LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE OSCAR WILDE
“Puedo resistir casi todo, excepto la tentación”, Oscar Wilde
Gabriela Pereyra
El 30 de noviembre de 1900 fallecía Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde, conocido en el ambiente artístico literario como Oscar Wilde. Su nombre y personalidad lo llevarían a la fama casi sin escalas, sin embargo, al final de sus días ni su nombre lograba conservar. Sebastian Melmoth fue el seudónimo que eligió en su autoexilio en París, al salir de la cárcel inglesa, dado que el apellido Wilde era considerado inmoral y deshonroso para la sociedad victoriana en la que había sido juzgado por sus conductas. Su elección sexual y el atrevimiento a desafiar la sociedad de la época dieron como resultado que fuera a prisión, condenado a realizar trabajos forzosos.
Este Wilde, devenido en Melmoth, era el que se apagaba, enfermo de meningitis, ese día en una empobrecida habitación del hotel parisino D’Alsace, moría. Tenía solo 46 años. Para un hombre cuyo evangelio era la belleza por sobre todas las cosas, el tramo final de su vida no tuvo nada de bello.
Cuentan, quienes encuentran romántico mantener el mito de su sarcasmo hasta en los momentos previos a su muerte, que luego de pedir una copa del champán más caro del hotel y, consciente de que no podría pagarlo, le confesó a su doctor: “Estoy muriendo por encima de mis posibilidades”. Otros van más allá y dicen que su esencia de “esteta” lo hacía despotricar contra el mobiliario del lugar y que habría manifestado: “Estas cortinas me están matando”, “este papel pintado y yo estamos luchando a muerte, uno de los dos tendrá que marcharse”.
Como sea, hoy los hechos demuestran que es su arte el que perdura por encima de la historia que los hombres arrastran en su paso por el lodo, la moral, la frivolidad, las convicciones y las contradicciones que habitan en su faz terrenal.
Hacia la construcción de un Dandy
Oscar Wilde fue un escritor, poeta, dramaturgo, ensayista que nació el 16 de octubre de 1854 en Dublín, Irlanda, en el seno de una familia protestante y acomodada. Fue el segundo de tres hijos que concibieron el prestigioso médico Sir Williams Robert Wills Wilde y su esposa Jane Francesca Elgee. Ella era una escritora de éxito y una nacionalista de la causa irlandesa, conocida con el sobrenombre de Speranza.
La relación que Wilde tendrá con su madre, según indican sus historiadores, será fundamental para su despertar artístico y social.
Oscar era un joven brillante e inquieto. Su vida universitaria transcurrió con el mejor promedio alcanzable. Fue educado en casa hasta los nueve años. Gracias a una beca de 95 £ anuales, el 17 de octubre de 1874 ingresó en el Magdalen College, de Oxford, donde continuó sus estudios hasta 1878, allí se graduó con honores con el título de Bachelor of Arts.
Es en la época de Oxford donde él se acerca a lo que se convertiría en su evangelio: el esteticismo. La fe estética, la búsqueda de la belleza es el principal propósito del artista verdadero por encima de cualquier otro tipo de condicionante. La vida imita al arte mucho más que el arte a la vida.
El arte no expresa nunca otra cosa que a sí mismo, “arte por el arte mismo”, despojado de moral, morbo u otras interpretaciones. Y esa es la fe que profesaba Wilde con profundo convencimiento y que terminó de fortalecerse en su incursión por Francia donde conoció además a Baudelaire, Mallarmé, Víctor Hugo, Verlaine, Zola, Degas, Gouncord, y Daudet.
Nunca mejor dicho, genio y figura, el escritor hacía de lo estético un culto y así lo evidenciaba su forma extravagante de vestir y los detalles de su apariencia. Basta ver fotografías de la época. Fue su genio, la elocuencia de sus palabras, el sarcasmo y agudeza lingüística, lo que lo convirtieron en un personaje infaltable en los eventos sociales. “El dandy” como lo consideraban, disfrutaba de un tiempo exitoso por sus escritos y la fama que ya cruzaba de continentes.
De hecho, durante un año recorrió Estados Unidos, (1882), dando conferencias sobre valores estéticos y recibiendo el trato de lo que hoy se consideraría una estrella de rock. Bromeaba con sus amigos sobre tener en América más fama de Dickens.
De amores
En Londres conoció a Constance Lloyd, hija de Horace Lloyd, consejero de la reina. Finalmente, se casaron el 29 de mayo de 1884 en Paddington. La pareja tuvo dos hijos: Cyril, (1885), y Vyvyan, (1886). Ya de grandes, pese a que no se vieron más, los hijos recordaban a su padre jugando con ellos en el piso, algo inusual en un hombre para la época.
Wilde debía ser además sostén de familia y las regalías de sus obras no eran por el momento suficientes, así que incursionó en periodismo. Escribía reseñas de arte y se convirtió en el editor de Woman’s World (Mundo Femenino).
Su mujer supo describir a Wilde con un juego de palabras: “weak rather than wicked” algo así como “débil, más que malo”. El escritor, pese a estar casado, no abandonaba su profusa vida social y los gastos que ésta le ocasionaban. Esa situación empeoró cuando conoció a Alfred Douglas, Bosie, como le llamaba, un poeta de 21 años, tan atractivo como caprichoso, y al cual volvió su protegido.
