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La Cautiva de El Platero

La historia de Fermina Zárate, la joven que al ser secuestrada por un malón ranquel vivió, como muchas otras mujeres, entre dos mundos. Estigmas y contextos que dejan huellas en la memoria

Fermina Zárate,
Blanca mujer de Ramón Platero,
Cautiva carne de luna
Enjoyadita de miedo (…)
J.C. Bustriazo Ortiz

Por Adriana Annecchini Bausa

En la figura de Fermina Zárate este trabajo pretende rescatar parte de la historia de miles de mujeres blancas que fueron raptadas por malones de los ranqueles. Fermina fue secuestrada de muy joven,tendría 20 años aproximadamente, de un puesto cercano a La Carlota, provincia de Córdoba, donde vivía con sus padres; fue llevada junto a su hermana María a los aduares ranquelinos, más precisamente a las tolderías del Cacique Ramón Cabral.

De la gran mayoría de estas mujeres nunca se tuvo noticias luego de ser raptadas, muchas murieron en el camino antes de llegar a las tolderías, otras tantas murieron allí, víctimas de sufrimientos físicos y psicológicos infringidos tanto por los hombres, sobre todo si se resistían a sus deseos sexuales, como por las mujeres indias, quienes por celos les hacían la vida imposible golpeándolas y humillándolas. Los trabajos más duros los realizaban “las cautivas”, salvo que hubieran logrado la simpatía del cacique.

Las que fueron rescatadas, luego de años de cautiverio, no pudieron liberarse del estigma al que las sometía la sociedad y la familia. Mucho menos de los recuerdos de ese horroroso tiempo.

Los hombres blancos no soportaban la idea de que sus mujeres hubiesen sido violadas por los indios. Era un tema tabú para la familia y para la sociedad. Por lo que les resultaba más fácil culpar a las mujeres por aceptar quedarse en las tolderías para no perder a sus hijos. Haber sido cautiva significaba en ese tiempo la muerte social, ningún hombre blanco quería casarse con ellas.

Debido a estos contextos es que muchas mujeres por vergüenza y por temor optaban por quedarse en las tolderías ya que se les hacía muy difícil reinsertarse en la sociedad blanca, sentían que no pertenecían ni a un mundo ni a otro.

Hay testimonios de soldados que relatan que más de una cautiva, cuando habían logrado rescatarla, se tiraba del caballo por las noches, y desaparecía en el desierto para no volver a su tierra.

Ramón Cabral heredó de su padre, en 1865, el gobierno de las tribus de Carrilobo. Cuando Mansilla pasó por aquí, en su expedición a Leuvucó, capital de imperio ranquel, visitó a éste en 1870, y ubicó las tribus de Cabral entre la laguna de La Verde y los montes de Aillancó, es decir, aproximadamente donde hoy se encuentra el ejido urbano de Anchorena.

Mansilla lo describió de esta manera: “(…) es alto, fornido, tiene ojos pardos, cabello algo rubio, ancha la frente y habla muy ligero (…) es un hombre perfectamente aseado, viste como un paisano rico, inteligente y despierto (…) es un cacique respetado y seguido por su gente, al ser hijo de cristiana no mostraba mayor hostilidad hacia los blancos, tiene muchos en sus tolderías y alrededor de éstas (…)

En cuanto a su vida familiar, como era común en los ranqueles, Ramón tenía varias esposas, se habla de cinco concubinas de diferentes edades, una cristiana y 4 indias. La preferida era Fermina Zárate.

Cuya historia es la que intento rescatar…

Entre tolderías, ausencias y resignaciones

Mansilla, quien fue el primero en dejar registro de esta cautiva, la describe, como una mujer común.

Cuenta que, en su visita a las tolderías de Ramón, éste le comentó que la señora era muy buena y lo había acompañado por muchos años, le estaba muy agradecido, por eso le permitía que saliera de Carrilobo, y se fuera a la tierra donde estaba su familia. La cautiva lo miró con una expresión indefinible, con una mezcla de cariño y horror y le contestó: señor,Ramón es un buen hombre, ojalá todos fueran como él, no sufrirían tanto las cautivas.

Y se echó a llorar sin reparos. Cuando el cacique los dejó solos, el coronel le propuso llevarla a La Carlota, entonces la mujer le dijo que no, porque Ramón ha sido bueno con ella después que fue madre la ha tratado bien, pero no deja que se lleve a sus hijos.

“La cautiva”, por Juan Manuel Blanes. 1879

“Además señor, ¿qué vida sería la mía entre los cristianos después de tantos años que falto de mi pueblo?

Yo era joven y buena moza cuando me cautivaron. Y ahora ya ve, estoy vieja, Parezco cristiana porque Ramón me permite vestirme como ellas, pero vivo como india; francamente soy más india que cristiana, aunque creo en Dios, como que todos los días les recomiendo mis hijos y mi familia (…) ¿él que culpa tiene que de que me agarraran los indios?; la culpa la tendrán los cristianos que no saben cuidar ni a sus mujeres ni a sus hijos”. (Sic)

Luego de algunos años de soportar violencias, humillaciones, y obligada realizar las tareas más duras, a medida que se fue convirtiendo en la preferida de “El Platero”, con valor y sin victimizarse se fue insertando al grupo.

