El corazón de la casa
Por María Silvia Belot (*)
Digiero un vertiginoso ajetreo cotidiano, apiñándome con los ajenos de la calle. Como una loba esteparia, me retiro del mundo. Cierro los ojos respirando hondo, antes de entrar por la boca de mi guarida. Una astuta araña negra protege la cerradura. Su hilo de seda, dormita en el techo. Da la sensación de caer, pero hacia arriba. Camino descalza, personificando a Hestia. Siento en mi propia tierra, el brío de hogar entrar en mi cuerpo. Las cortinas blancas transparentes con flores de mamá, flamean coqueteando con el sol.
En la ventana, hay una casa de paja y barro. De cuando en cuando, algún gorrión me visita, y me trae mensajes de los dioses. Mamá dijo que un nido no se destruye, porque bendice y ampara. Un vecino está guisando, condimenta cada día. Se ha puesto el saco antiguo de lana amarilla. Es verdad, está fresco. El del costado derecho, otra vez igual; cabeza entre los brazos, tirados como plomo en el mantel. Hace poco ha muerto Elvira, y parece no poder salir de su propio cascarón.
¿De dónde vienen los llantos de éstas puertas? He ahumado con palo santo las guaridas de presencias desconocidas. Aún así, huele a tristeza. Tal vez su partida.
Como una enamorada del muro abrazo rozando con las manos, la piel de las paredes pintadas. Ésta de acá, le daba pavor a mamá. Los ojos hipnotizan, hablan por sí solos, con cenicienta voz, como si corrieran detrás de las palabras domesticándolas.
De la biblioteca, que tengo que ordenar, han caído cuatro libros. “Ulises”, se ha puesto de cabeza, antes de lograr regresar a su casa. El Borges de mamá, ha rodado lento hasta la esquina de la mesa, y luego de liberar a los nueve hombres del mal, languidece en el rincón. Lacan, esconde sus cuatro discursos, tras el espejo azul y la “Mujer rota” descubre la dulzura de tener tras de sí un largo pasado y se arroja al porvenir.
Un mosquito equilibrista se prepara para chuparme la sangre y dejar mi huella roja sobre las flores rococó del acolchado. Logro esquivarlo con un absurdo que me encanta. Convertida en mariposa, hago bailar mis brazos al compás de “Madame Butterfly”; una de las óperas preferidas de mamá.
Ahora sí, en el corazón de la casa, prendo unas velas. Lo inesperado irrumpe como un incendio, como una especie de alegría angustiosa, de celoso desenfado, de alejamiento que nunca cesa de acercar. Es lunes tres de mayo, hoy es el cumpleaños de mamá.
(*) Participación en Antologías desde el 2010 hasta la actualidad, publicadas por diferentes Editoriales provinciales, nacionales e internacionales (Dunken, Rosario, De los Cuatro Vientos, Raíz Alternativa, Revista El Viento, Diversidad y Creatividad Literaria, etc).