La Aldea y el Mundo, Notas Centrales

El Arte como propaganda política

Las expresiones artísticas han cobrado por momentos otros usos más o menos cuestionables, pero no dejan de ser un hecho social e histórico

Por Gerardo Masman

Desde la antigüedad hasta la era moderna, los líderes sociales, religiosos y políticos, y los movimientos ideológicos han utilizado diversas formas de arte para transmitir sus mensajes, ganar apoyo y promover sus ideas y acciones. El arte ha servido como un medio efectivo de propaganda política, examinando ejemplos históricos y contemporáneos, así como las implicaciones éticas y culturales de esta relación.

Un poco de historia y sus alcances

El arte y la política mantienen un vínculo desde las civilizaciones más antiguas. En el Egipto antiguo, por ejemplo, los faraones encargaban monumentos y pinturas que glorificaban su reinado y divinidad, con el propósito de consolidar su poder y legitimidad. En Grecia, los políticos a menudo patrocinaban dramaturgos y artistas para influir en la opinión pública a través del teatro y la escultura.

Sin embargo, uno de los ejemplos más notorios de arte como propaganda política se encuentra en Roma. Los emperadores romanos utilizaban la arquitectura, la escultura y la pintura para promover su imagen y sus logros. 

El Arco de Tito, construido para conmemorar su victoria en Jerusalén, es un ejemplo icónico de esta práctica. Además, los retratos imperiales transmitían la imagen de los emperadores como líderes fuertes y benevolentes.

En la Edad Media, la Iglesia Católica desempeñó un papel importante en la promoción de la propaganda religiosa y política. Las catedrales góticas eran obras maestras arquitectónicas que transmitían la grandeza de la Iglesia y la autoridad divina de los reyes. 

Los frescos y las vidrieras representaban historias bíblicas y escenas de la vida de los santos para educar y persuadir a los fieles, la gran mayoría de ellos analfabetos o con conocimientos muy precarios.

Durante el Renacimiento, llega el apogeo de la relación entre las artes y la propaganda política. Los papas encargaron obras de artistas como Miguel Ángel y Rafael para embellecer la Ciudad del Vaticano y consolidar la posición de la Iglesia en Europa. 

En la Italia renacentista, las familias nobles también utilizaron el arte para promover su poder y estatus social. Por ejemplo, los Medici patrocinaron a artistas como Leonardo da Vinci y Botticelli para crear obras que elogiaban su mecenazgo.

En el siglo XX, el arte como propaganda política adquirió nuevas dimensiones con la propagación de los medios de comunicación de masas. Durante la Revolución Rusa, el arte se convirtió en un medio para promover el comunismo. El constructivismo, un movimiento artístico ruso, abogaba por la creación de obras que sirvieran a la revolución y a la construcción de una nueva sociedad. Los carteles y las pinturas de artistas como El Lissitzky transmitían mensajes políticos de manera visualmente impactante.

El siglo XX vio el auge de regímenes totalitarios que utilizaron el arte como una herramienta clave para moldear la opinión pública. Adolf Hitler y el Partido Nazi en Alemania comprendieron el poder del arte para influir en las masas. Promovieron el realismo heroico y el arte que exaltaba la pureza de la raza aria. Artistas como Leni Riefenstahl contribuyeron a la creación de películas como «El triunfo de la voluntad», que glorificaba el régimen nazi.

El uso del arte para la propaganda política puede tener implicaciones éticas y culturales.

Del mismo modo, en la Unión Soviética bajo el régimen de Joseph Stalin, el realismo socialista se convirtió en el estilo artístico oficial. Este movimiento promovía la representación de la clase trabajadora y la lucha por el socialismo. Artistas como Serguéi Eisenstein dirigieron películas como «El acorazado Potemkin», que se convirtió en un icono del cine soviético y transmitió un mensaje político claro.

Durante la Guerra Fría, la propaganda política se extendió a través de la Guerra de Vietnam y la Guerra de Corea, donde las dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, utilizaron el arte y la cultura para ganar apoyo internacional. La música, el cine y las artes visuales se convirtieron en armas en la lucha ideológica.

En la era digital, la propaganda política se ha adaptado a las redes sociales y a la globalización. Las campañas electorales utilizan memes, videos virales y publicidad dirigida en línea para influir en los votantes. Los líderes políticos y los movimientos populistas recurren a las redes sociales para comunicar sus mensajes y movilizar a sus seguidores.

Un ejemplo destacado de esto es la campaña presidencial de Donald Trump en 2016. Trump utilizó Twitter de manera constante para comunicarse directamente con sus seguidores y transmitir mensajes políticos sin intermediarios. 

Su uso de las redes sociales se considera un cambio de juego en la política moderna. Incluso llegando a ser tendencia en las redes y su ya icónica fotografía, al ser fichado por la policía, tras ser acusado de intentar manipular las elecciones en Georgia.

Hasta qué punto es aceptable utilizar el arte para manipular las emociones y las creencias de las personas? El artista sigue siendo artista o se trasforma en un mero realizador perdiendo la libertad expresiva que implica el arte en su esencia? 

La propaganda política a menudo simplifica la realidad y presenta una narrativa sesgada para promover una agenda específica. Esto puede distorsionar la percepción de la realidad y socavar la democracia al debilitar la confianza en las instituciones y la verdad objetiva.

Además, el arte como propaganda política puede llevar a la censura y la represión de la libertad de expresión. Los regímenes autoritarios suelen perseguir a artistas y creadores que se oponen a su pensamiento. Esto limita la diversidad de voces y la libertad artística.

Por otro lado, algunos argumentan que el arte como propaganda política puede ser una forma legítima de expresión artística y política. Puede servir como una plataforma para que grupos marginados y oprimidos hagan oír sus voces y luchas. El arte puede ser una herramienta poderosa para la resistencia y la concienciación social.

El arte como necesidad de manifestación humana, está presente en nuestras vidas desde los principios de la historia, de hecho lo que más conocemos de las civilizaciones antiguas es su arte. 

Estas expresiones trascienden el tiempo y dejan claras marcas de lo que fue, permitiéndonos  plantear preguntas, replantear ideas, generar críticas y acciones por lo que no puedo dejar de preguntarme: ¿si toda manifestación artística es, en algún punto, una propaganda política?