Por Pilar Laje (*)

El río está subiendo rápido pensó él hombre sentado en un escalón del muelle marrón.

Si sigue subiendo así va a llegar a tapar el terreno, se dijo el chico mientras miraba el agua sentado en un escalón del muelle azul.

El hombre pensó que iba a tener que desatar la canoa por la creciente. Los juncos se retorcían y bailaban con el paso del agua y del viento sudeste cada vez más intenso.

El chico empezó a desatar el kayak porque la crecida era fuerte y la correntada se lo podía llevar. ¿Cómo iba a salir a pescar sin su bote?

De todos modos, con ese viento y tanta corriente, imposible pescar algo. Ese pensamiento los invadió a ambos. Estar allí era perder el tiempo.

Sabían, sin embargo, en lo más profundo de su ser que no. Para otros quizás, pero para ellos dejarse hipnotizar por el correr del agua y el quejido del viento era atarse al río. Abandonarse a un entresueño de sombras tejidas por casuarinas y humedales; sumirse en el crepúsculo naranja del cielo. Y allí se encontraban siempre. Sin conocerse, pero con una memoria de antaño adherida a la misma sangre; a la familiaridad con que se adivinaban y se intuían. Sus evocaciones, el liquidámbar ocre de otoño que fue creciendo en esa orilla durante cincuenta años.

El hombre empezó a desatar la canoa porque la crecida era fuerte y el agua se la podía llevar. Miró una vez más el cielo desde el escalón del muelle.

El muchacho pensó que iba a tener que desatar el kayak por la creciente. Miró una vez más el cielo desde el muelle. Los juncos se retorcían y bailaban con el paso del agua. El viento sudeste soplaba cada vez más intenso. 

Pilar Laje vive en San Luis desde hace casi dos años; importada desde Palermo (CABA) donde nació, hizo una escala de unos 10 años en Lanús, (Bs As), antes de llegar a la capital puntana. Es Profesora de Historia, Productora de seguros y casi traductora de Inglés. Despunta el vicio de la lectura y la escritura desde hace muchos años, pero solo desde hace un año participa en los talleres literarios de Silenciosos Incurables de Viviana Bonfiglioli.