Expresiones de la Aldea, San Luis

VUELTA Y MEDIA

Por Jorge Sallenave

Quien apareció por la casa de Eli fue el intendente. Le dijo que había ordenado a un empleado municipal seguir a su esposa. De las actuaciones del empelado surgió que un médico famoso se encontraba en la ciudad y que la esposa del intendente había ido en consulta. También lo puso en conocimiento que la mujer de Ángel o alguien en su nombre, había pegado carteles de publicidad para recibir turnos.

—Lo lamento señor intendente. Ignoro si las mujeres que visitaron al doctor Reinaldo Hodara tienen algún tipo de enfermedad.

—Si lo sabe no me lo dirá.

—Le juro que no he hecho de chismosa. ¿Por qué no le pregunta a su esposa?

—Si está enferma me veo obligado a abandonarla. A un intendente que mantiene a una esposa con enfermedad terminal se le disminuye el poder. Yo la quiero, pero la política me interesa más.

—Usted señor intendente, puede morirse antes.

—Es posible, pero me mantengo en forma, en buen estado.

—Si usted me permite, le mostraré algo dijo Eli, sacándose la blusa y el corpiño.

—¡Qué hace!

—Necesito mostrarle una enfermedad terminal de la que me salvó Ángel, mi marido —Eli mostró sus senos—. Yo estaba dispuesta a terminar con mi vida. Santa Mónica y Ángel me salvaron. Trate de hacer algo por la vida de su mujer.

—No le veo nada extraño a sus pechos.

—Todo plástico. Un cirujano me hizo un buen trabajo. No piense que la Intendencia le durará para siempre. En algún momento la perderá. No así en el caso de su señora. Lo acompañará de por vida y si no sucediera, usted sentirá orgullo por salvarle la vida, siempre y cuando ella esté enferma.

—Lo pensaré.

—No tiene que pensar en nada. Ella le ha dado años, la política va y viene. No existe un bien mayor que ayudar en momentos difíciles a un tercero. Por último, le diré que una persona se vuelve grande si tiene en cuenta a un tercero. Hasta es posible que la Intendencia le dure unos años más. Hasta luego, hemos hablado demasiado tiempo, no puedo ayudarlo más, de usted depende hacer el bien o inclinarse por lo material.

—La vendré a ver otro día.

—Solo si opta por dedicarse al bien.

Así como Eli no hablaba de los pacientes intentaba ignorarlos, sucedía lo mismo con Reinaldo y Ángel que jamás habrían dicho que la esposa de Micheli, por su intermedio, había pedido un turno.

Ilustración de Stefano Vitale.

Micheli encontró a los dos amigos en el centro de la ciudad frente a uno de los bares que rodeaban la plaza. Les llamó la atención que los invitara a tomar algo porque su espíritu usurero le negaba gastar un peso en nadie. Lo acompañaron y eligieron una mesa frente a la ventana.

—¿Nos toca pagar a nosotros? —preguntó Rolando.

—De ninguna forma. Soy yo quien está agradecido. ¿Pueden creer? Mi señora no tiene ninguna enfermedad. Como les dije, abonaré algo más por el metal que me traigan y por supuesto, el consumo de esta mesa me pertenece.

—Nosotros no hicimos nada. Eli fue quien se ocupaba de dar los turnos.

—Le agradezco su solidaridad, pero no dudo que a ustedes dos les debo un turno que mi señora no lo podría conseguir porque el doctor Hodara estaba cubierto. Además, no tiene importancia si mi señora está o no enferma, yo la adoro.

Tanto Micheli como el intendente comenzaron a visitar la casa de Eli. A veces coincidieron con los tres comiendo. La presencia del usurero y del intendente les llamó la atención, pero no hicieron comentarios.

El usurero les producía rechazo, no así el intendente porque reconocían sus diferencias políticas y hasta veían un hombre de bien.

Tanto el uno como el otro volvían cada tanto con las respectivas señoras. La diferencia es que la cónyuge de Micheli se mostraba alegre, no así la esposa del intendente que mostraba un rostro triste. Eli le preguntó al intendente si se había propuesto ser un hombre de bien. El intendente se acercó a Eli y por lo bajo le dijo que no se presentaría a las próximas elecciones y se dedicaría a su mujer. La esposa sonrió por primera vez.

Eli esa misma noche habló con Rolando, le pidió autorización para poner un comedor para los niños pobres. Le propuso que él viniera a quedarse en su casa, que a Ángel le parecía una buena idea, porque la pobreza de los niños era algo que se veía por todas partes. Por supuesto que necesitaría dinero para mantener el comedor comentó Eli.

—También ollas grandes, cocina industrial y varias cosas más. Contá con el dinero. Pensá también en los empleados que tendrás.

Ilustración de Stefano Vitale.

—Ya lo pensé, hay gente solidaria que me ayudará. Santa Mónica colabora también y vos pondrás el dinero.

El comedor comenzó a tomar forma en la casa de Rolando. Las mujeres que colaborarían se inscribieron y a Eli le correspondió establecer un índice de pobreza.

El día que inauguraba el merendero, la presencia de los indigentes se multiplicó.

Estaban presentes el intendente y su señora y también Micheli y su esposa.

El intendente hizo un gesto de silencio, manifestó que él nada había hecho por el merendero, que Eli era la única autora.

—Les pido un aplauso para ella. He decidido dejar la política, no me presentaré a las próximas elecciones, se los digo a ustedes porque siempre me han apoyado.

¿Quiénes fueron los que se ocuparon por ampliar la dimensión del merendero?

Micheli y el intendente.

¿Cómo lo lograron?

Adquirieron un terreno colindante con la casa de Rolando y agregaron 50 sillas más.

Eli se dio cuenta que el merendero superaba sus fuerzas. Lo peor: que no lograría terminar con la pobreza en el pueblo por más que Santa Mónica la ayudara.

Eli se dormía y soñaba con Santa Mónica que le ponía una mano sobre la cabeza y le decía que el hombre viene de la pobreza. Curiosamente la maldad ha venido con él. La santa desaparecía y Eli despertaba.

(7ma entrega)