EL TAQUÍGRAFO
Por José Villegas
El General Pedernera, vicepresidente de la Confederación Argentina, es presidente del Senado de la Nación. Desde su estrado escucha las intervenciones de los senadores y observa atentamente al joven taquígrafo que anota con un particular y extraño método propio y logra registrar absolutamente todo lo que los oradores dicen. Observa a este muchacho veinteañero que ha llegado a Paraná escapado de Buenos Aires por razones políticas y ha trabajado en el comercio y en la administración pública, para luego convertirse en taquígrafo.
Cuenta Luis Horacio Velázquez que “terminadas las sesiones, el Señor Presidente gustaba conversar con este joven talentoso quien tenía una muy personal noción del país y su porvenir, más clara y juiciosa que la de algunos legisladores que ocupaban esos escaños”.
Llegó el día en que el general le dijo: -yo le voy a poner el hombro… usted merece que se le tenga en cuenta… ¡Me gusta que tenga ideas propias y que las defienda!… ya veo que hasta se anima a criticar en los papeles públicos al mismo General Urquiza… vaya pues, amiguito…
El General lo hizo su secretario y discípulo. Así se convirtió en el mentor y protector de aquel inteligente mozo que le escuchaba en las tertulias con avidez, profunda admiración y respetuoso silencio. Tiempo después, aquel muchacho llamado José Hernández, criticaba vehementemente el alevoso asesinato del general Peñaloza responsabilizando a Mitre y Sarmiento del horroroso crimen. Además, mientras ejercía con gran dignidad y coraje el periodismo, escribía el “Martín Fierro”, uno de los libros más leídos en la historia de la literatura americana.