¿Símbolo ocultista en la Catedral? Toda la verdad detrás del ícono
Por Nicolás Gatica Ceballos (*)
Cualquiera que conozca la Iglesia Catedral de San Luis no puede negar la belleza de las intervenciones artísticas. Tanto en su interior como en el exterior, se aprecian innumerables pinturas y esculturas que conforman un sello clave del patrimonio puntano y que, en los creyentes, invitan a exaltar diferentes instancias de la fe. En la nave central, ubicado por encima de San Luis Rey, se encuentra un símbolo que despierta sospechas y asombro: el ojo que todo lo ve.
Se trata de un delta dorado que atrapa indefectiblemente la mirada de cualquiera que levante sus ojos y se fije en sus detalles. Del triángulo, emergen rayos refulgentes. Pero, ¿qué quiere significar?
Con el advenimiento de las redes sociales y el acceso sobrestimulado a la información, no faltan las teorías conspirativas. Existencia de extraterrestres, reptiloides, annunakis, la creencia de que la tierra es plana y tantas otras cuestiones, son resaltadas por este tipo de suposiciones. Para estos modos de pensamiento, el ojo que todo lo ve es un símbolo ocultista, ligado incluso a poderosos y misteriosos grupos como los Illuminati.
Pero para derribar mitos, nada de esto tiene relación con el ícono de la Catedral puntana. Si bien el símbolo puede tener implicancias oscurantistas en algunos contextos, hay que leerlo en una suerte de hermenéutica de la representación gráfica: un mismo elemento puede revelar conceptos totalmente diversos.
El panóptico o delta luminoso, era un emblema cristiano de la trinidad. Encarna la omnipresencia y omnisapiencia de Dios, que todo lo sabe y todo lo puede ver. Está ligado a la vigilancia y la providencia divina. Los primeros ejemplos que se advierten de su uso se pueden encontrar en el arte religioso del Renacimiento, como un modo de detallar a la deidad. El cuadro “Cena de Emaús”, pintado por el renacentista Portormo en 1525, es una muestra de ello aunque el globo ocular fue anexado más tarde (según los expertos probablemente en el siglo XVII).
En resumen, se trata de una representación gráfica cristiana que con el tiempo diferentes grupos banalizaron. No tiene que ver con ninguna afirmación conspirativa.
No es el único medio por el que las teorías tratan de emanar misterios a la iconografía cristiana. La Sala Pablo VI, del Vaticano, es centro de constantes ataques conspiranóicos que advierten la forma de una serpiente en la estructura del edificio y una víbora en la escultura central.
Nada de ello es cierto, pero si aún así lo fuera, la serpiente en el cristianismo además de simbolizar al demonio en algunos pasajes bíblicos, en otros Jesús motivaba a los fieles a ser astutos como estos animales. Incluso utiliza a este ofidio para designarse a sí mismo y pide que él también sea elevado como la serpiente en tiempos de Moisés. Todo esto tiene una significación profunda desde la teología.
Algo similar ocurre con la cruz invertida que se observa en la cátedra donde se sienta el Papa. Ese elemento puede significar el satanismo en su máxima expresión, pero en términos de fe cristiana equivale a Pedro, el primer Papa, que se ha entregado por su iglesia como Cristo y que, no sintiéndose digno de morir como su maestro, pidió que invirtieran la cruz.
Sin lugar a dudas, el enclave de símbolos despierta sospechas, sorpresa y conjeturas en diferentes personas, muchas veces con la intención de dar vida a creencias ancladas en la denuncia del mal. Hay que relajar un poco la sugestión y tener en claro que, desde un punto de vista espiritual, la ausencia de bien no está afuera: lo que envenena al ser está en su interior. Tendríamos que indagar a fondo en ello y dejar de enaltecer nociones inexactas.
(*) Subeditor de Provincia, El Diario de la República