El templo y los libros
San Luis Libro regresa al Antiguo Templo de Santo Domingo tras la puesta en valor realizada por el Gobierno provincial
La Opinión/ La Voz del Sud
El 6 de diciembre tras una protocolar reinauguración del espacio histórico, el Antiguo Templo de Santo Domingo volvió a ser el refugio de los libros, los escritores y las escritoras que por allí pasaron y pasarán. Refugio de la lectura. El gobierno de San Luis realizó una puesta en valor respetando las características edilicias de un patrimonio nacional que requiere cuidados especiales.
La historia en torno al Templo menciona que la Orden de Santo Domingo, también conocida como de los Padres Predicadores, fue una de las primeras en asentarse en la ciudad. Por su importancia se les adjudicó a los dominicos la manzana sur frente a la Plaza de Armas, hoy plaza Independencia. En este solar histórico se levantó en el siglo XVIII el Templo de Santo Domingo que por muchos años rivalizó por su importancia y actividad con la Iglesia Matriz ubicada en la esquina de Rivadavia y 9 de Julio.
A causa de que la Iglesia Matriz se había derrumbado y que el Templo de Santo Domingo estaba en un estado ruinoso, en 1835 el gobernador José Gregorio Calderón y el sacerdote dominico Fray Hilarión Etura impulsaron la construcción de un nuevo templo, conocido actualmente como Antiguo Templo de Santo Domingo, cuyas obras principales se realizaron entre 1836 y 1838.
Este edificio, posiblemente el más antiguo de la ciudad de San Luis, fue dedicado en honor a Nuestra Señora del Rosario del Trono. Sus pisos constituyen el cementerio más antiguo de la ciudad. Allí yacen los restos de vecinos prominentes y autoridades eclesiásticas.
Fue sede de la Iglesia Matriz hasta 1897, fecha en que se habilitó la nave central de la nueva iglesia, llamada Iglesia Catedral, ubicada en su actual emplazamiento frente a la Plaza Pringles. El Antiguo Templo tenía su frente en la esquina de 25 de Mayo y San Martín mirando al oeste. Del mismo se conservan unas monumentales puertas realizadas en madera de algarrobo. Sus gruesos muros fueron construidos sobre cimientos de piedra con ladrillo y adobe.
En el interior de uno de estos muros sobre la calle 25 de Mayo fue enterrado el gobernador José Gregorio Calderón (1796-1851) cuya lápida es visible hasta el presente. En 1887 el Antiguo Templo se completó con un campanario que formaba una gran espadaña que fue demolido en 1940 porque obstaculizaba la vista del frente del Nuevo Templo de Santo Domingo que comenzó a construirse en 1934 en un estilo árabe-granadino de llamativa belleza.
A partir de 1943 en el edificio del Antiguo Templo comenzó a funcionar el Archivo Histórico y Administrativo de la provincia. También fue sede desde 1969 de la Junta de Historia de San Luis. A fines del siglo XX el Archivo Histórico fue trasladado a la esquina de 9 de Julio y San Martín y el Antiguo Templo pasó a ser utilizado en otras actividades culturales.
El antiguo solar de la Orden ha sido declarado Lugar Histórico Nacional por decreto N° 1.456 del Poder Ejecutivo de la Nación.
ANTIGUO TEMPLO DE SANTO DOMINGO
Por Gustavo Romero Borri
Las cosas materiales e intangibles de valor colectivo regresan como revelaciones del pasado. Ese ayer nos inunda y abraza.
Se trata de un ayer que puede venir hacia nosotros de la mano de la estricta historiografía documentada, traído por las voces de la tradición oral superviviente o puede venirnos revestido por las alegorías que construye el lenguaje poético, casi siempre certero porque no está sujeto a ninguna verificación científica. Quienes ya no están no pueden dar testimonio. Y quienes estamos sólo nos queda el recurso de la interpretación del pasado.
Vuelven estas cosas valiosas a interpelar nuestro presente, a introducirse en él, empecinadamente.
Como las olas vuelve el pasado a rozar nuestras playas. La playa puede ser la misma, pero las olas son distintas porque siempre difieren entre sí aunque no pierdan su condición de lenguas oceánicas.
Quieren tener un lugar entre nosotros, quieren hacerse un lugar, tener cabida, recuperar su sitial como el cauce de un río que creíamos seco pero que había quedado latiendo, soterrado, y renace con modos diferentes.
