LENGUAS “DE MENTIRITA”
Por Eliana Cabrera
Para crear y pensar el mundo es necesario contar con las palabras necesarias para relatarlo. Para Carmen Galán Rodríguez, catedrática española de lingüística general, una lengua artificial es una construcción semiótica diseñada para determinados objetivos,para los que las lenguas naturales no bastan. Es el caso de aquellos creadores de mundos ficticios que requieren una descripción detallada de elementos fantásticos que resulten verosímiles.
¿Qué mejor que contar con su propio idioma para explicar lo imaginario?
Dentro de las lenguas artificiales, se encuentran aquellas que al crearse no tienen en cuenta las lenguas naturales, llamados sistemas lingüísticos “a priori”.Al no tener asidero en idiomas reales, su uso se limita a grupos de personas “exclusivas” que desean reflejar con exactitud y fiabilidad sus pensamientos. La creación de lenguas “aposteriori”, en cambio,se propone como instrumento real de comunicación universal.
Para su elaboración, se emplean elementos comunes de los idiomas más extendidos, usándolos como referencia para sus principales estructuras gramaticales y léxicas. El esperanto, por ejemplo, es una lengua creada y planificada por L. L. Zamenhof en 1887, con el propósito de ser usada como lengua universal y neutral, fácil de aprender y ser usada para la comunicación internacional, propósito que no llegó a cumplirse pese a que la comunidad hablante del esperanto creció rápidamente.
Sin embargo, el interés por la invención de lenguas se reavivó gracias a las numerosas propuestas en el ámbito de la ficción literaria y cinematográfica. De hecho, existe una Sociedad para la Creación de Idiomas (The Language Creation Society), una organización sin ánimo de lucro cuyo propósito es promover los idiomas artificiales o conlangs (constructed languages), y brindarle a la comunidad información y material acerca de las lenguas ficticias existentes.
Esta sociedad también actúa como intermediaria entre las personas que buscan lenguas artificiales para sus trabajos de ficción y los creadores de estos idiomas, llamados conlangers, que buscan trabajo.La labor implica no solo conocimientos lingüísticos sino también una inmersión total en el universo para el cual está destinada esa lengua, ya que no es posible pensar uno sin el otro.
Algunas lenguas artificiales destacadas son el quenya y el sindarin, dos de las quince lenguas que creó J.R.R. Tolkien y que luego utilizó en sus libros. De hecho, se cree que El Señor de los Anillos fue creado como “experimento filológico” para sustentar sus lenguas inventadas. En cambio, otras lenguas como el dothraki, utilizado en Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin, el klingon de Star Trek o el minionés de Los Minions y Mi Villano Favorito fueron diseñadas especialmente para las obras creadas que necesitaban una lengua especial.
Pese al sinsentido que puedan tener, un buen diseño de las lenguas permite su comprensión. El minionés, por ejemplo, está conformado por onomatopeyas, sílabas sueltas y palabras en francés, español, inglés, italiano, coreanoy filipino, entre otras lenguas. Por esto es posible entender qué dicen, aunque sus oraciones estén construidas con palabras desconocidas.
El simlish, lengua artificial creada para los videojuegos de SimCity, es otra lengua artificial más difícil de descifrar: se trata de un lenguaje compuesto de balbuceos y sonidos arbitrarios, que de hecho fue creada por improvisación y mezcla incoherente de idiomas. Adentrarse en la dinámica del juego permite asociar palabras con acciones y objetos, pero hasta allí llega su comprensión.
Lo curioso de estos idiomas inventados es que, según su desarrollo e impacto en la comunidad, pueden ser aprendidos y usados fuera del contexto de creación.
Esto es posible porque sus elementos están basados en lenguas naturales reales, favoreciendo asociaciones con la propia lengua, y por la verosimilitud del mundo fantástico que representan.
¿Es posible que puedan ser usadas de forma masiva e instalarse como idiomas oficiales? Difícilmente.
Esto implicaría no solo un crecimiento muy grande de su uso sino también un desarrollo más complejo de la lengua, sobre el cual tenemos control pero no tanto como para imponer completamente su uso. Sin embargo, no sería raro que el fanatismo o la practicidad hicieran que de repente comenzáramos a usar palabras ficticias para referirnos a elementos de la realidad. Al fin y al cabo, la lengua muta y no sabemos cómo evolucionará dentro de miles de años.