Expresiones de la Aldea, San Luis

LEVO TRISTÁN

Por Jorge Sallenave

TOBY SE PONE A TRABAJAR

Toby llegó al amanecer. Le comentó a Gumersindo que había aprendido que al mediodía el calor y la humedad no eran buenos para un trabajo de esfuerzo.

—Vengo a tomar medidas y el lugar que usted ha elegido para hacer el cuarto—dijo.

A Gumersindo le llamó la atención, una vez ubicado el lugar donde se construiría, que Toby tomara la distancia del suelo al techo poniéndose erguido y el faltante lo realizaba elevando una de sus manos.

—Deberías ayudarte con un metro.

No me hace falta. Además, tanto el suelo como el techo están desparejos. Supongo que lo has notado. Mi interés es saber si necesito para la tarea uno o dos troncos grandes, tal vez tres.

Lo dejó trabajar con tranquilidad y le ofreció si quería tomar algo. Toby le dijo que no porque no le gustaba demorarse en el trabajo.

—¿Con qué acarrearás los pedazos de tronco? Del otro lado del río existe una persona que me ayudará, si no tengo en cuenta a los dos monos que me acompañan.

—Por los monitos que vi en los árboles no es mucho lo que te ayudarán.

—Estos monos que yo te digo son del vecino país y de un tamaño similar a un ser humano.

—Voy a visitar al almacenero que te recomendó, te dejo con tus extrañas medidas.

Gumersindo no tardó en llegar al comercio. Apenas vio al propietario lo saludó con el famoso “Pela”.

“Dos monos en la jungla”, de Henri Rousseau.

—Hola Gumer. Estoy preparando una cazuela de pescado. ¿Querés comer conmigo?

— ¿De dónde sacás el pescado?

—Me lo traen los pobres del vecino país. Supongo que lo pescan en el río o en alguna laguna.

—Te quiero agradecer que me recomendaras a Toby. No me ha hecho problema con el dinero y ya se puso a trabajar.

—Te asombrará. En escasos días te dejará construido lo que vos querés. ¿Me imagino que no tendrás idea de subalquilar?

—Acepto tu comida. Hoy estás desprendido.

LLEGA TOBY, EL EXTRANJERO Y DOS MONOS DE GRAN TAMAÑO

Toby tiraba de una parte del tronco que había cortado, el extranjero hacía lo propio con otro pedazo, los dos monos, tan grandes como un ser humano acarreaban otros dos pedazos.

—Acá estamos señor Gumersindo. Lamentamos que nuestra tarea lo molestará.

—No será así porque tengo la intención de dar vuelta por la selva. Me gusta estar en ella. Además, estoy seguro que harás un buen trabajo.

—¿No tiene miedo de los monos?

—Mientras estés cerca de ellos.

—Son buenos, obedientes y vivos.

—Te creo. Cualquier cosa que necesités, incluida la comida, actúa como dueño.

—Agradecido don Gumer.

La última frase le indicó que Toby había hablado con Pela.

Salió rumbo a la selva, en esos momentos vio que Silvia sin abandonar los árboles que la guarecían, iba caminando con rapidez. La llamó y la mujer se detuvo.

—Supongo que no necesitarás de mis servicios —dijo Silvia.

—Tenés razón. Solo quiero hacerte una pregunta.

—Mientras no me demore.

—La primera vez que nos vimos me hiciste conocer que tu máximo interés era que tus niños fueran a la escuela. Estando tan cerca de la frontera no veo el motivo por qué no los llevaste.

—En primer lugar, no tengo embarcación para cruzar el río. En segundo lugar, es que la policía de la frontera, para trasladarme de un lado a otro, me pidieron que fuera cariñosa con ellos. Te he comentado que yo no regalo mi trabajo y menos aún ser cariñosa. Me imaginé a mis hijos viéndome si me revolcaba con ellos. Tengo otros motivos, pero suficiente con lo que te he comentado. Ahora me voy, perdí demasiado tiempo con vos.