Cuando vuelve el pasado vuelve para muchos como NOVEDAD, como asombro que se reitera y renueva.
Muchas veces, en la cultura, en cualquiera de sus modalidades, LO NUEVO suele ser lo viejo que hemos olvidado. Pasa en todas las artes, no sólo en el patrimonio.
El Patrimonio de las comunidades puede estar fijo, mudo, inmóvil pero se reanima ante el asombro de quienes lo descubren por primera vez.
Así -pienso y siento- es el sentido material que le otorgo a este lugar donde ahora estamos. Revelar el pasado de San Luis, descubrir ese velo para que vuelva a hablar, a hablarnos.
A veces la gran novedad no es descubrir un nuevo continente, como le ocurrió a Cristóbal Colón, o una cordillera en la luna o en el planeta marte.
La novedad es re-descubrir lo propio, reafirmar un pacto de admiración y actualizar el amor que inspiró a nuestros antecesores. Casi siempre somos esencialmente los herederos de la inteligencia de los otros. De vez en cuando, por suerte, nos es dado descubrir algo de nuestra propia cosecha. Casi siempre, quienes nos consideramos creadores, reversionamos lo ya hecho por otros. La originalidad pura es una quimera.
Para nosotros, los puntanos, este Templo es un centro geográfico de la ciudad donde pasado y porvenir convergen.
Donde un deseo antiguo, y por muchos de nosotros no vivido, coincide con nuestros sueños actuales. Quizás por eso lo queremos y cuidamos como un BIEN PERSONAL.
Entonces memoria y porvenir se abrazan en un vértice justo donde los “tiempos de antes” y los nuestros se unen como ríos que llegan a su océano, lo nutren, engrandecen y enriquecen: amplían su sentido.
Las comunidades deciden identificar sus recursos patrimoniales y definir sus usos.
Estos usos no sólo obedecen al factor sentimental de la nostalgia sino al anclaje que, imaginan, deben tener en el presente. El “futuro del pasado”, por suerte, es una ocupación constante en cualquier gestión de la cultura comunitaria que piensa en el bien común.
La materialidad de este Templo, intocable en su esencia, ha sido siempre por su función antigua un lugar cobijador de silencios.
En el largo SAN LUIS DE ANTAÑO acá se ha venido a orar. Generaciones de orantes han transitado este ingreso hasta llegar a su altar ¿a pedir qué? No lo sabemos porque las oraciones y aquellos pedidos adquirieron la forma del rezo íntimo e intransferible, la murmuración del dolor, la plegaria ofrendada al más allá donde habita la divinidad. Las oraciones se hacen en silencio.
Retomando la idea de LOS USOS DEL PASADO, a mí me gusta mucho, y me parece una readecuación muy acertada inteligente y sensible, a la luz de esta nueva remodelación, que este lugar pase a ser la sede principal del Sello Editorial SAN LUIS LIBRO.
La escritura y la lectura siempre han sido acciones humanas que han requerido mucho silencio alrededor.
Escribir y leer nos aísla “del mundanal ruido” para arrastrarnos a otras dimensiones de la mente humana donde la imaginación es el timón de ese barco encantado que implica también un viaje o un traslado.
Ese alejamiento inherente al acto de leer no quiere decir que nos enajene del mundo social o nos induzca a menospreciarlo por considerarlo inferior a nuestros altos ideales. Leer nos ayuda a mirar mejor, a pensar mejor, a comprender mejor.
Que este Templo de Santo Domingo, emblema y baluarte de nuestra memoria histórica edilicia, vuelva a ser ahora, resignificado un lugar de intimidad y silencio, de concentración en los textos, me parece que es hacer de su memoria un buen uso de su funcionalidad actual.
Quienes escribimos o leemos pasamos largas horas solos, en diálogo con los textos y con nosotros mismos. En mi trabajo en particular siempre fui consciente que este individualismo no debería convertirse en una práctica egoísta, sino en una individualidad ofrendada a los otros.
Interpreto que este Antiguo Templo será la sede de muchos libros, editados o por editar.
Cuando los libros están almacenados se parecen a cualquier objeto ornamental, es decir, un objeto mudo. Todo libro empieza a hablar de sí mismo cuando encuentra a su lector.
Es mi deseo que los libros que contenga este Templo reabierto se echen a andar por los caminos para ir en busca de futuros lectores.
Eso les dará nueva vida y la posibilidad de encontrar en sus andares nuevos amigos para el tiempo y para la memoria de San Luis. Muchas gracias.