El padre del joven era el marqués de Queensberry, un aristócrata pionero en establecer las reglas del boxeo, que pretendió separarlos de muchas formas. Intentó boicotear el estreno, en febrero de 1895, de la obra teatral La importancia de llamarse Ernesto. El detonante sería la famosa nota que dejaría para el escritor en un club de los bajos fondos londinenses: “Para Oscar Wilde, que alardea de somdomita” (textual).
Culpas, sin disculpas, ni perdón
Esa nota pareció estar maldita, ya que Wilde empujado por Douglas, quien estaba obsesionado en vengarse de su padre, lo incitó a defender su honor en la justicia.
El escritor inicia contra el marqués un juicio por Difamación, y si bien al principio el marqués queda preso, y todo el hecho se vuelve un escándalo sin precedentes para esa época, luego la causa da un giro y con la defensa del Marqués se orquesta un golpe penal que sería el fin para el irlandés.
Luego de tres juicios diferentes, el acusador queda como acusado, y es la vida y la moral de Wilde la que pasa por la lupa de los jueces.
De diferentes partes de Londres llegan testigos que dicen dar cuenta de la vida lujuriosa de Wilde con hombres y jóvenes. Y hasta partes del texto de su novela El retrato de Dorian Gray son aportadas como supuesta evidencia. Finalmente, Wilde ve el ocaso en lo que será su sentencia contra su vida y su obra artística.
Inglaterra ha condenado la homosexualidad hasta 1956. Fue declarado culpable de comportamiento indecente con los hombres, por cometer actos de “indecencia grave y sodomía”, un cargo menor, pero por el cual recibió la pena máxima en virtud de la Ley de Enmienda a la Ley Penal: dos años de trabajos forzados, que cumplió entre 1895 a 1897 en la cárcel de Reading.
Su espíritu y su salud física quedan severamente afectadas y nunca vuelve a ser el mismo. Como en otras oportunidades, siente el impulso de acercarse a la fe católica, antes se reprimía por la religión de sus padres, pero en sus últimos momentos logra que un sacerdote lo reciba como miembro de la iglesia como su última voluntad.
Su familia tras el juicio se cambió el apellido al de Holland y huyó de Inglaterra, él nunca más vio a sus hijos.
La historia habla de “perdones” o indultos a personas homosexuales como si hubiese algo que perdonar, nada dice de “disculpas”. Pese a esta argumentación hipócrita, en 2016 el Gobierno Británico promulgó la llamada «Ley Alan Turing», una enmienda a la Ley de Vigilancia y Policía que supuso el perdón póstumo a los homosexuales ya fallecidos y un perdón automático a los vivos que hubieran sido condenados por ello. No obstante, Wilde no se encontraba en ese listado por tener temas pendientes a investigar.
Su nieto, MERLIN HOLLAND, uno de los biógrafos del escritor, manifiesta no estar de acuerdo con que se haga de su abuelo un mártir de la causa gay.
Los especialistas en su historia opinan que si Wilde no hubiese enfrentado al Marqués tal vez hubiese recibido una condena social, pero hubiese evitado la penal.
El verdadero arte: su obra
Oscar Wilde tuvo la capacidad, la astucia y la inteligencia de escribir sobre una sociedad, las contradicciones e hipocresía aristocrática, con tal elegancia, belleza y contundencia que parecía no ofender. Gran parte de su público eran justamente foco de sus críticas y sin embargo reían y aplaudían. Wilde también es víctima de estas contradicciones porque ellas le permitieron la vida que eligió disfrutar mientras duró, pese, por ejemplo, a abogar por el anarquismo y el socialismo.
Nos deja para la literatura universal, entre tantas otras: El príncipe feliz (1888), (época en que sus hijos lo inspiraban), El ruiseñor y la rosa, El gigante egoísta, El amigo fiel, El famoso cohete, todas de 1888. En 1891 llegará “El crimen de lord Arthur Savile y otras historias”, donde se encuentra «El fantasma de Canterville».
Escribió múltiples Ensayos como: Intenciones (1891) que agrupa «La decadencia de la mentira», «Pluma, lápiz y veneno», «El crítico artista», «La verdad sobre las máscaras» y luego llegará “El alma del hombre bajo el socialismo” (1891-1904).
Sus obras de teatro son quizás los textos que más repercusión alcanzaron, en una época donde el teatro era estelar ante la inexistencia de cine y televisión. Obras como “La duquesa de Padua” (1883), “El abanico de Lady Windermere” (1892), “Una mujer sin importancia” (1893); “Salomé” (1893, en francés y 1894, en inglés); “Un marido ideal” (1895) y “La importancia de llamarse Ernesto” (1895), obra teatral cumbre.
Entre sus poemas mencionaremos por su relevancia contextual “Balada de la cárcel de Reading” (1898), escrita ni bien salió de la prisión y donde denuncia las condiciones carcelarias. Y su única novela: El retrato de Dorian Gray (1891) es hasta nuestros días de un peso indiscutible. De profundis (1905) es una carta extensa, escrita en prisión, que describe todo lo vivido, reflexionado y hasta lo arrepentido que se encontraba por esos días. Supuestamente, iba dirigida a Douglas.
Hermosa nota!