Silvia se marchó con la misma velocidad que venía. Gumersindo, por su parte, ingresó a la selva. Se distrajo con los monos pequeños y con los pájaros de hermosos plumajes que según Toby eran deliciosos.

Regresó a la cabaña tres horas más tarde. Toby estaba a punto de terminar la tarea de dos de los muros. Había logrado que parte de los troncos estuvieran enterrados en el suelo y las puntas afirmadas en el techo de madera.

Toby le comentó que, a lo sumo en dos días, estaría listo el trabajo.

—Me llevará más tiempo fabricar la puerta con ramas pequeñas. Lograr que se abra sin dificultad y que no se vea desde afuera.

—Me admira tu trabajo.

—No es solo mío, los monos han colaborado, también el extranjero.

— ¿Necesitás algún dinero?

—Le dije que ya habrá tiempo para que me pague.

“Tormenta tropical”, pintura realizada en 1891 por el pintor francés Henri Rousseau.

LOS NIÑOS VUELVEN A VISITARLO

Jorge y Alfredo aprovechando la salida de Silvia fueron a visitarlo.

Les llamó la atención la habitación que se había realizado en tan poco tiempo. Alfredo le comentó que sería soñado para ellos habitar en un lugar como ese y no en la choza.

—Decile a tu mamá.

Mamá se opondrá sin pensarlo dos veces, pero estoy seguro que este lugar sería mucho más cómodo.

Sin preguntarles les hizo de comer y devoraron lo que les había servido.

No bien los niños se fueron, alguien golpeó a la puerta. Se trataba de Silvia.

—Los hijos se engañan, suponen que su madre vive sin darse cuenta de nada. Desde el primer día que lo visitaron controlé cómo actuabas vos con ellos. Tu presencia me dio tranquilidad y no me voy a oponer a que vengan.

—Agradecido Silvia, esos niños me hacen feliz.

—Me costó que dijeran la verdad. Hasta sé que ha hecho una especie de dormitorio y que les gustaría habitar acá.

— ¿Querés ver lo que construí? —le pregunta.

—Para nada, yo no sé cuál sería mi destino si yo entrara a tu casa.

Las lluvias llegaron, en torrentes. En escasos días la selva dejó de ser una protección y el barro cubría el terreno. A veces no solamente se trataba del barro, el agua desbordaba e inundaba las casas más próximas.

En plena lluvia alguien le golpeó la puerta a Gumersindo. Era Silvia otra vez, empapada, con barro hasta las rodillas.

— ¿Qué hacés con esta lluvia? Supongo que ahora no te negarás a entrar.

—Se equivoca de nuevo, no vengo por mí, la choza se ha derrumbado. Yo estoy acostumbrada, pero necesito que mis hijos vivan en un lugar más confortable. Vos propusiste tenerlos aquí, por lo menos hasta que este diluvio pare.

—El ofrecimiento te incluye a vos.

—A vos te interesa sacarme plata —dijo Silvia.

—Por lo que sé no tenés gran cosa. Eso sí, si vos venís aquí, salvo los días que yo cocine, el dinero lo pondrás vos. No para mí, me refiero a tus hijos.

—Me arreglaré como pueda, no es la primera vez que hay inundación. ¿Cuándo recibirás a mis hijos?

—Apenas vos lo decidás. En lo posible, traeles un colchón y ropa de cama. Los haré secar. Jorge y Alfredo se darán el gusto de vivir acá.

(Cuarta entrega)


Levo Tristán es el último cuento del escritor sanluiseño y referente de las letras puntanas, Jorge Sallenave. Será publicado, en exclusiva, en La Opinión y La Voz del Sud durante 9 entregas todos los domingos en el semanario papel desde el 13 de septiembre. La historia esta vez no transcurre en San Luis y Jorge prefiere que sea cada lector quien imagine el lugar.  
Como tantas veces en la vida, las personas necesitan que alguien los salve y salvar a otros, en estos vaivenes, ni la “mala suerte” derrumba la esperanza.
En tiempos de pandemia Sallenave continúa escribiendo y es algo para celebrar.