Historia de la Guita
En su primer libro, el periodista Silvio Santamarina recopiló cómo se formó la cultura monetaria argentina con la creación del Virreinato del Río de la Plata. Una relación contradictoria atravesada por traumas, falsificaciones, derroches y tabúes.
Por Matías Gómez
Santamarina es periodista, formado en Letras e Historia en la UBA. Desde 1990, fue redactor y editor en revistas y periódicos masivos, como los diarios Perfil y Crítica de la Argentina. Actualmente es columnista político en la revista Noticias y conduce un podcast en TN sobre la cultura del dinero.
En su libro, “Historia de la Guita”, documentó los traumas económicos nacionales, la visión culposa sobre el dinero, los ajustes y las emisiones monetarias de San Martín, entre otros datos curiosos, desde la creación del Virreinato del Río de la Plata.
Asimismo, el autor prepara una segunda parte de esta obra con más anécdotas, pasiones, pecados y supersticiones en la relación nacional con el efectivo.
-¿Por qué ha sido tan traumática la relación de la Argentina con el dinero?
-Varias razones, pero para simplificar, empecemos por el comienzo.
El nombre mismo de nuestro país ya anticipa el gran malentendido que origina nuestros traumas monetarios hasta el día de hoy. El presunto “río de plata” que, después se supo, no conducía a ninguna fuente de riquezas metálicas, inspiró al poeta Martín del Barco Centenera a bautizarnos, ya en 1602, como “argentinos”, o sea “plateados” según la etimología latina. Cuando nos independizamos de España, parece que nos gustó ese nombre, que nos hacía sonar ricos por naturaleza, “condenados al éxito” desde la cuna.
El problema es que nuestra Independencia arranca con un escenario absolutamente al revés: si algo no teníamos era plata, porque perdimos muy precozmente el control militar de Potosí, la gran ciudad del Alto Perú de cuyo cerro salían los metales preciosos para acuñar monedas valiosas, que era el circulante respetado y aceptado en aquella época. A falta de plata contante y sonante, urgidos por los gastos de guerras (independencia primero y luego civiles), recurrimos a la emisión de billetes sin mucho respaldo, puro papel pintado. Esa condición nos expuso a constantes crisis devaluatorias, que se volvieron una mala costumbre nacional.
-¿Qué ideas han contribuido a teñir esa relación como culposa o tabú?
-Muchos historiadores explican que la influencia de la cultura católica en nuestras tierras implantó esa desconfianza, al menos en el relato público, por el espíritu de lucro, y la actividad financiera y cambiaria, condenada como “usuraria” por las autoridades religiosas desde varios siglos atrás.
También puede rastrearse ese tabú en torno a la acumulación de dinero en esa costumbre muy arraigada de santificar a los próceres por el solo hecho de haber muerto en la pobreza, incluso en casos en que no fue tan así. Aunque hemos naturalizado esta valoración positiva de la pobreza de muchos “padres de la patria”, no en todo el mundo es así: en Estados Unidos, por ejemplo, muchos próceres fueron también exitosos empresarios, industriales, inventores, gente de negocios, etc.
Finalmente, bien avanzado el siglo XX, esa visión culposa del dinero impregnó a las ciencias sociales, que abandonaron una vieja y rica herencia cultural de estudiosos de la historia financiera y monetaria argentina, por privilegiar la investigación académica de lo que se conoce como la “economía real”, obedeciendo una especie de regla no escrita “políticamente correcta” que ensalza el relato “desarrollista” de la Argentina.
-¿Qué patriotas estuvieron más inclinados por la emisión monetaria y cómo afectó a la economía? En este sentido, posteriormente, ¿cuánto influyó la creación del Banco Central?
-El primer gran impulsor de la emisión monetaria fue el General San Martín, que fue contra la corriente de una idea muy afincada en su época de que el verdadero dinero no podía ser de papel sino que debía basarse en los metales preciosos. Su preocupación era cómo financiar las campañas libertarias sudamericanas, en un siglo donde los gastos de guerra se llevaban buena parte del presupuesto nacional. De hecho, San Martín fue un gran ajustador, tanto por sus planes de reducciones salariales de emergencia en la administración pública como por la proliferación de nuevos impuestos creados por el gran General.
Tanta necesidad de dinero urgente para cubrir infinitos costos bélicos naturalizó la costumbre de imprimir y endeudarse más allá de lo prudencial, lo cual alimentó varias burbujas financieras al cabo de las décadas. La creación del Banco Central tuvo la intención de ponerle parámetros más racionales a esta dinámica pero esta autoridad monetaria nació en la Argentina recién en 1935, y pocos años más tarde, durante el primer peronismo, perdió toda su autonomía institucional originaria, y quedó reducida a un apéndice de las urgencias dinerarias del Poder Ejecutivo de turno. Y ese debate sigue caliente hasta nuestros días.
-¿Las luchas por la independencia estuvieron más impulsadas por el libre comercio que por filosofías?
-Yo no haría una distinción tajante entre el pensamiento comercial y el político doctrinario. Un proyecto de nación debe contener ambos aspectos, que a veces se conjugan armónicamente, y otras veces se chocan y sacan chispas. Las ideas no se matan, decía Sarmiento, pero sí pueden ahogarse por falta de financiamiento.
