Expresiones de la Aldea, San Luis

Algoritmo para salir de la habitación

Luis Jorge Rojos (*)

Duermo, respiro, con mis ojos cerrados, de pronto voy tomando conciencia de lo que me rodea, de los colores, de las formas, de los recuerdos, de parte de lo que hice, hago o haré, es el instante donde los músculos orbiculares me permiten abrir mis ojos, pero sigo recostado, y miro hacia el techo, observo esas extrañas manchas con forma a no sé qué, trato de darles una forma y un nombre.

Al instante estiro mi brazo izquierdo, con la palma de la mano hacia abajo, me dirijo a tomar ese aparato electrónico porque en él se visualiza ese número que por convenio mundial se llama hora y sirve para determinar cuánto ha pasado desde el comienzo hasta el final del día, esos días a los que le asignaron un numero de dos dígitos (el dos y el cuatro), conformando el veinticuatro, acompañándolos de una unidad llamada hora.

Es allí cuando la emoción de la sorpresa genera una dilatación de mis pupilas, el entusiasmo provoca una ligera ansiedad que dan un cambio en el ritmo cardiaco de mi corazón, y un sinfín de reacciones bioquímicas ocurren en ese breve lapso de segundos, lo que me lleva a modificar la posición de mi cuerpo que se encuentra en decúbito dorsal, para ladearlo hacia mi izquierda, apoyando en el piso primero mi pie izquierdo y luego el derecho; quedo sentado y es cuando tomo una bocanada de aire y me dirijo con tres pasos hacia el armario.

Estando frente a él, estiro mis brazos y coloco mis dos manos en las manijas de sus puertas, para jalarlas hacia mi cuerpo, una vez abierto busco esos colores y dibujos que dejan día a día sus improntas en esa vestimenta que selecciono y decido que acompañen a mi cuerpo desnudo.

Vuelvo con tres pasos hacia la cama, nuevamente mi cuerpo se sienta y allí me desvisto para nuevamente vestirme, finalizo, cuento cinco pasos y enfrente tengo la puerta que separa en una línea a lo que es ese rectángulo cúbico de esas otras figuras geométricas, estiro mi brazo derecho, posiciono mi mano derecha sobre ese pedazo de hierro al que llaman picaporte y lo jalo hacia abajo, produciéndose un leve ruido, allí solo doy un paso y ya el ambiente no es el mismo, o parece pero no lo es. Abandono la habitación.

“Cama y desayuno”, por Onelio Marrero.

(*) Nací un sábado 10 de diciembre del año 1988, en la provincia de San Luis, Argentina. Soy analista químico, docente de nivel secundario, estudiante del profesorado universitario en química y la tecnicatura en laboratorios biológicos. Como hobbie me gusta leer, escribir, y el deporte. He publicado dos libros de poesías: “Sueños poéticos” (2011) y “Desde el corazón” (2018).