Pelucas Solidarias, manos de amor
Un grupo de personas reunió más que ganas para ayudar a quienes transitan por tratamientos oncológicos a pasarlo mejor. Una convicción que recoge frutos e invita a sumarse desde diferentes lugares
Tomás Nieto
Ingresar a la casa de Sergio Selada y su esposa Yolanda, es como entrar a la casa de los abuelos, donde todo se comparte sin esperar nada a cambio, donde se respira toda clase de buenos sentimientos. Mientras el mate y las facturas van y vienen, acompañando el ritmo de las máquinas de coser, toman ubicación en el comedor de la casa, ahora transformado en taller, las integrantes de un comando solidario que se reúne los sábados y domingos a partir de las 9.30. Este grupo es conocido en la provincia como Pelucas Solidarias.
María Fernanda, es la hija de Sergio y Yolanda, reconoce que no es un proyecto común y no fue fácil tampoco.
“Nació de la experiencia propia, de tener a mi cuñada como paciente oncológico y ver que esto del pelo era un antes y después en la actitud. Pensé que no estábamos tan lejos de concretar lo que en algunas partes del país se hace, busqué información, pasaron dos años hasta que me fracturé la rodilla, estuve mucho tiempo en cama y eso me llevó a obsesionarme con ese tema. Lo hablé con mi familia, claramente nadie sabía coser una peluca, yo no era costurera. Mi familia fue la primera en apoyarme, ¡sí, dale, nosotros aprendemos!, dijeron”.
Allí se pudo ver la demanda real que había, ¨escriben de toda la provincia, de lugares que ni siquiera sabía que existían.
¨Gracias a esa publicación, se comunicaron muchas de las integrantes que todavía siguen. Mari es la mamá de la primera nena que donó el pelo, es peluquera y de inmediato aceptó la invitación”.
Por parte de la familia están sus padres, su hermana y su suegra, que encontró la manera de procesar lo que le pasó a su hija y transformarlo en algo bueno. Está Laura que es otra peluquera, su mamá fue paciente oncológico, relata.
Otra integrante es Marita, madre de Andrea quien fue compañera de María Fernanda en la facultad y compañera de trabajo, se sumó sin siquiera saber qué había que hacer.
Marita es costurera. Sonia es profe de folclore y tiene una academia, una de sus alumnas es Lore, que es maestra. Lore invitó a Sonia y hoy vienen las dos. Todo parece un efecto dominó “que nace del corazón, uno dispone de mucho tiempo acá y es imposible hacerlo sin generosidad, porque se trabaja para un desconocido, con suerte tenemos una foto”, detalla Fernanda.
Mientras Sergio transita el comedor-taller sin parar, cebando mates y alcanzando lo que haga falta, incansablemente, para descontracturar mecha la charla con chistes de su repertorio artístico de ADN Folklore.
El camino de superación personal que cada integrante recorrió hasta llegar a una suerte de equilibrio emocional, fue difícil. Enfrentarse con situaciones límites es lo menos doloroso, ¨lo más frustrante es no llegar con el pedido, es decir llegar tarde¨, reconoce.
Superar esta situación y tomar fuerzas para comenzar de nuevo en cada oportunidad, puede ser determinante si no se cuenta con la ayuda profesional de especialistas, porque hasta recibieron asesoramiento de un coach que realizó su tesis con el grupo, relatan y reconocen que no sería lo mismo hoy, si no hubieran recibido esa ayuda.
Pero más allá de la salud mental, está también una satisfacción espiritual que se respira en la casa y que expresan todos casi de manera preacordada: es esa recompensa interior que solo da la práctica de la caridad.
“Cada uno con su personalidad y con lo que pueda aportar al proyecto, hace lo que mejor le sale para sumar y concretar lo que queremos, es dulcificar el paso por la enfermedad”, dice emocionada María Fernanda.
Pero además, cada integrante es consciente de que una peluca o un turbante no van a curar por sí solos, pero saben que lo lleva de mejor manera y que cambia, han visto el cambio automático de la actitud con la que se afronta ese día a día, las miradas del otro, es lo que más pesa.
