ENTRE TILDES
Héctor José Peñaloza (*)
La conjugación del verbo amar fue mutando con el paso del tiempo, aunque perduren los pactos familiares que da origen a una forzosa unión de dos personas que no sienten nada por el que tienen enfrente.
Desde Adán y Eva y su mordida condenatoria a aquella manzana, dando un paseo por aquel baile de máscaras que unió a Romeo y Julieta en una pasión enfermiza que arrastró a sus propias familias; las casas reales que por mantener su estatus dejaban el sentir de lado para adherir a la conveniencia económica y política; para llegar a nuestros días enlazados en la virtualidad de las pantallas, bañados por una gran ola de marketing que funciona como un GPS.
Vivimos un tiempo en donde enamorarse es la excusa perfecta para no admitir que a una gran mayoría le cuesta asumir su propia soledad. El estar solo significa bucear en una dimensión desconocida. Hablar de compromiso es como abrir una cápsula que se guardó bajo tierra en algún evento de siglos anteriores.
Hoy, cuando la tecnología juega ese doble rol de acercar-alejar a las personas, los vínculos sucumben a un mero encuentro fugaz e inaudito, lleno de intangibilidad, que ha llevado a familiarizarnos con términos tales como “Me clavó el visto” y su doble tilde. Los casanovas y los gigolós han claudicado; si es que antes no se actualizaron a este ritmo vertiginoso de redes sociales y app’s que gira entre redes 4G y el 3.0.
La conquista fue hacia la metamorfosis del stalkeo, el mensaje privado. Las cartas románticas, las rosas, los bombones de chocolate. Las serenatas viven postreramente entre tildes tras un Smartphone. La conectividad efímera, la histeria del bloqueo y el sexo sin erotismo ni pasión, hacen parte del cóctel que se pone sobre la mesa todos los días y que se exacerba cada 14 de febrero.
Shakespeare ve como ya entró en el olvido el uso de pócimas mágicas para morir de amor; en tanto que Freud no escucha la pena de no ser amado cuando un paciente se recuesta en su diván. Hoy, la condena al desamor es dejar de seguirse en las redes. Quizás Sabina en sus interminables tertulias, nos dé la conclusión precisa de que los vínculos por estos días duran “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.
(*) Me llamo Héctor, me dicen “El Flaco”, escribo desde mi adolescencia; aunque más cerca de este tiempo he comenzado a romper el silencio.
Un libro, café y una caminata son mi mejor plan.
Hermoso texto felicitaciones
Tal cual!!! Felicitaciones por decirlo tan bien!!
Maravillosamente bien definido el momento actual de las «relaciones amorosas» más virtuales que táctiles.
Yo les veo la ventaja, pobre ventaja, de que pueden decir cosas que algunos tímidos nunca se atreverían a hacerlo cara a cara.
Digo esto por encontrarle algo bueno jajaja
Muy bien expresado tu texto!!!