Por Edith Nicotra (*)

Cansado de tanto absurdo bosquejo y trazos fallidos, un día dejó de arrancar páginas, decidió ser amable con él mismo. No dejaría su búsqueda, tampoco se prometió ser bueno, solo aceptaría sus falsedades, su avaricia, y su irremediable carácter iracundo, pues no podía encerrar su sentir en un frasco, solo podía reconocerse como el puñado de emociones que es, aunque eso le costara tanto.

Comenzó a leerse y a reescribirse, y vio algunos descubrimientos.

Algunas hojas fueron canciones, otras pañuelos, astros o satélites, muchas fueron arte. Sin pensarlo, se fue sintiendo abastecido, completo y libre de su propia cárcel, sus aullidos ahora eran dulces soplos.

Cubrió sus vacíos con amores propios y también recibidos, aceptó sus cicatrices. Encuadernó sus páginas, y se dejó leer por nuevos ojos, ahora es más libre que nunca y es de todos al  mismo tiempo.

(*) Nací en suelo puntano, soy una orgullosa de mi tierra y de mi raíz. Soy buscadora, me gustan las letras, los pinceles, los materiales, las texturas, los ingredientes. Todo lo que aporte al oficio de crear. Mi nombre es Edith Nicotra y  asisto al Taller Silenciosos Incurables desde el 2017.