La Aldea Antigua

UN BESO POR APUESTA

Sábado 18 de septiembre de 1920

Uno tras otro los muros de las fortalezas masculinas se desploman ante las llamadas de las trompetas femeninas.

En Inglaterra las mujeres se disponen al asalto de las universidades antiguas.

Lo malo es que hay una multitud de mujeres que aspiran a cultivar sus inteligencias y que no encuentran sitio donde hacerlo y por ello buscan la universidad.

Ante este deseo mil voces se levantan. La del catedrático Mr. Tory dice: “las mujeres son siempre motivo de escándalo y desorden. Viendo por este caso, el otro día en la Universidad de Bristol una muchacha se atrevió a besar al rector por una apuesta. Este hecho sería intolerable en Oxford o en Cambridge. Si las mujeres quieren universidades residenciales que creen una para ellas, con una señora rectora a quién podrían besar todos los días de la semana si así lo deseaban”.

Este juicio del veterano Mr. Tory, que desde luego no es compartido por los catedráticos, hace responder a las estudiantes femeninas diciendo que no existe ninguna universidad especial para la mujer y que constituir una sería labor de muchísimo, tiempo con lo cual se perjudicarían grandemente las que ahora se hayan en edad de estudiar. Añaden, entretanto se llega a establecer universidad femenina, hay muchos colegios en magníficos edificios con numerosas habitaciones, algunas de las cuales podrían reservarse para las mujeres.

Es una gran injusticia que estén todos estos centros de élite reservados sólo para hombres en una época en que los hombres y mujeres están considerados iguales ante la ley.

Hay que tener en cuenta y esto creo es lo más importante, que la mujer que se dedica al estudio por lo que hasta el presente se ha visto, no es coqueta ni la naturaleza ha sido pródiga con ella, en las gracias físicas, como en los dotes intelectuales...

Arguyen ellas que lo mismo que están mezcladas con elementos masculinos en oficinas del estado, o bancos, etcétera, pueden convivir con ellos en los colegios y universidades.

En cuanto al caso que se refiere Mr. Tory del beso al rector de la Universidad de Bristol, dice que es un caso aislado, pues esa apuesta no puede ser otra cosa corriente, ni tampoco los rectores son tan fascinadores que inspiren a menudo un amor impulsivo.

Pero en fin, si se teme que el caso se repita, con imponer un castigo severo a la que en el hecho incurra, basta.

Insistan las mujeres en obtener puestos en las universidades y colegios residenciales y como no cedan lo conseguirán. “Ce que femme veut, Dieu le, veut”, mucho más ahora que hasta tienen voto y pueden constituir una mayoría.

Suponiendo que logran lo que ansían, ¿cuál será el resultado práctico de esa promiscuidad social? ¿Servirá de fomento al estudio? Tal vez. Pero también probable que éste se evapore en una atmósfera de flirteo más o menos sin consecuencias.

Así ocurriría esto seguramente si se estableciera un colegio residencial para ambos sexos; el estudio padecería grandemente aún más de lo que padece ahora que no hay esos establecimientos.

Pero en Inglaterra ya puede variar la cosa, no por la tan repetida frialdad inglesa, que en materia de amor no existe, sino por el sentido práctico de este pueblo.

Se puede asegurar que esa promiscuidad servirá de estímulo.

Además, hay que tener en cuenta y esto creo es lo más importante, que la mujer que se dedica al estudio por lo que hasta el presente se ha visto, no es coqueta ni la naturaleza ha sido pródiga con ella, en las gracias físicas, como en los dotes intelectuales.

Así tenemos que las que acuden a las universidades mixtas de Suiza siempre parecen demasiado ocupadas en sus libros para preocuparse de arreglarse los cabellos.

Tan es verdad este hecho de ausencia de gracias femeninas en las mujeres estudiantes, que los americanos han publicado estadísticas por las que se ve que los matrimonios entre los educandos y educandas de los colegios residenciales son rarísimos.

El beso dado al rector de la Universidad de Bristol fue sin duda por ganar la apuesta.

Mujeres estudiantes de la Universidad de Oxford, 1925. Imágenes del álbum de fotografías de Constance Savery, una de las primeras graduadas de Oxford.