Expresiones de la Aldea, San Luis

Un Himalaya en el patio

Por Ana Claudia Machado


Las plantas del patio de mamá la saludan cuando vuelve de viaje. 

Yo las riego, pero mamá llega y ellas estiran sus brazos de alegría. 

Mamá no entiende. Capaz les faltaba agua, dice. No sabe. No estaba para verlas. Eran varas verdes, oscuras, tímidas. O matas achatadas como almohadones. 

Me siento al lado de la maceta más grande. Es tan alta como una muralla. No sé qué hay detrás. Huele a musgo. La pintura se le descascara y cae sobre mi cabeza una especie de caspa roja. Me sacudo los hombros, la falda, los miedos.

El timbre. El timbre suena tres veces. No puedo ir a ver quién es. No quiero. 

El piso está fresco. Se multiplican los hexágonos de las baldosas. 

Las hormigas juegan a no pisar las líneas. Una se encuentra con mi pierna. Dudo. No me resisto. La hormiga sube por el Himalaya-pierna. Titubea. Hay tanta piel que no sabe si ir hacia el este o al oeste. Se detiene. Me hace cosquillas. Se me pone la carne de gallina. Es negra, de las grandes. Si desenfoco los ojos, parece un agujero, un pozo. Me asomo. No veo el fondo. Tiro una piedra. No la oigo tocar el final. Digo un nombre. Lo digo más fuerte. Me llega el eco. Detrás del eco, un viento dulce, un olor a frutillas. Se alargan unas hebras rastreras que me envuelven las piernas, el pubis, las caderas. Les cuelgan frutas.

Algunas tienen manchas verdes y hasta blancas. A medida que les da la luz, se vuelven rojas, como lenguas, como corazones. Una se me ofrece y la tomo. Mastico y me chorreo el perfume, el color, las semillas. Me riego de frutillas. Me abono de frutillas. Quiero ser una frutilla. 

Cuando mamá llega, las frutillas se dan vuelta a saludar.

El piso está fresco. El cartero trajo noticias de afuera.

Pintura “El nombre de las cosas”, de Alejandra Caballero, 2020.

(*)Escribo para tomar aire. Luego, hago intentos de estar en el mundo.

Me llamo Ana Claudia Machado de la Orden del Silencio Incurable.