La tenacidad de doña Paula Domínguez de Bazán
El aporte a la educación de la mujer en la Sociedad de Beneficencia de San Luis en el siglo XIX
Sonia E. Riveros- María Martha Garro (*)
La participación de la mujer en el espacio público en siglo XIX era casi inexistente hasta el surgimiento de las primeras instituciones y prácticas que posibilitaron y luego reconocieron su protagonismo como un eslabón clave en el proyecto civilizatorio y en el progreso de la Nación, las provincias y los pueblos. Es por ello que presentamos un caso singular en San Luis: el de una mujer de la sociedad puntana, Doña Paula Domínguez de Bazán, que supo hacer propia la necesidad de transformar su hogar en un espacio educativo, de formación y de buenas costumbres.
Arduos intentos
Las cuatro escuelas que se registran en la provincia entre 1820 y 1850 según el Atlas escolar: Historia de la Instrucción Primaria en la Argentina (1810- 1920) fueron inestables y montadas con gran sacrificio no sólo por falta de preceptores, edificios, útiles y libros, sino por el bajo presupuesto con que San Luis contaba. Tal situación fue descripta en los discursos de los gobernadores Pablo Lucero en 1841 y Justo Daract en 1856 al igual que en las memorias de Nicolás Jofré en 1914.
Los arduos intentos de organizar y concretar la administración de la provincia y la escolarización de la población quedaban frustrados además por los vaivenes políticos y las guerras continuas que ocupaban a los gobiernos.
En el caso de las niñas, tuvieron acceso a la educación gracias a las escuelas particulares y luego a la intervención de una importante sociedad civil, la Sociedad de Beneficencia, a la cual en el gobierno de Justo Daract se le confirieron varias funciones por Decreto del 17 de febrero de 1858.
Esta institución, si bien en los comienzos se dedicó a la educación de las mujeres, intervino más tarde en la de los varones y en otras varias actividades sociales, culturales, asistenciales y religiosas.
Doña Paula
Hablar de la Sociedad de Beneficencia de San Luis es traer a la memoria a Paula Domínguez de Bazán (1806- 1860). Destacamos las condiciones de posibilidad en la que transcurrió la juventud de Paula en las que San Luis transitaba por un período de confrontaciones y profundas transformaciones tales como el control de la frontera para contener el avance de los malones y la ansiada consolidación del Estado provincial.
Paula nació en La Punilla, en el límite con la provincia de Córdoba. Hija de un acaudalado Capitán de Granaderos, conocido como “el rico de La Punilla” (Migliozzi, 2002:7) y de una mujer de la nobleza española. El matrimonio, respetado y reconocido por su participación en la cultura y en la sociedad, estaba convencido de las posibilidades que brinda la educación. Por eso, ante la ausencia de escuelas en San Luis, envió a sus tres hijas a formarse al Colegio religioso de Huérfanas en Córdoba. Es de destacar que La Punilla era una aldea transitada por viajeros ya que por allí estaba la Posta del Portezuelo, por lo que la joven seguramente conoció diversas culturas y personalidades que afectaron de algún modo su subjetividad.
Doña Paula encarnó la matriz del pensamiento ilustrado sobre el carácter moralizador y filantrópico de la educación. Ello la llevó a abrir una escuela particular para niñas en su propia casa, que en poco tiempo creció en matrícula y protagonismo. Una vez organizada su escuela, la dejó bajo la dirección de su hermana Nicolasa Domínguez de Gómez ya que sintió la necesidad de participar en otro de los espacios admitidos para la mujer en ese entonces: la caridad.
En el año 1857 Paula Domínguez de Bazán fundó la Sociedad de Beneficencia, órgano creado por Bernardino Rivadavia en Buenos Aires en 1823, que vino a resolver por una parte la ausencia de instituciones estatales que actuaran en beneficio de los sectores marginados y por otro, las dificultades del gobierno de organizar la educación.
Conformada por damas de renombre se instalaron no sólo en capitales de provincia, sino que llegaron a los pueblos más remotos. Según Montiveros “cumplía con cristianos sentimientos, y en gran medida, los trabajos y obligaciones de la asistencia social del país”. Fueron verdaderos espacios políticos eminentemente femeninos a través de los cuales recaudaban y administraban fondos para construir escuelas, montar hospitales, asilos y colaborar con las cárceles.
