San Luis, Tertulias de la Aldea

EL QUINTO

Por Roberto Tessi

Fueron los conquistadores españoles que cruzaron desde la Capitanía de Chile por algunos de los pasos cordilleranos que durante siglos usaron los chasques incas, quienes le pusieron nombre para registrarlo en su cartografía.

Llegados a Córdoba, sospecharon que en el faldeo de las sierras se formarían ríos y no simples arroyos, por lo que para que los militares expedicionarios no se confundieran los enumeraron, partiendo del Río Primero que bordeaba la población fundada por Jerónimo Luis de Cabrera, los demás siguieron un orden camino al Oeste, el Segundo, el Tercero y el Cuarto, con sus nombres nativos todos ellos pero con la ambición de encontrar la mítica Ciudad de los Césares o El Dorado que cuenta la leyenda.

No hay registro del encuentro de alguna avanzada de Villagra con el último río de la serie numérica, donde en largos tramos es convertido en un arenal durante extensos meses del invierno, porque no llovía y se secaban una a una las vertientes serranas que lo alimentaban. Sin embargo, llegaba, no obstante, como una fantástica culebra, viboreando entre cortaderas, juncos y totoras.

Los originarios dueños de la tierra, le respetaban y temían por lo tanto jamás acampaban a sus orillas, solo se arrimaban en busca de bebida para sus rodeos y para llenar los chifles que les hiciera aguantar jornadas de arreo, bajo el sol o frío terrible que los acompañaba en sus rastrilladas. Se encontraban así con el único descanso de las lagunas que se escondían tras los médanos, muchas de ellas con aguas amargas.

A la altura del Fuerte que se iba a llamar Constitución y a último momento, para no confundirse, cambió su nombre al ser fundado como Fuerte Constitucional, el Río Quinto con su agua de excepcional calidad era la gran recompensa para los que pisaban estos parajes por primera vez.

Por la preocupación de los habitantes, a poco tiempo de hacerse cargo de las parcelas delimitadas por el agrimensor Rivarola, se hizo patente el reclamo de la mayoría de los vecinos en cuanto regular las aguas del río que durante meses escaseaba y en otras desbordaba en mansas crecidas y se llevaba defensas y acequias.

Hay constancias de ello en 1876 donde se constituyó una Comisión para el Agua y Riego que llegó a construir una precaria toma a la altura de la hoy calle San Lorenzo, pero una creciente la sepultó con arena y la Comisión se disolvió.

En 1872 por orden del Gobernador de la Provincia se designa Juez de Aguas a un señor de apellido Caviola, pero a poco de funcionar lo obligaron a renunciar y recién ahí, en pleno año 1875 se hace cargo la Municipalidad ejerciendo control sobre las comisiones formadas y a efectos de regular la actividad mediante un reglamento de uso del agua y riego.

Los permanentes tapones de arena que inutilizaban las tomas construidas fueron perfilando la necesidad de un dique que diera solución permanente a la provisión del agua y su desvío a las zonas de siembra.

Un gran aporte hizo el ingeniero Cipolletti, de vasta experiencia en obras hídricas en Italia y aquí en la Patagonia, no obstante ello, no pudo imponer su proyecto técnico en el concurso nacional, por lo cual las autoridades optaron por la propuesta del Ingeniero italiano Orestes Vulpiani. Fue con su dique nivelador que logró establecer una marca profunda en el desarrollo y progreso de Villa Mercedes, y fue reconocido por la comunidad de entonces que impuso su imagen en el escudo de la ciudad.

Un grupo de personas, visitan el puente sobre el Río Quinto en Justo Daract, provincia de San Luis, hacia 1937. Foto: José La Vía.