UN PEQUEÑO RECUERDO DEL VIEJO TORTONI
Iris
Un 31 de agosto de 2005, a los 74 años, murió la Señora Eladia Blázquez. Poeta, pianista, compositora y cantante. Una autora de muchos temas muy porteños. Hermosos temas. Sensibles, entrañables. Este año se cumplen quince años de su partida. Y, como ya dijimos, le vamos a rendir un homenaje permanente.
Viste que la pandemia, y el virus, y la cuarentena y el aislamiento y el distanciamiento han provocado muchas situaciones muy particulares. Y una cuestión interesante es que hay cosas que hacíamos con naturalidad que no valorábamos demasiado. Que nos parecía que no nos iban a faltar nunca. ¿Cómo no vamos a poder ir a un bar a tomar un café? Felizmente, en San Luis, ahora podemos. Pero lo sufrimos un tiempo. Tengo amigos porteños a los que esta abstinencia les duele un montón. Gente grande. Era su momento, era su posibilidad de encontrarse, de decir una pavada compartida, de descargar una bronca, de tomarse un café en un café. Incluso de leer el diario de garrón, o no. De espiar un poco la vida.
El Café Bar “El Tortoni” fue inaugurado el 11 de noviembre de 1958. Fue un lugar de reunión de los hombres vinculados a la política, a lo cotidiano, a compartir problemas, a evitar la soledad. Ubicado hoy en Avenida de Mayo al 800, sigue siendo centro de reunión de gente famosa…
Y la historia es la misma en un pequeño reducto perdido en un barrio, o en un gran salón de frente a una avenida céntrica. Casi que no hay distinciones. Ya no están ni el billar, ni el reservado, ni el salón familias. Tampoco las campanas de vidrio que encerraban sándwiches memorables. Escasea el vermouth con ingredientes. Otros tiempos. Pero Buenos Aires conserva bares, cafés, o confiterías famosas: Las Violetas, la Ideal… mirá, iba a seguir nombrando y me di cuenta que son tantas y tan ricas en historias que merecen un capítulo aparte. Queda la promesa para más adelante. Hoy solo le toca a “El Tortoni”
El Café Bar “El Tortoni” fue inaugurado el 11 de noviembre de 1958. Fue un lugar de reunión de los hombres vinculados a la política, a lo cotidiano, a compartir problemas, a evitar la soledad. Ubicado hoy en Avenida de Mayo al 800, sigue siendo centro de reunión de gente famosa que frecuenta su sótano, donde funciona una peña de literatos y pintores que tuvo apasionada vida en el Buenos Aires de los años 30. Gente como Ortega y Gasset, Luigi Pirandello, Juan de Dios Filiberto, Quinquela Martín. Hoy el sótano es utilizado algunas veces para recitales de tango, pero entre las mesas de arriba, que los espejos multiplican, parecen flotar aún aquellos versos que escribió alguna tarde, allí mismo, Baldomero Fernández Moreno: «Desde un bar, arco iris te saludo, ahíto de café y melancolía».
Escritores, pintores, periodistas, políticos, jóvenes, no tan jóvenes, jugadores de ajedrez y de dominó, tomadores de capuchinos o de chocolate, gustadores del tango, seguidores del jazz, entusiastas de la pintura, todos ellos son solo una parte de los personajes, conocidos o ignotos, que pueblan y poblaron los salones del viejo Café Tortoni.
Y volviendo a Eladia Blázquez, le dedicó, junto a Héctor Negro, un hermoso tema al Viejo Tortoni, y claro, va de regalo. Para atemperar cierta nostalgia.
Viejo Tortoni Se me hace que el palco llovizna recuerdos, que allá en la Avenida se asoman, tal vez, bohemios de antaño y que están volviendo aquellos baluartes del viejo Café. Tortoni de ahora, te habita aquel tiempo. Historia que vive en tu muda pared. Y un eco cercano de voces que fueron se acoda en las mesas, cordial habitué. Viejo Tortoni. Refugio fiel de la amistad junto al pocillo de café. En este sótano de hoy, la magia sigue igual y un duende nos recibe en el umbral. Viejo Tortoni. En tu color están Quinquela y el poema de Tuñón. Y el tango aquel de Filiberto, como vos, no ha muerto, vive sin decir adiós. Se me hace que escucho la voz de Carlitos, desde esta "Bodega" que vuelve a vivir. Que están Baldomero y aquel infinito fervor de la "Peña", llegando hasta aquí. Tortoni de ahora, tan joven y antiguo, con algo de templo, de posta y de Bar. Azul, recalada, si el fuego es el mismo, ¿quién dijo que acaso no sirve soñar?