Expresiones de la Aldea, San Luis

La satisfacción de recordar a ilustres mujeres

Columna de Iris

Se viene el Día de la Mujer. Vamos a recordar a doce mujeres. Hay otras grandes mujeres, hay muchas más. Hoy, por diferentes razones, elegimos estas: Mercedes Sosa y su voz; Lola Mora y su lucha contra los estereotipos de las mujeres; Cecilia Grierson, la primera médica argentina; Mariquita Sánchez de Thompson, feminista, rebelde y revolucionaria; Victoria Ocampo, el espíritu transgresor de una mujer de letras inteligente y profunda; Alicia Moreau de Justo y el legado de una luchadora incansable; Olga Cossettini, la mujer que sacudió los pilares de la enseñanza; Alfonsina Storni, la escritora que puso en jaque los roles de género; Olga Ferri, la embajadora del arte de la danza que fundó su propio templo; Juana Manso, la mujer intelectual más progresista de su generación; Olga Orozco, la voz de la poesía;  y María Elena Walsh, un fantástico encuentro de talento y convicción.                                                                                                                           

Me impactan todas, y todas sus historias. Hoy quiero recordar esta, por lo desigual de su lucha y porque me imagino su padecimiento: Cecilia Grierson.

En agosto de 1894 se abrió un concurso de profesores en la cátedra de Obstetricia para parteras de la Facultad de Medicina. Con 35 años, Cecilia se presentó, pero al concurso lo declararon desierto. “Fue únicamente a causa de mi condición de mujer que el jurado dio en este concurso de competencia por examen, un extraño y único fallo: no conceder la cátedra ni a mí ni a mi competidor”, declaró tiempo después.

Cecilia Grierson fue la primera médica de la Argentina y de toda Latinoamérica. Cecilia nació en 1859 en Buenos Aires y vivió en Entre Ríos, donde se dedicó a ser maestra rural. A sus 15 años viajó a Buenos Aires y se graduó de maestra primaria en 1878. Domingo Faustino Sarmiento le dio su primer puesto al frente de un grado.

Sin embargo, el rumbo de su vida cambiaría trágicamente. Amelia Kenig, su mejor amiga, moriría a raíz de una enfermedad respiratoria crónica. Motivada por el deseo de luchar contra la enfermedad y el dolor, Cecilia decidió entonces estudiar medicina.

En la Buenos Aires del siglo XIX esa carrera estaba reservada para los varones. Aunque ninguna regla escrita prohibía el ingreso de las mujeres, estaban excluidas de la posibilidad de ser médicas.

Luego de un enorme esfuerzo, Cecilia logró ingresar a la Facultad de Medicina en 1883. A principios de 1886, la ciudad de Buenos Aires fue azotada por la tercera epidemia de cólera del siglo. Se improvisaron lugares de atención y refugios para personas enfermas. Uno de ellos fue la Casa de Aislamiento (actual Hospital Muñiz), donde Cecilia trabajó como ayudante. Esta experiencia la llevó a pensar en formar enfermeras. Creó la Escuela de Enfermeras del Círculo Médico Argentino, la primera en América Latina.

El 2 de julio de 1889 se convirtió en la primera médica argentina. Su especialidad: cirugía. Sin embargo, nunca pudo conseguir trabajo como tal. La excusa era que nadie confiaría en mujeres cirujanas. Se incorporó al Hospital San Roque y se inclinó por ginecología y obstetricia. En 1891, fue una de las fundadoras de la Asociación Médica Argentina y fundó la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios. Logró que se abrieran salas de primeros auxilios en varios pueblos, colaboró con la realización de la primera cesárea en el país y creó la Revista Obstétrica para ayudar en la formación de las parteras.

Escribió el libro Masaje práctico (1897), que fue la base de la kinesiología argentina. Cecilia luchó siempre a favor de los derechos de las mujeres. Fue sufragista, integró movimientos feministas y fue pionera en su trabajo para mejorar la situación civil, económica, social y política de las mujeres argentinas. Fue pintora y escultora.

En sus últimos años recaló en Los Cocos, Córdoba. Aun en la pobreza, donó parte de sus propiedades para construir una escuela y una casa para artistas en esa localidad. Murió en abril de 1934. En su homenaje, se le dio su nombre a la Escuela de Enfermería de la Ciudad de Buenos Aires.

Me encanta recordar estas historias para que sepa que nada fue fácil, y que hubo y hay luchadoras que merecen un eterno reconocimiento.

Ilustración de Cecilia Grierson, por Lina Castellanos.