La historia pasea en Plaza del Carmen
Dos icónicos cañones Krupp ubicados en el paisaje puntano fueron protagonistas de la Segunda Revolución Industrial
Por Guillermo Genini
La ciudad de San Luis presenta a los vecinos y visitantes en uno de sus paseos públicos más concurridos, testimonios clave, y en gran parte desconocidos, de la Segunda Revolución Industrial. Se trata de dos cañones Krupp de fabricación alemana encargados por el Ejército Argentino a comienzos del siglo XX ubicados en la Plaza Ejército de los Andes, más conocida como Plaza del Carmen. Tal vez pocas personas sepan que detrás de estas piezas de artillería se encuentra una de las historias más sorprendentes e importantes de los tiempos contemporáneos que vinculan a la Argentina con una de las industrias de mayor peso en los cambios económicos, militares y políticos del siglo XIX.
¿Espiar para triunfar?
Los Krupp era una de las principales familias burguesas de la ciudad de Essen, ubicada en la Cuenca del Ruhr en el oeste de la actual Alemania, desde el siglo XVII. Sus múltiples miembros se destacaban por sus actividades comerciales y productivas. Algunos de ellos se dedicaban a la fabricación de implementos de cocina y de armas blancas. Esta tradición metalúrgica,que se vinculó con la explotación de minas de hierro y carbón, se mantuvo por muchos años hasta comienzos del siglo XIX cuando Friedrich Krupp se hizo cargo de los talleres y fragua de la familia. En esos momentos la fabricación de armas había tomado en Europa una enorme importancia pues se vivían los frenéticos años de las Guerras Napoleónicas (1799-1814) que arrasaron gran parte de Alemania.
Cuando Napoleón ordenó el Bloqueo Continental contra los productos ingleses, incentivó la producción de armas de hierro propias para sustituir las que ya no podían importar. Esto estimuló a Friedrich quien fundó en 1811 el “Krupp Gusstahlfabrik” o Fundición Krupp. Provisto de una mente inquieta y de una iniciativa audaz, Friedrich supo que el futuro de la familia estaba en riesgo si no buscaba la forma de sumarse a la Revolución Industrial que vivía Gran Bretaña.
Esta Revolución frenética y colectiva, había colocado a los innovadores fabricantes ingleses de manufacturas metalúrgicas en la cumbre de los negocios mundiales y eran una competencia ruinosa para el negocio familiar. Fue por ello que ideó un riesgoso plan. Haciendo uso de su trato refinado, el conocimiento de idiomas, algunos contactos comerciales y una identidad falsa, viajó a Inglaterra y estudió ocultamente los más novedosos procesos industriales sobre la fundición del hierro inglés. Hasta entonces los distintos sistemas de fundición de hierro eran mantenidos en secreto por sus creadores. Gracias a estos conocimientos obtenidos bajo una de las primeras acciones de espionaje industrial, Friedrich creó la empresa familiar Krupp en Essen. Combinaba la minería de hierro y carbón, nuevas técnicas de fundición y el uso de la energía hidráulica logrando producir hierro colado desde 1816 en suelo alemán gracias a las innovaciones de la Revolución Industrial inglesa.
Sin embargo, a causa de su errática conducta empresarial, cuando Friedrich Krupp murió en 1826, la fundición Krupp estaba en riesgo de quiebra por su delicada situación financiera y algunos negocios ruinosos. Esta situación fue superada por su hijo Alfred Krupp (1812-1887) gracias a su disciplina y la continua búsqueda de la innovación. Tras aumentar su capital y número de trabajadores, Alfred y su hermano Hermann, lograron mejorar la elaboración de acero haciéndolo lo suficientemente refinado y fuerte como para utilizarlo en la fabricación de cañones.
Apuntar a la Revolución Industrial
Hasta la década de 1840 los cañones se fabricaban de bronce y se cargaban por la boca o avancarga. Las novedades de Krupp cambiaron esos sistemas tradicionales por otros completamente nuevos: cañones de acero con alma estriada y sistema de retrocarga lo que facilitaba su uso y aumentaba su precisión y rapidez de los disparos. Los primeros cañones Krupp fueron presentados en la Gran Exposición de Londres en 1851 y en la Exposición de París en 1855. Sin duda representaron un desafío para las principales proveedoras de artillería de Europa, la inglesa Armstrong y la francesa Schneider. Sin embargo, el alto precio de los cañones y la desconfianza que causaba en los militares estas armas novedosas, frustraron su aceptación y venta. La estrategia de la fábrica se orientó entonces a promocionar sus caños ante el gobierno prusiano sin mayor éxito.
Mejor suerte tuvieron con la fabricación y venta de material ferroviario que desde 1850 fue su principal ingreso. El producto estrella de Krupp eran las ruedas para ferrocarriles que conquistaron el mercado en Europa y Estados Unidos gracias a la gran calidad de su acero. De hecho el símbolo de la empresa Krupp eran tres círculos o aros ferroviarios interconectados. Sobre este lucrativo negocio, Alfred Krupp montó una nueva estrategia.
Presionó al gobierno de Prusia para lograr la compra de sus nuevos cañones ante la amenaza de abrir su venta a otros países, incluyendo a Francia. Esta presión y la llegada de Guillermo I al trono de Prusia en 1861 cambiaron la situación y se realizó el primer encargo de 300 cañones.