En las provincias adquirieron diferentes características singulares de acuerdo a sus condiciones particulares. Lo común entre ellas es que estaban conformadas y dirigidas por mujeres de clase alta y su función en general fue la de brindar además de educación a la mujer, salud y asilo a la población desvalida. Estaban sostenidas también por cuotas societarias y algunos recursos del Estado.
En San Luis, en sintonía con el desarrollo gestado en los grandes centros urbanos, se concentró en atender a las viudas, huérfanos, pobres, “vagos”, presos y enfermos. Allí la mujer encontró un lugar propicio para reivindicar sus derechos, denunciar las injusticias y desarrollar su creatividad. Paula sostenía que “había que bastarse a sí mismo” (Guiñazú, 1924: 39) y desde ese enunciado lideró a un grupo de mujeres que fundaron filiales en los pueblos del interior como San Francisco, Renca, El Morro, Santa Bárbara y Villa Mercedes.
En el caso de la ciudad de San Luis, el Reglamento de la Sociedad de Beneficencia fue aprobado y puesto en vigencia rectificando el primer Consejo Directivo en 1857. Por mayoría de votos Paula ocupó su Presidencia a la que se sumaron 20 socias ubicadas en otros cargos.
Llamada también “patronato para la humana miseria”, Sociedad de Beneficencia durante más de 90 años cumplió con importantes tareas constituyéndose en un nuevo mandato que dio entrada al protagonismo de la mujer. En algunos de los párrafos del discurso inaugural al tomar posesión de su cargo, Paula expresa que reconocía la debilidad de las mujeres, pero se encomendaba al Todopoderoso para llevar adelante esa misión:
La ignorancia, la miseria, la corrupción, es el único patrimonio (…) y hasta hoy no hay nada hecho para atajar el mal y precaver, en lo sucesivo, que los huérfanos no perezcan por falta de pan y abrigo, que la humanidad doliente encuentre un asilo de caridad donde aliviar sus males, y que la clase menesterosa sea instruida en la religión y la moral, como único camino o circunstancia que puede mejorar su humilde condición (Discursos de la Sociedad de Beneficencia, en Olmedo, 1947).
En cuanto a la educación, Daract le confirió a esta institución la dirección e inspección de las escuelas de niñas. A tal efecto elaboró un reglamento destinado al funcionamiento de estas instituciones que planteó entre otras novedades, la prohibición de los castigos corporales y el mal trato, la organización de las clases y su distribución temporal. Además de la lectura y escritura, la enseñanza moral y “los buenos modales y labores femeninas (…) la decencia y aseo posible en sus vestidos y persona cuidando (…) adornos inútiles o inadecuados a su edad y circunstancia. (Gez, 1910).
En estas nuevas condiciones de posibilidad las niñas, “tuvieron la oportunidad de acceder a esta escolarización elemental –acorde a lo que se estimaba sería conveniente en función de su género–, en las escuelas que regenteaban las Damas de la Sociedad de Beneficencia que devino en una institución clave en materia educativa (Lionetti 1989:2).
La convicción, empeño y seguramente la “tenacidad” de Paula le permitieron a la Sociedad de Beneficencia fundar años más tarde el Primer Hospital de Caridad en 1871 que funcionó en una casona alquilada donde actualmente se encuentra el Colegio Nacional Juan Crisóstomo Lafinur.
Nota: Este trabajo contiene fragmentos de un artículo publicado por las autoras en el libro Maestras Argentinas. Entre Mandatos y transgresiones (Vol. 3) editado por el Centro Cultural de la Loma Ediciones, la Sociedad Civil Inconsciente Colectivo y la Cooperativa de pensamiento Margarito Tereré. Forma parte de una línea de trabajo del Proyecto de Investigación “Hacer la historia, construir la memoria. Su impacto en las Ciencias Humanas” (UNSL- FCH).
(*) Sonia E. Riveros: Dra. en Cs. de la Educ. (FFH-UNC), Prof. Resp. de Historia de la Educación (FCH-UNSL), Directora de Proyecto de Investigación N 04-2320. Directora del Archivo Histórico y Programa de Historia. y Memoria, UNSL.
María Martha Garro: Dra. en Educación (FCH- UNSL). Investigadora externa de Proyecto de Investigación N 04-2320. Miembro de la SAHE y del HEAR. Referencias bibliográficas-