HITOS DE LA PUNTANIDAD
Por José Villegas
Hito 4
Las Órdenes
Referencia geográfica: por un lado, las reducciones jesuíticas en Cuchi Corral, El Portezuelo, La Estanzuela, Paso del Rey, San Antonio, etc.
Por el otro lado, la sede de los Dominicos en el Antiguo Templo de Santo Domingo, actual Colegio Santo Tomás de Aquino (Ciudad de San Luis). La política humanista de los jesuitas en San Luis no se diferencia en absoluto de sus prácticas en el resto de América Latina, es reconocida su actitud de repudio frente al requerimiento (instrumento legal de la corona española para el sometimiento de los aborígenes americanos), la mita, el yanaconazgo y la encomienda.
Impusieron en nuestro territorio sus reducciones con trabajo, educación y arte como hechos dignificantes para nuestros habitantes. Pero, como lo bueno dura poco (sobre todo para los más vulnerables), en 1767 son expulsados de todo el territorio americano por la Real Ordenanza de Carlos III.
Muchos de ellos se negaron a cumplir semejante orden y así fue como organizaron las guerras guaraníticas en contra de los dos imperios más grandes del momento: España y Portugal. Obviamente, fueron aplastados por el poderío militar de estas potencias que, para esta “tarea”, estaban aliadas.
Los jesuitas, economistas pre-socialistas, políticos astutos, artistas, literatos, teólogos y filósofos humanistas, protectores de la cultura y la lengua aborigen, fueron barridos literalmente de San Luis. Con esta ausencia, vuelven las “subastas” en las que se vendían al mejor postor tanto cosas como gente que, ahora volvían a convertirse en “bienes materiales”.
Así, los indios, negros y negras, mulatos, zambos y algunos cuarterones, niños y niñas, volvían, como en un aterrador designio, a la vida miserable de la indignidad, de la que habían sido rescatados por los curas de San Ignacio.
La Biblioteca
En 1732 llegan los primeros jesuitas a San Luis. Fray Ignacio Godoy (Procurador General de la Orden) obtiene de doña Marcela Muñoz de Aldana la donación de una manzana ubicada al sur de la Plaza de Armas. El lugar exacto: actuales calles 9 de Julio y San Martín, ubicación de nuestro Archivo Histórico Provincial.
En la misma construirán la residencia para oficina, la escuela, su infaltable biblioteca y por supuesto, la capilla. Inmediatamente comienzan con su acción educativa estableciendo sus primeras escuelitas autorizadas por el Cabildo en Conlara, Vallecito, El Morro, Guanaco Pampa, La Estanzuela, Cuchi Corral y San Francisco del Monte.
Pero, en 1767, por acuerdo entre los imperios de España y Portugal (con beneplácito del Papa Clemente XIV), la Real Ordenanza de Carlos III ordena la expulsión de la Compañía de Jesús de todo el territorio americano.
Claro, los curas de San Ignacio ya no eran confiables, pues habían osado humanizar a los “salvajes”, y discutir métodos y dogma. Así, los padres jesuitas abandonan Cuyo. El destino de sus protegidos (negros e indios) se decidirá en 1772 en ¡subasta pública! En la Plaza de Armas de la ciudad de San Luis.
En ese mismo año, el Cabildo dispone la creación de la “Escuela de Primeras Letras”, también llamada la “Escuela del Rey”, ocupando las instalaciones que aquellos curas humanistas debieron dejar.
Y, para “cerrar definitivamente el círculo”, en 1776, El Virrey Vértiz dispone oficialmente, ya que ésta fue una acción realizada de facto desde el mismo momento en que los jesuitas abandonaron San Luis, que la Orden de los Dominicos se apodere de todos los bienes que poseía la Compañía de Jesús en el territorio puntano.
¿Y qué pasó con aquella valiosísima biblioteca? La misma contaba con más de 400 volúmenes en latín y otros idiomas de los grandes clásicos de la literatura e historia universal. Pero lo que más impresiona a la luz de las investigaciones es su “desaparición”. Y con ella, también se esfumaron como por arte de magia, los manuscritos originales de Lógica, Teología, Física y Matemática dictados por el mismísimo Padre Francisco Suárez a los escribas de San Ignacio.
Jesuitas y Franciscanos una mirada y práctica cristiana humanista en su mayoría de excelencia y calidez.
El Profesor José Villegas nos ilustra, con gran detalle, dos de los mundos que vivieron nuestros antepasados durante la dominación hispánica. El de los jesuitas los dignificó, y el otro, finalmente triunfante, los sometió a una vida indigna y miserable, dejando sin rastros culturales aquél mundo que la violencia y el poder borró de un plumazo, y algunos sablazos. La Real Ordenanza de Carlos III, ordenando la expulsión de la Compañía de Jesús del territorio ocupado por España, tuvo como corolario la subasta pública de negros e indios como método de dominación por el miedo al resto de aquella pacífica comunidad. Esta injusticia confirma la tesis histórica del economista francés Thomas Picketty, detallada en su abrumador libro Capital e Ideología, que postula que todas las sociedades tienen necesidad de justificar las desigualdades, legitimándolas con reglas morales, económicas, sociales y económicas, sin las cuales el edificio social y político del poder se derrumba. En la actualidad ello también se confirma. Al examinar las reglas que permiten coordinar las estructuras sociales, políticas y económicas de cada país, aparecen distintos relatos dominantes que permiten sostener regímenes desigualitarios, mediante acciones coordinadas de las ideologías, la represión y las formas de comunicar esos relatos. Lo que nos cuenta el Profesor Villegas nos alerta que en esta punta de la historia también hay un mundo desigual, sostenido en un relato convincente y coercitivo como aquél que describe su nota, que concluyó con subastas de los pobladores originarios de nuestro San Luis y el saqueo de nuestros bienes culturales. Excelente referencia al poder y sobre algunas de las causas de la evolución de las sociedades.
Como acostumbra el compañero profesor José Villegas, su crónica nos nutre con su acento y el conocimiento de todo un contexto más amplio de hechos y de tiempo.