La Aldea y el Mundo, Notas Centrales, San Luis

Universos sin sonidos

Las personas sordas o con hipoacusia enfrentan condicionamientos sociales que, si bien desde la teoría hablan de atención a la diversidad, desde la práctica requieren un verdadero tratamiento inclusivo

Por Naomi B. Calabrese Cunti

La discapacidad auditiva es un déficit total o parcial en la percepción que se evalúa por el grado de pérdida de audición en cada oído de la persona. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como discapacidad auditiva a la pérdida acústica superior a 40 decibelios[1]. En el caso de ser severa o profunda, se denomina sordera y sucede cuando la pérdida es mayor a 70 dB; si es parcial la persona se considera hipoacúsica, esto quiere decir que posee un resto auditivo que puede mejorar con un aparato o implante en algunos casos. La hipoacusia puede presentarse de manera unilateral cuando afecta un solo oído, o bilateral en caso de que afecte ambos.

Según la OMS más del 5% de la población mundial, alrededor de 466 millones de personas, vive con algún grado de disminución auditiva. El grupo etario más afectado es el de adultos mayores, siendo la tercera enfermedad crónica más frecuente.

La disminución auditiva aparece por tres posibles orígenes: la pérdida auditiva conductiva ocurre cuando existe un bloqueo que evita que el sonido pase del oído externo al medio, este tipo suele ser leve y a menudo se puede tratar con medicamentos o cirugía; la pérdida auditiva neurosensorial ocurre cuando hay una alteración en el funcionamiento del oído interno o el nervio auditivo. La mixta se caracteriza por dar una combinación de las dos anteriores.

En el caso de tratarse de una hipoacusia neurosensorial, las causas varían si se trata de un niño o de un adulto. En los más chicos puede ser de carácter genético o adquirido y puede suceder tanto por causas prenatales, siendo éstas infecciones maternas, utilización de drogas ototóxicas o anomalías heredodegenerativas; como por causas perinatales. Puede traer aparejada una pérdida completa del habla, si sucede antes de que el infante cumpla 3 años de edad y comience a utilizar la lengua oral.

En los adultos, en cambio, se encuentran causas como la presbiacusia (deterioro auditivo relacionado con el envejecimiento), la exposición a altos niveles de ruido cotidianos que pueden producir diversos traumas auditivos, ciertos fármacos que dañan el oído interno, hipoacusia súbita (que sucede cuando no se conocen sus causas exactas y se da de forma repentina), tumores o granulomas y enfermedades como las metabólicas (la diabetes, la hipoglucemia y el hipotiroidismo), autoinmune del oído o la enfermedad de Meniere.

Para detectar una posible hipoacusia es importante acceder al historial médico familiar y así identificar si se poseen genes con expresiones anormales. Es importante prestar atención a ciertos indicadores que pueden aparecer en forma de zumbidos y mareos, imposibilidad de seguir conversaciones entre dos o más personas, dificultad para oír en ambientes ruidosos, entre otros. En infantes puede presentarse un retraso del habla, dado que al no poder escuchar bien no logra desarrollar por completo sus capacidades lingüísticas.

Dos mundos diferentes

Las personas sordas o hipoacúsicas deben lidiar con un entorno que las excluye, ya que la mayoría de los espacios no se construyen teniendo en cuenta sus necesidades. Los diversos ámbitos educativos y laborales carecen de preparación para integrar a una persona con estas características. Cuando la pérdida de audición es desatendida resulta altamente perjudicial para la inserción de la persona en su entorno social y al presentarse en la infancia puede obstaculizar el rendimiento escolar; esto sucede en el caso de ser escolarizados, ya que en los países en vías de desarrollo los niños con pérdida de audición y sordera no suelen poder acceder a este derecho.

Al considerar las barreras en la comunicación con otros, la persona se sentirá sola y frustrada. La comunicación es el principal pilar en la formación de relaciones; es inherente al ser humano y a los sistemas en los que vive. No poder comunicarse hace que la persona se sienta desconectada y apartada de un mundo al que pertenece.

En el ámbito laboral, los adultos con pérdida de audición sufren una tasa de desempleo mucho más alta y una gran proporción de los que tienen empleo ocupan puestos de categoría inferior en relación con la fuerza de trabajo en general.

El equilibrio en un mismo mundo

Resulta importante destacar que, según la OMS, el 60% de las pérdidas de audición en la niñez podrían eludirse con medidas de prevención bien ejecutadas; fundamentalmente se trata de medidas de salud pública que se dirigen a evitar infecciones y reforzar la inmunización, en especial en los primeros años de vida. La implementación de programas que instruyan hábitos sobre cuidados auditivos en la población junto con el tratamiento eficaz y activo de los trastornos agudos y crónicos que puedan aparecer sería un paso en la dirección correcta. Un mal diagnóstico puede causar mucho sufrimiento en el paciente, al sentirse incomprendido y no poder obtener información certera sobre su situación y cómo afrontarla.

