EL HOMBRE GATO
Por Sebastián Reynoso
Recuerdos de Vicente Quiroga, un vecino de la ciudad viene a mi memoria. Yo era un niño, después de jugar toda la tarde con algún amigo de la infancia, mi madre nos entraba ‘pa’ dentro’ solía decir redundante, después de un baño caliente nos servía él té, el mate cocido o la leche, acompañado de un pan casero que ella, mi vieja querida amasaba.
Solía acercase don Quiroga. Viejo, de frente amplia, manos ásperas de tanto trabajar, de sonrisa contagiosa y voz grave que atrapaba la atención contando historias, aunque muchas de ellas no lo tenían como protagonista, sino que le sucedían a alguien más o que él, de oído atento, solía cazarla de boca de otros. Como la que se rescata ahora.
Recuerdo que, por aquellos años, en los 80 comenzaron a aparecer en Villa Mercedes noticias sobre un hombre enmascarado que vestía todo de negro, y que se les aparecía a los vecinos en su casa maullando y raspando puertas y ventanas, dicen que su primer ataque fue a una menor durante una noche, días más tarde este misterioso salvaje atacó a un joven de 23 años, y fue este el relato más claro que le llegó a los vecinos y autoridades de lo que le tocó vivir.
Fue un martes a la noche, el joven venía de la casa de su abuela, caminaba por la calle a paso lento, cuando de pronto sintió que detrás venía alguien más, en ese momento le restó importancia, aunque apuró el paso. Al darse vuelta vio un hombre, el que también apuró el paso, ya en ese momento, sin dudas alguna, comenzó a correr, al mismo instante que el hombre corría detrás de él. habrá corrido cuatro cuadras, ya sin aliento, cuando lo alcanzó, lo hizo caer y lo agarró bien firme, el joven trato de zafarse, pero no pudo, solo escuchó de su voz una palabra que no logró imitar, pero juraba que se parecía a un maullido muy fuerte con una voz gruesa.
Al joven comenzó a golpearlo mucho y lo rasguñó en el cuello, pues lo había sostenido muy fuerte con ambas manos y parece que tenía púas puestas en los guantes, eso pudo saberse porque un médico de la policía le dijo que si lo hubiese lastimado con uñas de verdad la forma de la herida sería distinta.
No pudo verle en ningún momento la cara, tenía una máscara negra. Intentó sacársela en uno de los tantos forcejeos, pero no pudo, pues empezó a pegarle más, era más alto según sus descripciones, por la manera de pegar se notaba que era un hombre bastante fuerte, el joven se quedó desmayado en el suelo, cree que por unos 15 o 20 minutos, la policía luego le dijo que se quedara tranquilo, pero él no quiso volver más por el barrio hasta que lo atraparan.
En los días siguientes se registraron más apariciones en el mismo y en distintos barrios, sin que la policía pudiera capturarlo, justamente por esa gran velocidad para desaparecer. María, una vecina contó, “que al principio aparecía una vez cada tanto, ya después empezó a hacerlo más seguido, y sé que apareció en lugares muy distintos y a horas simultáneas, un fantasma no era, el diablo tampoco, creo que de pronto encontró un montón de imitadores, tontos que encontraban divertido este temor popular y maullaban y rasguñaban puertas y ventanas para asustar a alguien nada más… entorpeciendo, por supuesto, alguna buena intención policíaca.
Uno de los vecinos organizó una barriada para ir a buscarlo a este desconocido, varios fueron los hombres que se armaron de valor, y con linternas y armas salieron a cazarlo por la noche, pero sin tener éxito, lo curioso de todo, es que estos vecinos al regresar a sus casas se enteraron que el hombre extraño había estado de visita en las cercanías de sus hogares, con sus característicos maullidos. El hombre Gato, se hizo leyenda ya que nunca pudieron atraparlo.