En 1864 el ejército prusiano ya contaba con nuevos cañones Krupp de recámara rectangular y carro metálico. Ese año la nueva artillería fue probada exitosamente en el campo de batalla en la Guerra de los Ducados contra Dinamarca. Sin embargo, el enorme prestigio y ventaja económica que lograron los cañones Krupp se consiguió en la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y 1871 donde la artillería germana superó claramente a la francesa. Los pedidos a la fábrica Krupp llegaron de todo el mundo: el Imperio Otomano, Rusia, España, Japón, incluso la Argentina, desplazando a sus competidores ingleses y franceses.

Esta enorme demanda fue satisfecha por un sistema de producción que marcó un modelo para la Segunda Revolución Industrial que se expandía por todo el mundo desde mediados del siglo XIX. Alfred Krupp amplió y modernizó las instalaciones fabriles de Essen y otras ciudades alemanas. También implementó un novedoso pero rígido sistema laboral para sus trabajadores. Les exigió lealtad y productividad para con la empresa sin permitirles participación política o sindical. A cambio los favoreció con los primeros programas masivos de seguro médico, vivienda social y jubilaciones. Además, sus laboratorios y técnicos especializados continuaron introduciendo y patentando innovaciones en sus productos ferroviarios, hogareños y militares. Cuando murió Alfred en 1887, la empresa Krupp era el complejo industrial más grande del mundo con más de 75.000 empleados.
Llegada a Argentina
Su sucesor fue su hijo Fritz Krupp quien continuó la expansión de la empresa pero con nuevas perspectivas y métodos. Muy bien vinculado políticamente con el Kaiser Guillermo II de Alemania y otros gobiernos del mundo, Fritz amplió el perfil armamentístico de su empresa, incursionando en la fabricación de blindajes, municiones, barcos de guerra y submarinos, además de continuar liderando el mercado mundial de cañones. Modernizó sus plantas industriales introduciendo la electrificación y mecanización de la producción para dar cumplimiento a la gran demanda de sus armas que se habían globalizado.
Cuando Fritz Krupp murió tempranamente en 1902 en circunstancias extrañas, su imperio industrial fue heredado por su hija Bertha y cambió su constitución a una sociedad por acciones: la Fried Krupp Grusonwerk AG. El Kaiser Guillermo II presionó para que la heredera se casara con una persona que pudiera asegurar el interés imperial alemán en la principal empresa armamentística de Europa. El elegido fue Gustav von Bohlenund Halbach, un diplomático y alto funcionario imperial, quien agregó a su nombre el apellido Krupp después de casarse en 1906. Con Gustav Krupp la empresa profundizó su producción armamentística diseñando, produciendo y vendiendo armas al Imperio Alemán y más de 50 imperios, reinos y repúblicas alrededor del mundo. De esta época data la llegada de los cañones Krupp que se encuentran en San Luis.
La Argentina se encontraba entre los primeros clientes de los cañones Krupp. La primera compra se realizó en 1865 a causa de la Guerra de la Triple Alianza contra Paraguay. Posteriormente, con la intención de modernizar su ejército, se compraron nuevos modelos Krupp para artillería de campaña y montaña hasta comienzos del siglo XX, junto a cañones Schneider de fabricación francesa.
Desde fines del siglo XIX las tensiones bélicas con Chile por la demarcación del límite en la Patagonia impulsaron la modernización y estandarización de la artillería argentina. En un primer momento se optó por la modificación de los cañones ya existentes pero su resultado no dejó conforme a algunos sectores militares y políticos. Para evitar nuevos cuestionamientos, en 1908 se realizó en Buenos Aires un concurso internacional de tiro para seleccionar la nueva artillería argentina.
La elegida fue una pieza estándar Krupp que fue encargada para el Ejército Argentino que contaba con un gran cuerpo de artilleros formado bajo el mandato del General Pablo Riccheri ante la inminencia del conflicto con Chile que no se produjo.
Así se originó el cañón Krupp Modelo 1909. Era un cañón Krupp de campaña calibre 75 mm L.30 con un alcance de 6 km fabricado por la empresa Fried Krupp A.G. en Essen, Alemania, que debía ser tirado por seis caballos. Inicialmente se encargaron 76 baterías, lo que era equivalente a 456 piezas, y en compras posteriores se superaron las 500, lo que convirtió a la artillería argentina en la más poderosa y moderna de Sudamérica.
Estos cañones sirvieron al Ejército Argentino por muchos años y al ser retirados de servicio a mediados del siglo XX, algunos de ellos se exhibieron en museos, guarniciones militares y paseos públicos. Este es el origen de los dos cañones de la Plaza Ejército de los Andes que tiene grabado el escudo argentino en la parte superior del cañón y en la cureña. Las dos piezas, identificados con los números 141 y 142 respectivamente, pesan 347 kilos y con el carro con cureña 1.070 kilos cada uno.
Pese a lo habitual de su visión, estos dos cañones representan para San Luis una historia extraordinaria que trae a nuestra provincia un producto clave de la Segunda Revolución Industrial creado por una familia alemana que cambió el mundo.