Cerca del 20% de las personas que tienen pérdida de audición pueden mejorarla con dispositivos tales como audífonos e implantes cocleares; de hecho, se calcula que hasta 56 millones de personas podrían mejorar su audición gracias a estos aparatos. La producción actual de audífonos satisface menos del 10% de las necesidades mundiales y del 3% en los países en vías de desarrollo; a la situación se le suma que los costos son elevados e inaccesibles para una gran parte de la población, al tratarse de tecnología de punta. Entre las prioridades, garantizar esta accesibilidad y rehabilitación cambia la vida de estas personas.

Para prevenir la deserción escolar de los menores con discapacidad auditiva es pertinente promover la educación bilingüe. Enseñar junto con la lengua oral, la lengua de señas en primaria y secundaria, si bien recientemente se ha sancionado una ley, hay que asegurar el acceso íntegro de las infancias tanto a la educación como a las distintas esferas sociales. Además es importante valerse de diversos inventos que favorecen el aprendizaje, como micrófonos (llamados bucles magnéticos o sistema de frecuencia moderada) adheridos a la ropa del profesor que se conectan al audífono del estudiante, logrando de esta manera que el alumno pueda escuchar al profesor aunque esté de espalda a él. Es necesaria la ayuda en otros aspectos, como trabajar con equipos interdisciplinarios que combinen psicólogos y fonoaudiólogos para acompañar el proceso educativo y reforzar la confianza y autoestima.

Los subtítulos y la interpretación en lenguaje de señas son métodos eficaces para que las personas sordas y con dificultades auditivas puedan acceder a la información, así como también el armado de espacios públicos accesibles para ellos. A pesar de ser elementos primordiales para la integración, no se llevan a cabo siempre y en todos los lugares.

Todos los sectores deben equiparse y modificarse para alcanzar una inclusión que hasta ahora no se ha logrado. Un ejemplo es impartir capacitaciones en las distintas áreas de trabajo, poner una mayor consideración en aquellos que trabajan con la atención al público y dotarlos de herramientas que permitan un trato especializado, debido a que muchas veces no saben cómo tratar con personas con disminuciones auditivas y se producen situaciones muy frustrantes para ambas partes.

Ciudades que aturden

El contexto actual agrega nuevas dificultades. Vivimos en ciudades que crecen constantemente, en donde la contaminación auditiva, generada principalmente por el ruido del tráfico, llega a niveles extremos; estos ruidos cotidianos pueden causar la aparición de socioacusia en algunos casos y complicar la situación de las personas que ya poseen algún tipo de pérdida auditiva.

Desde el Estado se han ejecutado diversos proyectos para detener la contaminación sonora: a nivel nacional se encuentra el Proyecto de Ley de presupuestos mínimos de prevención, control y corrección de la contaminación acústica. Establece una serie de restricciones vinculadas a actividades que son denominadas “potencialmente contaminantes”. En nuestra provincia la falta de silenciador, su alteración, el uso de bocina antirreglamentaria y abuso de la bocina reglamentaria se sanciona con multa o arresto y/o inhabilitación; de todas formas no se ha logrado un cambio notable, al requerirse una conciencia ciudadana sobre el peligro que puede causar dicha contaminación.

La discapacidad radica, verdaderamente, en la sociedad que excluye a las personas con necesidades diferentes y no en el individuo que, por alguna de las circunstancias anteriores, posee un grado de capacidad distinta, pero no por ello es menos apto que el resto. Estas concepciones son las que debemos eliminar del imaginario social, porque causan mucho daño y son irreales. Realizar un cambio terminológico resulta crucial, como el que impulsa la pedagogía especial presentando la categoría Necesidades Educativas Especiales (NEE) que engloba a aquellas infancias con dificultad para escalar nuevos estadios de desarrollo, buscando poner el foco en la evolución de la persona y no en la causa clínica que obstaculiza el aprendizaje. Si se apunta a las potencialidades y no a los déficits, se fomentarán otros aspectos sobre los cuales la persona tiene control y se lograrán cada vez más sujetos con diversidades funcionales.

Se vuelve imprescindible recordar que se trata de personas que son mucho más que una denominación médica, un límite o un conjunto de funcionalidades; personas que tienen su lugar en el mundo y que merecen ser tratadas con equidad, merecen recibir la atención médica y el acompañamiento que necesitan. La sociedad es la que debe adaptarse a las diferencias y no al revés.


[1]El oído humano capta los niveles de intensidad acústica comprendidos entre 0dB (umbral) a 120-130 dB.