“Todos tendemos a mirar con lástima, sin querer, cuando el otro está sufriendo una enfermedad. Entonces, nuestra idea es poder estar ahí, junto a esa persona que le está poniendo el hombro a la enfermedad y está haciendo todo lo que tiene que hacer para lucharla, se siente un poquito mejor y para nosotros es grato acompañar ese proceso. Cuando ya no necesite esa peluquita, vuelve y podemos ayudar a alguien más¨, reflexiona la voz que representa al grupo.
La sensación de felicidad como recompensa del trabajo es fácil de alcanzar, incluso a la distancia, porque inmediatamente reciben una catarata de fotos y mensajes de gratitud en reemplazo de los primeros mensajes de angustia que parten el alma y te motivan, expresa Yolanda. “A veces una termina de confeccionar a las dos de la mañana porque es el tiempo que tenés para hacerlo”.
“Lau tuvo un embarazo de riesgo, fue casi un año que no la vimos porque no podía levantarse de la cama. Pero ni bien pudo, se recuperó y volvió. La mayoría, cuando tiene su tiempo que no puede venir, se acomoda y regresa, porque sabe que lo que hacemos modifica a un montón de gente. Sabemos lo importante que es para las personas”, detallan.
La materia prima
Todo el material utilizado como hilos y cabellos es producto de donaciones. “Nos ha servido mucho estar en los eventos de Diego Sosa, que nos da un stand, encontramos gente que en otro ámbito no podes contactar”.
Hay quienes no saben cómo colaborar y después en el transcurso de la semana nos dice tengo tres gorritos, o me corté el pelo hace dos años, lo guardé, no sé por qué y se los llevo¨, es lo que sucede.
Son reconocidas en toda la provincia, sobre todo en los pueblos casi siempre hay uno que se hace cargo, “voy a la ciudad, comenta alguien y trae lo que se ha cortado o se ha donado¨.
Hay peluquerías que ayudan y reciben las donaciones en Villa Mercedes, en Merlo, en La Punta, y después el grupo se organiza para retirarlas.
Recibir bobinas de hilo es muy preciado, cuando se acaban las existencias se hace una “vaquita” y se compra, no queda otra dice Fernanda. Pero también hay gente que no se siente cómoda con una peluca, entonces se ofrecen turbantes, gorritos, o pañuelos, para que la satisfacción esté garantizada.
Fernanda, recuerda una navidad muy particular, ¨una chica que estaba muy mal, jovencita, terminamos su peluca un 24 de diciembre. Nos habíamos propuesto, antes de esa fecha, porque más allá de la parte cristiana, significa comer con la familia, el estar todos juntos, el ponerle el pecho a la mirada del otro.
Terminamos la peluquita, había que mandarla a Villa Mercedes, no teníamos cómo. Me acuerdo que un chofer de una empresa de colectivos la llevó, sin tener nada que ver, fue de mano en mano hasta que llegó a esa mujer, y no te puedo explicar su felicidad, por las fotos que nos mandó y los audios de agradecimiento, fue cambiarle el día. El chofer también fue parte, sin él no se hubiese podido, estábamos en pandemia, por eso creo que es clave la suma de voluntades”.
Finalmente, y mientras todas nos compartían un poco su experiencia y cada una hilvanaba frases desde su experiencia personal, María Fernanda nos resumió el momento:
“Llevamos 232 niñas y mujeres que pudimos ayudar con el trabajo y colaboración de un montón de gente, con mucho amor, porque una peluca significa el corte de tres o cuatro personas.
Acá tuvimos que aprender todo y es un esfuerzo diario que te invita a superarte también, porque creés que cada vez que quedan mejor, cada vez que logramos que se note menos que es una peluca, nos moviliza poder ayudar a esas mujeres. Entonces el número para nosotras es positivo”.
En redes: FACEBOOK
Integran este grupo solidario: Yolanda Aguilar, Rosario Selada, Laura Vega, Lorena Rodríguez, Ester Sarmiento, Elena Pérez, Sergio Selada, Liliana Giménez, Sonia Arroyo, Andrea Pérez , Graciela Giménez , Rosario Zabala , Martin Muñoz, Eugenia Trejo.
Muchas gracias por la nota, y por darle visibilidad, A sumarnos!
Muy buena nota!
Una tarea impresionante!
Que sigan adelante!
Muchas gracias por la hermosa nota ..!! ❤️