“EL ESCUADRÓN SAGRADO”
Por José Villegas
Sobre la Pancha Hernández, heroína nuestra, se han escrito pocas pero hermosas páginas, impregnadas casi todas ellas de un halo de leyenda que enaltece la figura de este prototipo de mujer puntana. Dice Urbano J. Núñez que “la Pancha, joven argentina, natural de San Luis cuyo apelativo de familia no recordamos, no había cumplido aún el segundo decenio de su edad, cuando contrajo matrimonio con el Sargento Hernández. Con motivo de la sublevación del N° 1 de cazadores en San Luis, en 1820, marchó a Chile con el regimiento, acompañando a su marido, y algunos meses después en la expedición libertadora del Perú. Fue una de las cuatro mujeres a quien el Gral. San Martín concedió licencia para que acompañaran a sus maridos en la campaña. Perteneciendo el sargento Hernández a una de las compañías del escuadrón de granaderos con que el comandante Juan Lavalle operó en la campaña del Ecuador, en 1822. La Pancha se halló en la batalla de Pichincha armada de sable y pistolas, y en la carga que dio el escuadrón salvó la vida de su marido, dando muerte a su contendor. Por esta acción, Lavalle le concedió el empleo de sargento de la misma compañía, donde pasaba revista y recibía su sueldo. Al regreso de Quito al Perú tuvo parte en las campañas de Intermedio y por consecuencia en las infortunadas acciones de Torata y Moquegua, así como en el naufragio del Morro viejo. Cuando la sublevación de la guarnición del Callao, en febrero de 1824, Hernández y su esposa fueron del grupo que permaneció fiel a la bandera de la Patria. Reorganizado por Bolívar el Ejército Libertador, asistió a las batallas de Junín y de Ayacucho, y regresó al suelo argentino con los restos del Regimiento de Granaderos que el Coronel Bogado presentó en Buenos Aires en febrero de 1826”.
Una acción para destacar: el 21 de enero de 1823 las fuerzas patriotas sufren una aplastante derrota en “Moquegua”, produciéndose una dispersión de nuestros soldados, perseguidos y fusilados, sableados y lanceados por la espalda por los españoles. En esa oportunidad el Coronel Juan Lavalle ordena al Teniente Pringles volverse sobre sus pasos y arremeter con una carga de caballería contra los perseguidores. En ese escuadrón de valientes iba la Pancha junto a su marido el sargento Dionisio Hernández. Así, salvaron cientos de vidas y aquel escuadrón pasó a llamarse “El Escuadrón Sagrado”.