Expresiones de la Aldea, San Luis

El enigmático angelito milagrero de Santa Rosa del Conlara

Nicolás Gatica Ceballos (*)

No pocos teólogos coinciden en que la religiosidad nace de una necesidad muy profunda de dar sentido al ser. Cuando la razón aparece en el ser humano, se ve quebrada su naturaleza: tiene un nuevo ethos y allí desarrolla su camino hacia lo divino. En ese sentido, la religiosidad popular configura para miles de personas un entorno de búsqueda y en la provincia hay distintos ejemplos. Uno que teje mitos y despierta intrigas tiene que ver con el Angelito Milagroso de Santa Rosa del Conlara.

Si uno ingresa al cementerio local por el costado oeste, en algún momento se puede topar con una especie de mausoleo, muy sencillo y parecido a tantos otros de cualquier ciudad. No se trata de una estructura inmaculada, ni de una edificación que respete los principios de la geometría sagrada. Sin embargo, destacan decenas de placas que expresan agradecimientos por favores recibidos.

Al asomarse por la puerta, se advierte una urna levemente inclinada desde la que se observa el cadáver de un bebé. Se puede ver con claridad su rostro y sus manos, ya marcados por el paso del tiempo, pero a la vez impregnados de un sigilo inmutable.

Dentro del sitio donde reposa, se pueden encontrar pistones, yesos, bicicletas, pañales, ropa nueva, carpetas de estudiantes, patinetas, monedas, billetes, ropa de bautismo, estampitas, y sobre todo juguetes. Los juguetes abundan y generan un escenario al menos llamativo, con mucho color en medio de lo lúgubre. Parece una contradicción, como la esencia misma de la vida.

Hasta el momento no he encontrado ningún relato que unifique de alguna manera una explicación, tampoco nadie ha sabido decirme razones de su deceso u orígenes de su fama de santidad popular.

Lo que sí manifiestan varios vecinos, es que antes el cuerpo descansaba en otro espacio más pequeño. La gente le llevaba tantas ofrendas para agradecer sus milagros que prácticamente no había lugar para depositarlas. Por eso, aseguran que con los años le hicieron la tumba actual.

Las muestras de gratitud que se muestran en placas de distintos materiales, atestiguan la devoción que se remonta por lo menos a más de tres décadas atrás, aunque también hay algunas láminas más actuales; muchas son de fieles de otras provincias.

En el imaginario, se dice que una gran cantidad de adolescentes a lo largo del tiempo le han llevado sus materiales de estudio a modo de promesa para aprobar sus exámenes.

También abundan aquellos detalles que se suman por distintas voces: se dijo en algún momento que alguien le cambiaba la ropa. La cuestión es que independientemente de las atribuciones, si uno llega al sepulcro podrá contemplar algo que eriza la piel por su rareza.

No digo que se trate de una cuestión indiscutiblemente espiritual, pero quizá las energías y la memoria de tantas personas que han llegado hasta el lugar, generen un puente entre este mundo y aquellas dimensiones que dejarán de ser un misterio en la hora de nuestra muerte.

Encontrar una referencia racionalizada en esto es una misión utópica. Lo innegable, radica en los testimonios que aseguran haber recibido un milagro. Quizá algo comparable es lo que ocurre con el Angelito Gaitán, en La Rioja.

 Salvando las distancias de contexto, en Santa Rosa del Conlara no se advierte una masa de personas a diario para honrar al bebé milagrero, pero en los hechos, se ha tornado un santito popular con una trayectoria impregnada de mitos y misterio. La respuesta estará en cada quien, al enfrentarse con la imagen de sus restos.

(*) Subeditor de Provincia, El Diario de la República

Pintura de William-Adolphe Bouguereau. 1890