Su voz ronca y grave, dejaba imaginar que podría haber sido un excelente presentador de artistas, un locutor de radio y por qué no, de televisión. También se decía que esa virtud de tener una voz así, tan particular, lo beneficiaba con las mujeres que al parecer prefieren más a los roncos que a las voces finas, encima, a sus relatos les agregaba aquella pausa, que ya era una marca registrada de aquel viejo. Tenía la costumbre que cuando arrancaba con un tema, enseguida empalmaba unos cuantos más a la misma historia.
El de las narraciones infinitas- Una historia de la Villa, rescatada por Sebastián Reynoso
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