Una máquina de vapor y un destino
Por Laura Eugenia Moreno
Invertebrada viajo por la rueda de la vida. Voy a una fiesta, despreciable. Me persigue feroz el abandono, desmedido y un engaño inmensurable, o dos, o tres, cuatro. Quién sabe. Es inevitable cruzar por un bosque, farsante de árboles. Disecados. Sin oxígeno y talados. Se han quedado Sienten frío, y ya es muy tarde. Las lágrimas azucaradas, succionan las heridas (como abrojos) a varias nomeolvides de perdones que no fueron. Que nunca serán. Me obnubila una máquina de vapor, como un fantasma resentido. Comparo, saco cuentas que acaso restan. Los peces hambrientos, desnudos, sin sueños, me persiguen me alcanzan. Del mismo modo, los reptiles, que pronostican el ocaso. Peso tanto como un alerce quemado por el fuego del olvido. Ni un título, ni un anillo, Ni una casa. Huérfana de caricias. La rueda se detiene. Cansina, oxidada. Egoísta, la hago andar, No queda tiempo para regresar al nido, al lago. Invertebrada viajo. Tapada por el humo. Sin más nada que un destino.
(*) Marzo me alumbró y me vio nacer. Un nombre: Laura. Mimada y amada crecí. Mi casa: modesta, sin lujos, con pocos libros (acaso eran dos o tres), juguetes algunos; el preferido: una pava con un mate, recuerdo de la infancia. Inexorablemente, estudiar fue mi salvación. Ser docente, dar clases de gimnasia, dibujar con carbonilla, hacer escultura, escribir, leer siempre y mucho. Talleres, adorarlos.
Mi colchón es de libros. De tapas duras y blandas. De bolsillo. Con y sin ilustraciones. Descanso y me hacen feliz. Considero que la vida es un aprendizaje. Que los sueños son para alcanzarlos. Nada dejo ni dejaré en el camino. De seguro, es una nueva oportunidad. La abrazo. Y levanto vuelo.
Muy bueno! Felicitaciones!