Su pálida piel se volvió oscura y dura, su cabello y manos se resecaron, a causa de las inclemencias del clima. Aprendió a parir sola a sus hijos mestizos, a curarlos con hierbas y yuyos, a hacer rogativas ranqueles, a beber sangre caliente de yegua.

El escenario donde transcurrió su vida de cautiva era el siguiente:

Los toldos de Ramón eran los mejores y más limpios de tierra adentro, los construían de barro cocido, los techos eran de cuero de potro cosidos con tientos de avestruz, en el frente una enramada de chala y paja.

Los utensilios de cocina eran de madera, hierro o plata. Sus camas estaban hechas de cueros de ovejas.

Durante todo el año sembraban mucho, hacían acopio para el invierno, los principales sembrados eran de maíz, zapallo y sandía. Cerca de los toldos había gran cantidad de corrales con cerdos, chivas y aves de corral cuyo cuidado estaba a cargo de los niños y las mujeres. Es importante no omitir en la descripción la mención de la gran cantidad de perros con los que convivían.

Ramón, también conocido como “El Platero” o “Platero”, por su oficio, ya que era el platero oficial del imperio, llamaba la atención en el medio del desierto la fragua de su platería, aquí se fabricaban todos los objetos de plata imaginables: pectorales, estribos, espuelas, pulseras, prendedores entre otras.

Las mujeres más importantes del clan vestían un chamal, especie de vestido, hecho con un paño rectangular negro, enrollado alrededor del cuerpo, y prendido en un hombro o en los dos con objetos de plata. También usaban una faja enrollada en su cintura, que permitía leyendo sus motivos saber quién era, de qué tribu, cuántos hijos tenía, etcétera.

A Fermina le permitían vestirse como cristiana, hay registro de anotaciones en las libretas de los padres franciscanos que entraban a las tolderías, donde la mujer pide telas y vestidos de los que usaban en la ciudad, y elementos como jabón. La higiene, tanto en invierno como en verano, la realizaban en la laguna.

Las mujeres de la familia de Cabral se caracterizaban por ostentar hermosos prendedores de pecho, pulseras, collares, y aros todos de plata maciza elaborados por el cacique.

Los diseños de las joyas que usaban no tenían que ver con la estética, no eran simples adornos, sino representaciones simbólicas, relacionadas con su cosmovisión, creían que usándolas se liberaban de espíritus o personajes malignos, por ejemplo, la vincha que usaban en sus cabezas servía para mantener sus ideas, en los adornos que lucían en el pecho se observaba una figura que marcaba la dinastía a la que pertenecían, en el caso de este linaje, un jaguar.

No les faltaba el carmín en sus labios, mejillas y uñas, ni el sombreado de los párpados, y uno que otro lunarcito pintado en el rostro. Los lunares negros eran el adorno preferido de las chinas, para ello utilizaban una especie de barro de color plomizo, bastante compacto como para cortarlo en panes o en forma de bollos y secarlos al sol.

La cautiva, tuvo con el cacique tres hijos: Práxedes, (una mujer con dificultades físicas y posiblemente psicológicas) Renao y Antenao Zárate, (la terminación nao o naw pertenece al linaje de los Cabral).

El Platero por imposición del gobierno nacional tuvo que abandonar sus tierras e incorporarse a la civilización. El 17 de septiembre de 1877 salió de Carrilobo llevándose en carros y carretas la mayor cantidad de bienes, incluidos sus animales y su familia.

Fermina volvió a La Carlota luego de 30 años. Al principio, “dicen”, iba y venía de la Villa a las tolderías donde estaban sus hijos.

En 1883 fue beneficiada con la entrega de una chacra, donde vivía con su hija Práxedes. Y donde “dicen”, la visitaba Ramón.

Se ha encontrado el acta de defunción de Fermina, murió a los 85 años con fecha 15 de mayo de 1905 en La Carlota.

Cuentan en voz baja algunos vecinos, que en noches claras, el espíritu de la cautiva anda por ahí entonando canciones ranqueles…

Bibliografía

Annecchini Bausa, Adriana, “Historias de Anchorena”, Ed San Luis Libro, ed 2014

Annecchini Bausa Adriana, Conferencia: “Cacique Ramón Cabral, El Platero”, IX Jornadas de Historia de San Luis, Merlo 2015

Mansilla, Lucio V, “Una excursión a los indios ranqueles, Ed. Emecé, 1989

WEB

Depetris, José Carlos, La arena.com.ar (5/12/2010)

“El rapto, rescate de una cautiva” (detalle), por Juan Mauricio Rugendas. 1848