Expresiones de la Aldea, La Aldea Antigua, San Luis

HISTORIAS MÍNIMAS DE MI CIUDAD CUANDO ERA PEQUEÑA

LOS VIAJES EN COLECTIVO A UNA PROVINCIA CUYANA

Por Leticia del Carmen Maqueda

En los años 50 y 60 quienes vivíamos en San Luis y queríamos viajar, podíamos hacerlo según las distancias a recorrer, en auto, tren o colectivo. El avión fue una modernidad que llegó mucho después hasta nuestro humilde aeropuerto y si queríamos hacerlo de ese modo había que trasladarse a Mendoza o Córdoba para viajar desde allí, generalmente con destino a Buenos Aires. Por esto la gran mayoría de la gente viajaba sobre todo en colectivo o en tren.

 La terminal de ómnibus, precaria y pequeña, se encontraba ubicada en calle Chacabuco casi llegando a Belgrano. Hasta allí llegaban a San Luis en los años 50, varias empresas de colectivo. Mi memoria guarda especialmente el recuerdo de una, tal vez porque es en la única que en ese tiempo viajé. Le llamábamos popularmente “la Cita” y en ella hice mi primer viaje interurbano en colectivo.

Era pequeño comparado a los que hoy transitan nuestras rutas y su estructura semejante a los que circulaban entonces. Yo tendría en aquella época unos siete años y viajaba con mi abuela a Mendoza. Me quedó de ese viaje el recuerdo del interior estrecho del colectivo que tenía unas ventanillas pequeñas corredizas por las que podía verse el paisaje árido y la vegetación achaparrada.

Con el tiempo, hacia los años 60 se construyó la nueva Estación Terminal sobre Av. España, que para nosotros era un lujo comparada con la anterior, y desde allí fue el punto de partida de todos los otros viajes que realicé durante mucho tiempo hasta que se construyó la actual.

De ese tiempo lejano, hay una empresa que recuerdo en forma especial pues en ella hice todos mis viajes de la época de mi vida de estudiante universitaria. Era la TAC, (Transportes Automotores Cuyo) y cubría recorridos a casi todo el país y países limítrofes, llegando a ser la empresa más popular para los viajes en la Región de Cuyo.

Uno de sus colectivos salía directamente de San Luis y cubría diariamente el recorrido hasta Mendoza, por lo que recibía popularmente el nombre de “el Local”. Partía de San Luis a las 11.30 y llegaba a Mendoza a las 16.30.

En su recorrido iba parando en todos los pueblos que se encontraban a la vera de la ruta, y los choferes amables y solidarios, conocían a los pasajeros que viajaban con frecuencia. Las maestras eran sus pasajeras diarias y los días muy fríos o cuando llovía, desviándose solían acercarlas hasta el lugar más cercano a sus escuelas.

Si en la ruta en medio de ese paisaje desierto que bordea el camino a Mendoza alguien hacía señas, el colectivo se detenía y el pasajero subía, a veces con su carga de bolsas y bultos diversos.

Para todos había una palabra amable, una broma, un comentario. Al pasar el Arco de Desaguadero, sabíamos que seguramente subiría con su canasto, el vendedor de sándwich de pan casero, manteca y jamón crudo ¡exquisitos! que algunos compraban.

Cuando llegaba a La Paz, se hacía una parada de media hora en un lugar que era un bar-comedor. Allí los choferes almorzaban y la mayoría del pasaje bebía alguna gaseosa o hacía tiempo y luego el viaje se continuaba.

A veces en Palmira, subía “Jorgito Frías, no vidente de Palmira”, así se anunciaba. Él tocaba el acordeón y se sentaba adelante en un banquito que siempre llevaban los choferes. Así durante un rato escuchábamos el programa de melodías populares que había preparado para la ocasión y siempre formaba parte de su repertorio la canción de su autoría: “Si yo tuviera mis ojos”. Solía ir cantando un largo trecho y bajaba en el pueblo siguiente.

Este andar por las rutas cuyanas de este modo, duró hasta que los colectivos más grandes modernos y de larga distancia fueron cubriendo los recorridos punto a punto sin paradas intermedias.

Los viajes fueron entonces impersonales, perdieron el colorido especial que les daba la gente de la región, los choferes se aislaron en su cabina, dejaron de conocer a sus pasajeros y ese clima de hermandad solidaria de pueblo, que compartiendo una identidad se movía en la zona, se fue esfumando en el polvo gris del paisaje.

Hoy los viajes por autopista en modernos transportes, son rápidos y en dos horas y media se llegan a destino, pero siento añoranza de aquellos colectivos de la mítica TAC, cuyos choferes te recibían con una sonrisa y espíritu solidario, “¿cómo le va? hace mucho que no la vemos”, “suba despacio señora que le ayudo con los paquetes”, “está lloviendo y hace mucho frío, las vamos a acercar a la escuela”. Son frases y gestos que ya no volveremos a escuchar ni ver, se los llevó el inevitable paso del tiempo y los modos de una cultura nueva más individualista que no es ni mejor ni peor, sino tan solo diferente y responde a la realidad en que vivimos.

Traigo este recuerdo hoy para que quienes no conocieron ese tiempo, puedan asomarse a él y comprender que, aunque en aquel entonces estaban ausentes el confort y la comodidad a los que hoy estamos acostumbrados, esos viajes tenían la belleza de un modo de ser cuyano y del sentimiento fraterno que se expresaba en los gestos y el compartir solidario.