– ¿Cómo eran las cuevas financieras de aquellos años, y en qué consistieron los créditos bancarios para rescatar a las cautivas?
-La primera cueva financiera famosa era conocida como “Camoatí”, por el nombre de un tipo de abeja que construye y destruye su panal al ritmo de su rutina nómade. Se hizo muy conocida en tiempos de Rosas, por las pujas entre el gobierno y los cambistas en torno a la cotización del oro y las fluctuaciones de la cotización respecto del peso local. Esas tensiones desembocaron en persecuciones, prohibiciones (y hasta algunos asesinatos de corredores de bolsa), versiones extremas de lo que hoy se conoce como “represión financiera”.
A pesar del cepo rosista, la amistad del Restaurador de las Leyes con figuras de la comunidad anglosajona en el Río de la Plata mantuvo una puerta entreabierta para la actividad financiera, pero solo de los residentes extranjeros, dado que la Mazorca sospechaba de los cambistas locales, a los que veía simplemente como conspiradores políticos. Por otro lado, la historia de las cautivas rescatadas con fondos del Banco Provincia figura en los archivos del propio banco, donde se depositaba una especie de fondo de rescate, que formaba parte de las transacciones económicas fluidas que existían entre los gobiernos “blancos” y los caciques indígenas. Muchas treguas se lograban simplemente pactando un precio en moneda y algunos bienes.
-¿Ya en los comienzos había cierta tendencia en el comportamiento argentino a reaccionar primero y luego analizar?
-Creo que la cultura de la improvisación pudo haber estado influida por el arranque de emergencia que tuvo la gesta independentista, acelerada por el vacío de poder que generaron las turbulencias de la propia monarquía española de comienzos del siglo XIX. Solo basta repasar lo poco que duró en el tiempo el Virreinato del Río de la Plata. Pero eso se lo dejo a los historiadores de profesión, lo mío es la cultura del dinero nada más.
-Si tuviera que resumir el trasfondo de algunos errores iniciales qué diría: ¿mucha obsesión por la certidumbre o aversión al riesgo?
-No lo sé. Tal vez los gobiernos patriotas se apuraron, en la ansiedad por unificar un nuevo poder territorial que suceda al dominio colonial, en la instalación de un modelo de país muy a la europea, sin considerar las limitaciones pero sobre todo las oportunidades distintivas de un país enorme, diverso y aislado en un rincón del planeta. Es una hipótesis, apenas.
-¿Estamos reviviendo aquel amor enfermizo por el dólar como en el Rodrigazo?
-No creo en el amor enfermizo argentino por el dólar: en todo caso, antes conocimos el amor loco por el oro y la libra esterlina, por ejemplo. Lo plantearía más bien al revés: como un eterno desamor por nuestra moneda nacional, que representa nada más y nada menos que nuestra falta de fe en las promesas de los que nos gobernaron y en las instituciones que nos ordenan. Soy de los que creen que hay que revisar el factor político y cultural para entender los desarreglos monetarios.
-¿Considera que la educación financiera es la gran materia pendiente en las instituciones públicas y privadas?
-Totalmente. La Reserva Federal de los Estados Unidos, por ejemplo, tiene un programa institucional especialmente dedicado a proveer de material pedagógico a los docentes y padres que necesite enseñarle a los niños qué significa el dinero, de dónde viene su valor, cómo funciona el circuito bancario y hasta cómo reconocer billetes falsos. Algo parecido hace el Banco de Inglaterra, que fabrica billetes de juguete para que los chicos aprendan su sistema monetario actual y también la historia financiera de su país. Hay una especie de prejuicio argentino de que enseñarle finanzas a los chicos y adolescentes formará una generación de especuladores monetarios, cuando en realidad se trata de todo lo contrario: especuladores ya tenemos demasiados, pero cuanto más sepan los jóvenes de cómo manejar sus finanzas, menos financistas serán necesarios para que hagan de intermediarios. Y esto es clave para adaptarse a la revolución del dinero que ya puso en marcha el boom de las criptomonedas y la economía digital, nos guste o no.
En la sinopsis para “Historia de la Guita”, publicada mediante editorial Planeta, el periodista Edi Zunino brinda más detalles. “Este primer libro de Silvio Santamarina es el resultado de un trabajo extraordinario, preciso, documentado. Nos define desde los genes nacionales y nos identifica, por supuesto, en el televisivo devenir del día a día. Somos el tesoro en fuga del virrey Sobremonte y quienes pretendieron emboscarlo. Sentimos el orgullo de que los yanquis ambicionaran una moneda como la nuestra, uno a uno pero al revés. También Washington y Franklin en nuestros primeros billetes. El ajuste feroz de… San Martín. Botines ocultos en conventos, con monjas cómplices, un siglo y medio atrás. Conflictos de intereses sin parar, de Rivadavia para acá. Cuevas financieras en tiempos de… Rosas. Arrepentidos olvidados de la plata sucia. Guita negra. Falsificadores. Créditos bancarios para rescatar cautivas de los indios. Billetera paga relato épico latinoamericano. El precio de Sarmiento”, destaca.