San Luis, Tertulias de la Aldea

“LANZA SECA”

Por José Villegas

Datos biográficos del Gral. Juan Saá

En 1818 nace Juan quien, desde muy niño, junto a sus inseparables hermanos José Felipe y Francisco (el concepto de “inseparables” en este caso adquiere una relevancia importantísima, debido al inquebrantable vínculo que los unió toda su vida), recibe instrucción por parte del joven Benigno Domínguez (tal como lo habíamos señalado), pariente de los mismos, preceptor e intelectual cuya corta vida terminará con su fusilamiento en 1841, tema éste que detallaremos más adelante.

Recordemos que, de los tres hermanos, Francisco (“don Pancho” como le llamaban) era el mayor, y Felipe, el menor.

De manera que, en ese ambiente de familia culta y trabajadora pasó sus primeros años aquel niño que sobresalía por su simpatía y vivacidad.

No obstante, poco se sabe de su niñez y adolescencia. Algunos datos hemos podido rescatar de Camilo Domínguez cuando en sus “Perfiles Sanluiseños” nos relata que Juan fue “educado en tan austeras disciplinas, formó su carácter de adolescente en un ambiente de dignidad y civismo, por eso lo vemos correr presuroso a enrolarse como soldado de la libertad…”

Al enviudar, doña Jacinta Domínguez contrajo segundo matrimonio con don BIas Videla, antiguo oficial de la guerra de la independencia, el cual cayó prisionero de Quiroga en la acción de Rodeo de Chacón.

El Historiador uruguayo Walter Píriz Olivera, biógrafo apasionado de Juan Saá, nos relata un testimonio, encontrado de una fuente oral por demás elocuente, sobre los Saá, ya que se trata de don Marcos Emilio Fúnez, contemporáneo de los mismos y conocedor de varios de sus rasgos fundamentales:

“De los hermanos Saá ¿qué puedo decirle? Tendría que quebrar en mil pedazos el retrato que de ellos han hecho sus enemigos. Los Saá tuvieron pañales tan buenos, mucho mejor que los que envolvieron a sus motejadores, ya que llevaron la sangre de Domínguez, Alba, Losa, Videla y Rodríguez, conocidas familias de lo mejor de nuestro país, por su linaje y bienes de fortuna, y por sus sacrificios en pro de la libertad. Los Saá fueron luchadores, estuvieron refugiados entre los indios de la pampa, ellos cerraron el período vitalicio del Gral. Lucero y a ellos les debemos la elección como gobernador de don Justo Daract”.

Foto tomada de una pintura del General Juan Saá, con su uniforme militar, cuando fue nombrado Interventor en San Juan, desde Diciembre de 1860 hasta Febrero de 1861. Foto José La Vía.

Acerca del vínculo familiar consanguíneo de los Saá con las familias más encumbradas y de constante militancia política de San Luis, es necesario destacar, como fenómeno extraordinario, que durante los siglos XIX y XX, sus personalidades más descollantes llevaron como estandarte el lema “Libertad, Constitución o Muerte”.

Tal es el caso de mujeres y hombres como Paula Domínguez de Bazán, los Poblet, los Rodríguez Jurado, Elías y Carlos Juan Rodríguez, de cuyo vínculo con la descendencia de Francisco Saá, descienden Adolfo “el Pampa” Rodríguez Saá, Carlos Juan Rodríguez Saá, Humberto Rodríguez Saá, Ricardo Rodríguez Saá, Adolfo Rodríguez Saá y Alberto Rodríguez Saá.

Todos ellos hombres de Estado, militantes, funcionarios públicos y mandatarios políticos.Y esto es porque, aun perteneciendo estos a uno u otro bando (unitarios o federales; liberales o conservadores; peronistas y no peronistas), es evidente que siempre priorizaron como objetivo supremo la autonomía y la autarquía de la provincia, lo que los hace indefectiblemente los primeros constructores de la Puntanidad, como concepto democrático, republicano, inclusivo e identitario.

De hecho, basten sólo algunos ejemplos roborativos del pensamiento y acción de aquellos y estos puntanos ilustres: primero hubo que enfrentar la prepotencia y los mamarrachos constitucionales del proceso rivadaviano; luego hacer frente a las presiones, caprichos y falta de reconocimiento al pueblo heroico de San Luis por parte de algunos Directores Supremos; después intentar que el “federalismo porteño” de Rosas se dignara a coparticipar las rentas de la aduana y reconociera al federalismo republicano y democrático del interior profundo de un país en formación, tal como lo planteara José Santos Ortiz en 1835; más tarde hubo que enfrentarse a la “pacificación” mitrista y su “guerra de policía” que llevó muerte, saqueo y destrucción a las provincias federales.

(Segunda Parte)