Por Dana Bruno (*)

  
 Una mujer inorgánica huye gracias a la poesía, sus engranajes internos, válvulas, poleas, resortes y tornillos rechinan cuando las ideas se dibujan en su cabeza. 
 Jura con un suspiro domar el tren y, aunque, la receta metálica es probada tras el biombo, espera que la rebelión juegue al gato y al ratón para sobrevivir.
 Ora porque todos los incendios y quemaduras no sean inútiles e ilustren en una carta llena de versos, una lucha, un ideal, un punto de vista.
 Pero no es tiempo para pensar, el mundo está por explotar y ella debe improvisar para llevar al tren por encima del Sol. 

(*) Crecí en mundos de misterio y fantasía, acá me llaman Dana Bruno, pero tengo muchos nombres y apellidos. Por cosas de la vida, me encuentro escribiéndome para ustedes. Soy ferviente admiradora del cosmos con un gusto particular por lo dramático, escéptica de las opiniones absolutas y creyente de la paz, confío en los cambios y en futuros bienaventurados. Durante mis 16 años de vida he participado en cada oportunidad que la Providencia ha ido dejando en mi camino, quizás por eso, ahora estoy acá.