo la nueva ley en la ciudad de Buenos Aires.

La suma de más voces

Florencia Guimaraes García es transfeminista, coordinadora de la Casa de Lohana y Diana, parte de Furia Trava, Secretaria de género de CTA de La Matanza y trabaja en el centro de justicia de la mujer de CABA. Al momento del debate estaba en situación de prostitución.

“Tenemos que reflexionar que el matrimonio es una institución que tiene que ver con la propiedad privada, el sistema patriarcal y capitalista. Nosotras las travetis y trans somos muy pocas las que llegamos a casarnos y tener resguardo legal en nuestras relaciones sexoafectivas, porque seguimos teniendo relaciones en la clandestinidad, ya sea en el ámbito de la prostitución, o porque pasamos años con compañeros de los que no conocemos sus familias y sus familias no nos concen”. Florencia se casó, y puede contar desde lo personal qué la llevó a tomar la decisión. “Quienes llegamos a casarnos lo hacemos por un resguardo económico, acceso a una obra social, y para poder estar en los momentos de enfermedad o muerte. Muchas tenían parejas que se enfermaban y no podían ni despedirse en ese momento tan terrible”.

Pero la ley de matrimonio igualitario era una de las tantas deudas pendientes en la sociedad argentina. “Nosotras no tenemos derecho al trabajo, lidiamos con obstáculos para acceder a la educación, vivienda, salud, etc. Celebro que podamos acceder al derecho de casarnos y creo que tiene una importancia simbólica y cultural, la de romper las relaciones heteronormadas y decir acá estamos, también podemos construir familias diversas”.

Sin embargo, este sector sigue reclamando por el cupo laboral travesti, trans y basta de transfemicidios y travesticidios: “vivimos en la pobreza estructural, tenemos una expectativa de vida de 35 años y a partir de eso la sociedad complejiza nuestras vidas”. 

María Luisa Storani actualmente es diputada parlamentaria del Mercosur, fue diputada nacional durante el tratamiento de esta ley y es activista feminista.

Para ese entonces el bloque de la UCR  tenía  posiciones enfrentadas: “Había un diputado que era de Vicente López, estaba en contra de la ley y sostenía el discurso de la iglesia. A favor estaba Gil Lavedra y yo impulsando el proyecto mientras que Aguad, que era el presidente, estaba en contra, pero aún así tuvo la responsabilidad de abrir el debate sobre el tema”. María Luisa recuerda que fue una acción muy importante que no se hizo con otros temas pero que “gracias a esas discusiones dentro del partido conseguimos votos a favor. Esto no se hizo con el debate de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en 2018 a pesar de que muchas lo reclamamos”. 

“Era muy gracioso porque había legisladores del interior que estaban desesperados y nos decían que si votaban por la afirmativa no podían volver a su pueblo porque el obispo ¡los iba a tratar de traidores desde el púlpito!…”

María Luisa Storani

Durante meses los bloques se reunían para tomar posición y las reuniones eran intensas y largas. Storani cuenta, entre risas, algunas anécdotas: “el bloque estaba partido en dos y cada vez que llegaba a las reuniones me la encontraba a la diputada Hotton, quien militaba en contra de la ley, hablando en nuestro bloque.  ¡Me daba bronca que se metiera! pero la invitaban. Lo importante es que además hicimos reuniones con las organizaciones LGBT y esto ayudó a comprender el porqué se reclamaba este derecho”.

El cabildeo era diario y para ello hablaban con cada diputado tratando de conseguir votos afirmativos: “Era muy gracioso porque había legisladores del interior que estaban desesperados y nos decían que si votaban por la afirmativa no podían volver a su pueblo porque el obispo ¡los iba a tratar de traidores desde el púlpito! Recuerdo que logré convencer al diputado que se sentaba a mi lado para que votara positivo en lo general y que luego no lo hiciera en particular respecto los artículos sobre los que tenía duda, pero se aprobó en la votación general. Otra cosa importante que sucedió en la sesión fue que el presidente del bloque UCR que votó en contra dividió los minutos y me dio la oportunidad de hacer el cierre a mí, para expresar las voces a favor de la ley”.

A diez años de la ley, lo que en ese momento parecía imposible fue posible y lo que se anunciaba como horroroso y el fin de la familia, no lo fue.

Charles Espinosa es director, guionista y hace teatro queer. “En ese momento tenía 24 años, vivía en Jujuy y participaba de las acciones políticas y callejeras. En mis obras trabajaba contenido LGBT y una de las cosas que más recuerdo es que días previos a la votación, en las puertas del concejo deliberante nos reunimos con todos nuestros colores mientras los que se oponían se paraban en frente nuestro y rezaban. No sé por qué, pero nos miraban y rezaban.”

La ley se aprobó una madrugada fría mientras se sostenían vigilias de esperanza.

Después, todo fue avance.