EL JUICIO
El criminal de guerra Adolf Eichmann fue juzgado en Israel y condenado a muerte hace 60 años. El paso del genocida por Argentina, en donde vivió con una identidad falsa
Por Guillermo Genini
La Segunda Guerra Mundial fue la mayor tragedia del siglo XX y sus repercusiones ocuparon el escenario contemporáneo por muchos años después de su finalización en 1945. Sin duda el destino de los responsables de los crímenes de guerra y contra la Humanidad fue un tema central de la posguerra.
En los célebres juicios de Núremberg, las potencias vencedoras aplicaron por primera vez una noción jurídica novedosa: la acusación de cargos por crímenes contra la Humanidad. Esta nueva acusación era imprescriptible y planteaba varios interrogantes al Derecho internacional. Así por ejemplo se debía establecer el alcance de la responsabilidad de los jerarcas del nacionalsocialismo y los colaboracionistas sobre las decisiones de llevaron al exterminio de millones de seres humanos, principalmente judíos, gitanos, enfermos mentales y opositores políticos.
Condenas insuficientes
El caso más conocido es el genocidio de seis millones de personas ocurrido durante la ocupación alemana de grandes territorios, sobre todo en el este de Europa. Frente a ello la comunidad internacional debatió si el castigo a los principales jefes nazis ocurrido en Núremberg era suficiente o si se debía continuar con otros responsables de la conspiración y ejecución de las matanzas. Evidentemente enjuiciar a un reducido grupo de personas como únicos responsables de tamaña empresa resultaba a todas luces insuficiente.
Por ello, a estos procesos le siguieron muchos otros, especialmente en territorio alemán y algunos fuera de Alemania. El de mayor impacto mundial fue el que se realizó en Israel contra Adolf Eichmann en 1961.
Si bien ambos juicios tenían una causa común, diferían en su objetivo e implementación.
Mientras que los juicos de Núremberg fueron realizados dentro de una Alemania ocupada, bajo acuerdos internacionales y estaban dispuestos para castigar a principales culpables de los crímenes nazis capturados inmediatamente de terminada la Segunda Guerra Mundial, el juicio contra Eichmann estuvo guiado por el interés político del gobierno de Israel de presentarse ante el mundo como defensor del pueblo judío en base a controvertidos principios jurídicos y exponer ante la comunidad internacional el drama del pueblo judío producido por el Holocausto y su Diáspora.
Para ello se valió de la notoria culpabilidad del acusado a quien se lo sometió a un juicio diseñado para superar obstáculos jurídicos que cuestionaban su legitimidad, y causar un gran impacto en la opinión pública de Israel y el mundo.
A su vez, este juicio debió realizarse en medio de un juego diplomático sumamente delicado pues Israel debía cuidar la nueva relación establecida con la Alemania Federal, estado que había reconocido su existencia y se había comprometido a ayudar a los israelíes en su esfuerzo económico y militar para constituir un nuevo país que albergara a todos los judíos del mundo.
Es por ello que los acusadores de Eichmann se esforzaron en diferenciar la Alemania Nazi, de la nueva Alemania Federal, democrática y comprometida con el resarcimiento a los judíos de Israel y del mundo.
Una función nefasta
Adolf Eichmann era un ex miembro de las SS alemanas que durante el ascenso del nacismo formó parte, desde 1932, de las diversas dependencias que se encargaban de la “cuestión judía” primero en Alemania y Austria, y luego de toda Europa cuando los alemanes comenzaron a ocupar otros territorios a partir de 1939 con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Su rol inicial fue encargarse dentro del Servicio de Seguridad nazi de la emigración forzada de los judíos alemanes por vía de la violencia física, política y económica.
Posteriormente, y a medida que escalaba rápidamente dentro de la estructura burocrática de las SS, Eichmann coordinó diversas iniciativas para la deportación de los judíos europeos a campos de concentración y guetos, hasta que finalmente fue una pieza clave en implementación del genocidio judío a partir de 1942.
Varios testigos en los juicios de Núremberg afirmaron que había supervisado el arresto, traslado y ejecución de millones de judíos europeos y que coordinó a las principales organizaciones nazis encargadas de su extermino como la Gestapo, las SS y los Einsatzgruppen, o Grupos de Operaciones.
De criminal a “refugiado” de guerra
En 1945 fue arrestado por los Aliados, pero consiguió escapar y permanecer en el anonimato dentro de Alemania hasta 1950 cuando logró, con apoyo de la Iglesia Católica, escapar a la Argentina con una identidad falsa y con la condición de “refugiado de guerra”. En nuestro país se lo conoció bajo el nombre de Ricardo Klement y pudo sobrevivir modestamente con diversos trabajos en Tucumán y Buenos Aires.
En 1957 su verdadera identidad fue descubierta en Argentina por Lothar Hermann, un emigrado judío alemán, y su hija Silvia. Tras confirmar la denuncia Lothar, el Estado israelí decidió secuestrar a Eichmann, trasladarlo ilegalmente a su territorio y juzgarlo bajo leyes israelíes. Su secuestro y traslado se produjo en mayo de 1960 y causó un grave incidente diplomático internacional entre Argentina e Israel pues el Servicio Secreto de Israel, el Mossad, actuó de manera clandestina desconociendo y violando intencionalmente la soberanía y leyes argentinas.
En Israel se modificaron los procedimientos jurídicos para que el juicio fuese presidido por un juez de la Corte Suprema. El juicio comenzó el 11 de abril de 1961 y se llevó a cabo en una sala especialmente acondicionada para el evento, el Bet Ha’am o Casa del Pueblo de Jerusalén.
Se preparó una cuidadosa escenificación de juicio donde se destacó la cobertura de la prensa israelí e internacional que pudo seguir cada detalle de las largas jornadas que duró. Los jueces encargados del proceso fueron Moshe Landau, Benjamin Halevi y Yitzak Rave, quienes habían nacido y estudiado en Alemania. Lo mismo sucedía con los defensores encabezados por Robert Servatius, un abogado alemán, contactado por la familia de Eichmann y pagado por el Estado israelí.
El Fiscal General de Israel, Guideon Hausner, diseñó y dirigió la acusación contra Eichmann, probando acabadamente su participación en el Holocausto mediante innumerables documentos y testimonios.
Eichmann defendió su participación en el genocidio judío bajo el argumento que había sido un simple engranaje de una organización estatal, que había obedecido las órdenes de sus superiores y que ellos eran los verdaderos responsables. Por su parte, la defensa cuestionó las bases legales del juicio, desconociendo el derecho de Israel a juzgar crímenes cometidos en otra jurisdicción y en otro tiempo, cuando el Estado de Israel todavía no había nacido.
El veredicto y la sentencia de muerte se dictaron el 15 de diciembre de 1961. Eichmann apeló la decisión del tribunal ante la Corte Suprema con resultado negativo. El 31 de mayo de 1962 solicitó su amnistía al presidente de Israel Yitzhak Ben Zvi, la cual fue rechazada. La noche de ese mismo día fue ejecutado por ahorcamiento. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas esparcidas en el mar Mediterráneo, fuera de las aguas jurisdiccionales de Israel.