Expresiones de la Aldea, Notas Centrales

BITÁCORA DE PANDEMIA


Hojear sin juzgar el cuaderno de bitácora de viaje en esta pandemia en el que diferentes y distantes personas escriben reflexiones y sentires de esta historia

La Opinión/ La Voz del Sud

Nos asomamos al cuaderno de viaje en pandemia de Kevin Orozco, docente y Licenciado en Comunicación Social que reflexiona desde La Toma:

¿Cuándo termina esta pesadilla? Pregunta que he repetido en mi interior no menos de cien veces desde que comenzó esta pandemia de la Covid 19.

La incertidumbre que causó este tsunami de emociones, desde el momento en que empezó a retumbar en las noticias, y más aún, luego de las primeras restricciones anunciadas por el presidente en aquella histórica cadena nacional, allá por el mes de marzo del 2020, aún continúa en mi cuerpo.

Es que se hace muy difícil reconectar el cable a “la normalidad”, a lo cotidiano, a lo que era nuestra vida, más aún en un pequeño pueblo como La Toma, donde los vínculos, al igual que las distancias, son más cercanos. El miedo paralizador, ese que además de llevar a extremar los cuidados ineludibles para evitar el contagio, hizo desconectar muchos vínculos necesarios para el día a día.

La tormenta del coronavirus llegó al país, y con ella, se fueron las juntadas con amigos y amigas, las prácticas deportivas, las visitas a los familiares, la cotidianeidad laboral, todos esos lazos necesarios se encerraron dentro de las paredes del hogar. “El cuerpo pasa factura”, suelen decir cuando se atraviesan estas tormentas emocionales: ataques de ansiedad, taquicardia, problemas para conciliar el sueño, entre otras consecuencias, hemos padecido la mayoría de las personas durante este tiempo de pandemia. Ni hablar de las personas que vivieron este virus en carne propia, ni de los que ya no están por haber sido víctimas fatales del coronavirus, aquellas personas que, además de ser un “numero estadístico” en esta pandemia, eran padres, madres, abuelos, abuelas, hermanos, hermanas, hasta hijos e hijas; y hoy, sus ausencias se notan demasiado en aquellas sillas vacías que serán imposibles de reemplazar.

Desde mi labor como docente, tras casi un año de clases virtuales, al momento de volver a las aulas comencé a percibir cuestiones que antes pasaban inadvertidas, como ver las caritas de los alumnos y alumnas, imaginarme sus rostros detrás del barbijo y de una máscara de plástico, observar cómo interactúan con sus compañeros, y, además, “controlar” que mantengan una distancia de más de un metro y medio entre ellos, es realmente extraño.

“Aprender a convivir con el virus”, frase que se ha convertido en casi un hecho, aunque en lo personal, confieso que ha sido muy difícil, como a la mayoría de las personas, supongo. Como ya lo dije anteriormente, es complejo encontrar la forma de reconectarse a la normalidad.

Por último, intento reflexionar sobre otro concepto que he escuchado varias veces en este trayecto de crisis sanitaria: “de esta pandemia saldremos mejores”. Desde mi observación personal, y sin ánimos de pesimismo, no he notado cambios positivos, es más, me atrevería a decir que sigo percibiendo las mismas miserias humanas que existían antes de la llegada del virus SARS-CoV-2, y hasta en mayor medida. Es por eso que, así como comencé esta reflexión con un interrogante, la finalizo de la misma manera, ¿realmente saldremos mejores?

Una turista en Barcelona, España, posa para una foto de recuerdo junto a un graffiti
que muestra a la Mona Lisa con una máscara, titulada “Mobile World Virus”.
Quique García (EPA-EFE).