Expresiones de la Aldea, La Aldea y el Mundo

LA CREACIÓN DE MARY SHELLEY

“Fue un verano húmedo y desapacible, y la lluvia incesante a menudo nos recluía durante días enteros en la casa. Cayeron en nuestras manos algunos volúmenes de historias de fantasmas, traducidos del alemán al francés”, cuenta Mary Shelley sobre el momento en el que, conversando e inventando historias de terror junto a su pareja Percy Bysshe Shelley y al escritor Lord Byron, le surgió la idea de crear al monstruo más famoso de todos los tiempos.

“Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas’ –dijo Lord Byron–; y todos aceptamos su proposición (…) Lord Byron y Shelley sostuvieron muchas y prolongadas conversaciones, y yo fui oyente devota pero casi silenciosa de esos coloquios. Durante una de esas charlas se discutieron diversas doctrinas filosóficas, y entre otras la naturaleza del principio de la vida, y si existían probabilidades de que jamás fuese posible descubrirlo y comunicarlo. Hablaban de los experimentos del doctor Darwin (me refiero no al que él hizo realmente, ni a lo que dijo haber hecho, sino –porque se aviene más a mi propósito– a los actos que entonces le atribuían), que preservaba un trozo de Vermicelli en un frasco de vidrio, hasta que gracias a ciertos medios extraordinarios este comenzaba a moverse voluntariamente. Después de todo, no se trataba de infundir vida. Quizás fuera posible reanimar un cadáver”.

Mary Shelley, 1831. (Crédito: Fine Art Images / Heritage Images / Getty Images).

Sobre esa idea, la de revivira los muertos, (un tema del que se especulaba por entonces) gira la historia de “Frankenstein o el moderno Prometeo”, un libro que Mary Shelley escribió después de esas conversaciones y con tan solo 18 años.

La escritora nació en el seno de una familia de filósofos: su padre, Willian Godwin, era un político inglés, y su madre, Mary Wollstonecraft, pasaría a la historia como una de las voces feministas más importantes de la época. De ella nació la obra “Vindicación de los derechos de la mujer”,que surgiría 1792 en un mundo atravesado por la convulsionada Francia de la revolución.

Mary Shelley la conoció por sus escritos, ya que su madre murió después del parto. Sin embargo, su lucha desde las letras por los derechos de las mujeres fue importante en la vida de la niña: “El recuerdo de mi madre ha sido el orgullo de mi vida”, solía repetir.

Su vida siempre estuvo ligada al mundo de la literatura. Hija de escritores y filósofos, Mary decidió fugarse con el poeta Percy Shelley, que por entonces estaba casado. Con él y con Byron crearon, en una conversación y sin saberlo, el verdadero germen deFrankenstein. Mary tenía una obsesión por lo sobrenatural y las teorías sobre la capacidad de revivir a los muertos, teorías que chocaban con los límites morales y religiosos, además de retar a la ciencia.

El monstruo, además, era una víctima de un sistema realmente monstruoso: “reconocía la división de la propiedad, las inmensas riquezas y la pobreza mísera”, dice la autora. Por lo tanto, es también una criatura desafiante de las normas establecidas.

En contra de las convenciones, como acostumbra a ir Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida como Mary Shelley, podríamos decir que Frankenstein nació el 30 de agosto de 1797: fue el día en el que la autora llegó a un mundo en el que algunos monstruos reales existían, por lo que se propuso crear uno.

Frankenstein y el moderno Prometeo (1818)

Mary Shelley

(Fragmento)

Una desapacible noche de noviembre contemplé el final de mis esfuerzos. Con una ansiedad rayana en la agonía, coloqué a mí alrededor los instrumentos que me iban a permitir infundir un hálito de vida a la cosa inerte que yacía a mis pies. Era ya la una de la madrugada; la lluvia golpeaba las ventanas sombríamente, y la vela casi se había consumido, cuando, a la mortecina luz de la llama, vi cómo la criatura abría sus ojos amarillentos y apagados. Respiró profundamente y un movimiento convulsivo sacudió su cuerpo. ¿Cómo expresar mi sensación ante esta catástrofe, o describir el engendro que con tanto esfuerzo e infinito trabajo había creado? Sus miembros estaban bien proporcionados y había seleccionado sus rasgos por hermosos. ¡Hermosos!: ¡santo cielo! Su piel amarillenta apenas si ocultaba el entramado de músculos y arterias; tenía el pelo negro, largo y lustroso, los dientes blanquísimos; pero todo ello no hacía más que resaltar el horrible contraste con sus ojos acuosos, que parecían casi del mismo color que las pálidas órbitas en las que se hundían, el rostro arrugado, y los finos y negruzcos labios.

Las alteraciones de la vida no son ni mucho menos tantas como las de los sentimientos humanos. Durante casi dos años había trabajado infatigablemente con el único propósito de infundir vida en un cuerpo inerte. Para ello me había privado de descanso y de salud. Lo había deseado con un fervor que sobrepasaba con mucho la moderación; pero ahora que lo había conseguido, la hermosura del sueño se desvanecía y la repugnancia y el horror me embargaban. Incapaz de soportar la visión del ser que había creado, salí precipitadamente de la estancia. Ya en mi dormitorio, paseé por la habitación sin lograr conciliar el sueño. Finalmente, el cansancio se impuso a mi agitación, y vestido me eché sobre la cama en el intento de encontrar algunos momentos de olvido. Mas fue en vano; pude dormir, pero tuve horribles pesadillas. Veía a Elizabeth, rebosante de salud, paseando por las calles de Ingolstadt. Con sorpresa y alegría la abrazaba, pero en cuanto mis labios rozaron los suyos, empalidecieron con el tinte de la muerte; sus rasgos parecieron cambiar, y tuve la sensación de sostener entre mis brazos el cadáver de mi madre; un sudario la envolvía, y vi cómo los gusanos reptaban entre los dobleces de la tela. Me desperté horrorizado; un sudor frío me bañaba la frente, me castañeteaban los dientes y movimientos convulsivos me sacudían los miembros. A la pálida y amarillenta luz de la luna que se filtraba por entre las contraventanas, vi al engendro, al monstruo miserable que había creado.

Boris Karloff en una foto publicitaria de la película de 1935 “La novia de Frankenstein”.