Reportajes

Jésica Belén Díaz- 11/04/2021

Mi nombre es Jésica Belén Díaz, nací el 29 de junio de 1995 en la ciudad de San Luis. Crecí en el Barrio Jardín. Mi infancia fue feliz dentro de todo, con algunas necesidades, pero mi mamá y mi abuela, en ese entonces, trataron de sacarnos adelante a mi hermano y a mí. Mi madre trabajaba todo el día, así que nos la pasábamos jugando en el barrio. Me recibí en la Escuela Agraria, también concurríamos a la parroquia de San Charbel, donde formábamos parte de los grupos. Jugábamos al fútbol, a las escondidas, con las bombitas de agua, y muchos otros juegos en un barrio que hasta hace poco era muy tranquilo y familiar, podíamos estar hasta tarde en la calle y estaba todo bien. Cuando éramos más chicos mi madre tuvo cáncer y fue una pelea larga, complicada, pero que la pudo superar, estaba mi abuela que ya falleció, mi mamá le puso toda la onda del mundo y nunca se quedó, gracias a Dios salió adelante. Mi abuela falleció de cáncer de colon que nunca se lo detectaron, hubiera tenido el apoyo de mi mamá para salir adelante. Después de finalizar el colegio ingresé a bomberos voluntarios de El Trapiche, y desde hace cinco años que estoy al servicio de los demás.

Hace un año y cuatro meses fui mamá, lo que me limita la actividad en el cuartel, ayudando desde donde puedo. Siempre me gustó el trabajo en bomberos, mi hermano fue cadete en el cuartel de San Luis capital, me llamaba la atención pero nunca me animé. Cuando fui creciendo seguía la actividad desde afuera, cuando había algún incendio sentía que quería estar ahí. Me llamaba la atención los cuarteles del interior, de cómo sería el trabajo allí porque es distinto a uno de la ciudad con el de El Trapiche por ejemplo, donde tenemos un “estructural” por año y el resto es todo forestal. Un día me decidí y presenté los papeles, un 18 de septiembre entré a formar parte, arranqué con las guardias y nunca paré.

Además trabajo en Defensa Civil Municipal de la Ciudad de San Luis, lo que me limita para viajar hasta El Trapiche, ya que tenemos horarios rotativos. Cuando puedo voy y cumplo horas, si no los fines de semana, si puedo hago 24 horas seguidas. En Defensa Civil hacemos el mismo trabajo que hace un bombero voluntario, salimos a los incendios, intervenimos en accidentes, si se cae un árbol lo cortamos y lo sacamos, es decir en todo tipo de problemas. Generalmente se piensa que es un trabajo para hombres, pero es un concepto equivocado, nosotras trabajamos a la par de los compañeros, tanto en El Trapiche como en la ciudad, es exactamente lo mismo. Si hay que apagar un incendio se apaga, si hay que cortar un árbol se corta, no hay diferencia, todos hacemos de todo, no hay diferencia entre mujeres y varones. La relación siempre ha sido igual, una aceptación total de mis compañeros, con ayuda permanente y aprendizaje de mi parte, ayudándome a progresar y aprender lo nuevo. Muchos se especializan en diferentes tipos de intervenciones, yo participo en todas, eso depende de cada uno, a mi me gusta participar en lo forestal, siempre quise capacitarme más en BREC, que es  búsqueda y rescate en estructuras colapsadas. Hace poco que estoy en defensa, fui recibida de la mejor manera por todos, era un grupo ya formado y todos me enseñaron mucho, tengo dos compañeras que ahora son mis amigas.

Tenemos mucha actividad, por día mínimamente una intervención hacemos, por árboles caídos, inundaciones, casas a punto de caer, en los días de lluvia que son muchos últimamente, hacemos prevención por los autos que se quedan. En temporada de incendios forestales salimos a trabajar fuera de la jurisdicción, más que dentro de la nuestra.

Mi familia está compuesta por mi mamá Roxana, mi papá del corazón que se llama David, mi hermano Oscar y mi bebé Luciana, de un año y cuatro meses. Mi sueño es darle una casa a mi hija, agradezco a quienes me apoyaron siempre, tengo en mi cabeza a la profe Patricia de la Escuela Agraria, ella siempre me empujó para que salga adelante, como mis amigos, compañeros y familia. En todos los incendios que nos ha tocado hemos sabido manejar los momentos, recuerdo en Balde de la Isla una vez se nos vino encima, logramos salir todos y al rato nomás lo apagamos. El viento estaba muy cambiante y cuando se podía atacar atacábamos y cuando no salíamos hacia otro lado para evitar que nos encierre, fue un momento difícil pero lo pudimos manejar.

Muchas personas piensan que ni loco se meten… nosotros al contrario, queremos entrar, es mucha satisfacción ayudar a otro. Cuando vemos como queda todo es muy triste, nos duelen los daños de flora y fauna, nos duele no poder llegar a tiempo para salvar a los animales, es muy feo. Tenemos gran ayuda de la gente que trabaja en los campos, muchas veces los baqueanos ya están trabajando en el lugar y lo único que hacemos es terminar lo que ellos ya están haciendo, otras veces nos ayudan, nos llevan comida, son situaciones que nadie las sabe porque solo están ellos y nosotros.